Los que durante años nos hemos dedicado a intentar comprender y combatir al separatismo en Cataluña contemplamos con preocupación cómo el fenómeno que hemos sufrido en nuestra región se está contagiando al conjunto de España. Por sus características geográficas y socioeconómicas, Cataluña fue siempre pionera en los grandes movimientos culturales y políticos españoles. Desafortunadamente, también lo ha sido en la degradación de la democracia representativa y en el crecimiento del populismo.

Muchas personas interesadas en la política catalana se muestran sorprendidas ante la capacidad del separatismo para mantener su apoyo social pese al reiterado incumplimiento de sus promesas y su manifiesta incompetencia en la gestión. ¿Cómo es posible que, después de dividir y enfrentar a los catalanes, provocar la huida de empresas e incendiar las calles siga gozando del apoyo de tantos ciudadanos? Las causas de este fenómeno son varias, pero por encima de todas ellas debe destacarse el dominio de los medios de comunicación.

Nos referimos, claro está, a los medios de comunicación que crean opinión política. El separatismo suele defenderse de la acusación de controlar los medios arguyendo que cadenas como Tele 5 o Antena 3 gozan de mucha audiencia en Cataluña. Pero poco importa que los catalanes disfrutemos de los deportes, los reality shows o las telenovelas en medios nacionales. Mientras estos medios se dedican al entretenimiento, el separatismo se preocupa por controlar la opinión política. Y ésta se crea en núcleos bajo la influencia de la Generalitat, tanto públicos como privados.

El anuncio de que se destinarán 100 millones de euros para la publicidad institucional en el año 2020 nos recuerdan las peores prácticas del separatismo catalán

Para ejercer su control, el separatismo utiliza el presupuesto público sin ningún tipo de escrúpulo. A la enorme cantidad de dinero invertida en medios públicos se suman las generosas subvenciones, campañas publicitarias y ayudas directas concedidas a grupos privados, alguno de los cuales se considera ya un servicio “concertado”. Algunos periodistas independientes se refieren al enorme presupuesto que las administraciones públicas dedican a los medios de comunicación como “la menjadora” (en español, “el comedero”). Nunca, ni siquiera en los peores momentos de la crisis, ha faltado pienso para llenarlo.

En el caso de los medios en catalán la situación es de monopolio perfecto. Un catalanohablante que busque información política en su lengua sólo la encontrará en medios separatistas. En esa Cataluña orwelliana todo es convenientemente filtrado y deformado. Los fracasos del separatismo se convierten en éxitos, y todos los problemas se atribuyen al enemigo: los franquistas, los charnegos, los inadaptados… los españoles en general. En esa Cataluña, las fronteras entre el periodismo y la propaganda se han difuminado. Las puertas giratorias entre la política y los medios no paran de girar. Siempre las mismas caras y firmas. Una clerecía de “comunicadores” que malviviría en un entorno realmente competitivo, pero que prospera gracias al dinero de todos los catalanes.

Pues bien, la manipulación grosera de RTVE, el alineamiento cuasi militar de algunos periodistas con el Gobierno ante la crisis provocada por el coronavirus, la concesión de suculentas ayudas económicas a las televisiones (¡formalizadas en un decreto de emergencia!) y el anuncio de que se destinarán 100 millones de euros para la publicidad institucional en el año 2020 nos recuerdan las peores prácticas del separatismo catalán.

Muchos medios de comunicación, alarmados ante el hundimiento de sus ingresos, se han arrojado en brazos del Gobierno pidiendo ayuda, y es ingenuo creer que éste se la va a prestar a cambio de nada. Más cuando se ha “colado” en el Gobierno un populismo corrosivo que no tiene el más mínimo respeto por el pluralismo, y que es aliado del separatismo catalán en el objetivo de cambiar el régimen constitucional español.


Juan Arza. Consultor de empresas y analista político