Cuando esto termine no habrá terminado. Cuando esto termine, todo se seguirá prolongando en una eterna retahíla de desastres, tragedias, incertidumbres y pesares de distinta índole que mantendrán vivo el drama durante mucho tiempo después de que el último contagiado por el coronavirus haya abandonado el hospital.

Y unos de los que se mantendrán vivos serán precisamente los muertos. Todas las personas fallecidas en este tiempo han muerto y han sido enterradas, y lo seguirán siendo mientras la crisis continúe azotando nuestras vidas, en práctica y tristísima soledad. Eso está causando un hondo dolor entre quienes quisieron a cada uno de ellos y producirá un trauma que tardará tiempo en superarse. Pero es que además, y por si fuera poco, en muchos casos, demasiados, no se conoce la causa que ha provocado que todas esas personas hayan dejado de vivir. Y eso es algo que sus familiares van a querer averiguar, a lo cual tienen derecho.

Las cifras oficiales y las que van llegando procedentes de los registros civiles, que ni siquiera son definitivas porque también en ellos se ha producido un colapso, no concuerdan de ninguna de las maneras. Han muerto muchas más personas de que las que oficialmente se tiene constancia por la sencilla razón de que a los demás fallecidos, a los no oficiales, no se les han hecho las pruebas para determinar si han sido o no víctimas del coronavirus. Y no se les han hecho esas pruebas porque no había test suficientes para hacerlas a un número tan alto de personas contagiadas.

Pero, dado que los accidentes de carretera y otras causas de mortalidad se han reducido a mínimos, es lógico pensar que una parte importante de los fallecidos en estas semanas y que no están contabilizados en las listas oficiales han sido víctimas del virus. No se podrá saber con exactitud pero los familiares pude que sí quieran saberlo.

Muchas familias lo van a querer saber, creo, y una buena parte de ellos, los que no hayan optado por la incineración porque en ese caso sus interrogantes no encontrarán ya nunca respuesta, van a querer exhumar a los suyos. En los juzgados se van a acumular las demandas de permisos para exhumar cadáveres y para que se les haga la prueba correspondiente que determine la causa efectiva de su muerte dado que a la mayoría no se les ha hecho un análisis post mortem.

Cuando esto termine, todo se seguirá prolongando en una eterna retahíla de desastres, tragedias, incertidumbres y pesares que mantendrán vivo el drama durante mucho tiempo

Y consecuencia de ello, en los cementerios se va a producir un cúmulo de exhumaciones y también unos segundos entierros con la presencia de todos aquellos que no pudieron asistir a la primera despedida porque por razones de seguridad sanitaria les ha sido prohibido. A esto también tienen derecho las familias. Los muertos deberán ser despedidos como merecen y no despachados por la puerta de atrás aunque ahora no haya más remedio que hacerlo así por motivos de salud pública.

Pero hay algo más. Puede que se produzcan denuncias por falta de atención, por abandono o por malas prácticas no en los hospitales pero sí quizá en las residencias de mayores, que se han visto desbordadas al no disponer de una infraestructura médica suficiente para atender tantos casos de ancianos enfermos a los que probablemente se ha dejado morir porque no se podía hacer otra cosa. Pero seguramente eso no es lo que van a opinar muchos hijos y muchos nietos de los fallecidos. Y no se puede descartar una avalancha de reclamaciones judiciales en ese sentido. La fiscalía ya está investigando a muchas residencias en toda España.

Son miles las familias que no han encontrado consuelo en el modo en que se ha producido la muerte de su padre o de su abuela y que no van a quedarse satisfechas con este adiós apresurado y solitario con el que sus seres queridos han sido despedidos de este mundo. Y que van a querer saber por qué causa murieron y van a querer despedirlos después como ellos se merecieron en vida. Por lo tanto, aunque no medie en todos los casos una reclamación por la vía penal, los jueces tendrán que tener muy presente la necesidad de las familias de encontrar una respuesta a sus preguntas y tendrán que decidir si autorizan o no la exhumación de miles de cadáveres que han sido enterrados sin la certificación de las causas de la muerte.

Todo esto se producirá inmediatamente después de que la batalla contra el coronavirus se haya ganado al menos en lo que se refiere a la salud de la población. Pero aunque la lucha por fin termine, en realidad no habrá terminado.