Hay adjetivos que se gastan de tanto usarlos. La costumbre de calificar de “histórica” cualquier situación para realzar su importancia es una práctica común. Cuantas tardes, desde la tribuna del Congreso de los Diputados, hemos oído calificar de históricas muchas leyes, proposiciones o mociones. El abuso del adjetivo “histórico” banaliza el concepto, porque aunque todos los hechos, leyes o acontecimientos forman parte de la historia, no todos son históricos. 

Lo que parece evidente es que ahora si estamos ante un suceso histórico, el COVID-19 marcará un antes y un después en la historia de la humanidad y en la intrahistoria de cada uno de nosotros. Lo recordaremos mientras vivamos y contaremos nuestra experiencia a hijos y nietos, como nuestros abuelos nos contaban sus vivencias durante la guerra civil. La canciller Merkel decía que este es el desafío más importante al que nos enfrentamos tras la Segunda Guerra Mundial.

Lo histórico sería renunciar al partidismo y a las siglas, también al protagonismo improductivo y, sobre todo, a la vanidad

Si coincidimos en que ahora si estamos ante un suceso histórico, lo conveniente sería que los responsables políticos actúen en consecuencia comportándose a la altura. Una regla básica para conseguirlo es no intentar obtener ventaja partidista de la situación de crisis. Lo histórico sería renunciar al partidismo y a las siglas, también al protagonismo improductivo y, sobre todo, a la vanidad. Absurdas son las peleas por la cuota de pantalla entre responsables de diferentes áreas de gobierno. Ridículas e irresponsables las filtraciones adjudicándose la paternidad de tal o cual medida.

Del mismo modo, los partidos que están en la oposición en cualquier de los tres niveles de la administración, deberían saber que con la que está cayendo, para la ciudadanía es irrelevante que sus portavoces registren iniciativas, exijan actuaciones imposibles o medios de los que materialmente no se dispone. Si a pesar del dramatismo de las imágenes que nos muestran las televisiones, los políticos no se dan cuenta de que no pueden seguir con su actividad y sus costumbres políticas habituales, es que no son consecuentes con el tiempo histórico que les ha tocado vivir.

Lo histórico exige dejar a los gobiernos actuar, y desde las oposiciones aportar propuestas sin hacerse publicidad y prestar apoyo sin exigir nada a cambio. Tiempo habrá de hacer oposición y dilucidar responsabilidades. Mientras tanto el comportamiento político cotidiano tiene que cambiar de verdad, sin hipocresías, sin decir una cosa y hacer otra. Porque cuando todo esto pase tendremos que decir aquello de que nosotros los de entonces ya no somos los mismos.  


Antonio Hernando Vera es exportavoz parlamentario del PSOE.