Las falleras ya lloran dentro de su vestido, como Vírgenes dolorosas. Mientras aquí seguimos pensando en si veremos pasar la caperuza de los nazarenos o la del médico de la peste, Merkel nos ha despertado con su predestinación calvinista, dura y vigorosa, como las duchas frías o el clavecín de Bach. Entre el 60% y el 70% de los alemanes se infectará (en algún momento), ha avisado al mundo. “No hay vacuna, ni tratamiento. No hay inmunidad. La única forma de lidiar con la crisis es ganar tiempo, impedir que todos los contagios se produzcan simultáneamente”.

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