Tezanos no hace preguntas, sino que nos prepara para el futuro, como el médico, el confesor o la suegra. El CIS ya va preguntando si queremos censura, una censura por nuestro bien, claro, para que sólo la Verdad llegue a casa y además llegue sin intermediarios, pura, calentita y gloriosa como un pan que viniera directamente de Dios. Tezanos no está preguntando, sino avisando con tiempo, como tu familia política. A lo mejor puede parecer exagerado eso de “censura”; puede parecer que Tezanos, con su pinta de viejo de los Alpes, hace preguntas al aire como los que hablan con los pájaros o con los vientos poniéndoles nombre. Pero luego llega Pablo Iglesias y nos lo aclara todo con su verbo de fusta, como de atizar a Mariló Montero: “Hay que actuar para que la ultraderecha política y mediática no forme parte de nuestra sociedad”. 

Tezanos viene por delante, como un profeta con la barba mojada de mentiras igual que de caldo, pero luego serán Iglesias y Sánchez los que nos bauticen con fuego. Así es como se pasa de una simple pregunta a la persecución del discrepante y a su expulsión de la ciudadanía. Sánchez, como el que se hace la raya del pelo o del pantalón, ya lo dividió todo hace tiempo entre ellos, la ultraderecha y la ultra-ultraderecha. O sea, que están ellos y sus socios y luego ya sólo los partidos fachas, los medios fachas, los columnistas fachas, los locutores fachas y hasta los butaneros fachas, con el heteropatriarcado al hombro. Son fachas Vox, el PP, Cs, Felipe González, la gitanilla del televisor, el jamón con pringuecita y hasta Sabina si me apuran, con sus vitrinas para trajes de luces y granadas estalladas en el cojón del torero.

Los que viven de la mentira nunca le sobreviven. Y las mentiras de éstos ya no aguantan más. Ni con censura. No van a durar ni lo que dure el miedo

El sanchismo-podemismo define lo facha por oposición, que es lo más sencillo. Facha es todo lo que no viene de ellos. Y aún más, definen igual la mentira: mentira es todo lo que no digan ellos. Cuando Iglesias opina sobre la pregunta del CIS, no dice que haya que actuar contra los bulos o la desinformación, así en general, sino que señala a “la ultraderecha política y mediática”. Sánchez, que no ha dicho una verdad ni equivocándose, no dice mentiras. Los heraldos del día, con sus números del virus que cantan y suenan como una tabla de mareas, con sus mascarillas de confeti que dejan ojos de Mr. Bean en un cumpleaños, no dicen mentiras. Los periodistas de la cuerda, que les echan nata a los crudos muertos, asquerosamente, como al chorizo, no mienten. Y el CIS tampoco miente, sólo construye realidad para que el españolito no tenga que molestarse en decidirla.

Tampoco miente Iglesias, aunque haya sido mochilero y casta, y revolucionario y posibilista, y demócrata y chavista, y feminista y azotador hasta la primera sangre, y haya denunciado el régimen corrupto del 78 con el mismo librito pequeño de la Constitución en la mano, como un librito de Mao de llavero. Iglesias, a pesar de todas sus zozobras, de su viaje del asambleísmo al liderazgo carismático y del vallecanismo al uptown, de todas esas falacias del populismo que suenan como sus cacerolas, a la política como cencerrada; a pesar de todo, digo, Iglesias es transparente, revelador. Puede que no diga toda la verdad pero es puro como esos comunistas con sandalias que parecen ángeles con sandalias. Concibo pocos engaños, pocas mentiras, pocas barbaridades mayores que hablar de expulsar al discrepante de la sociedad como solución “democrática”, pero al mismo tiempo su sinceridad al decirlo es total. 

Ni Sánchez, ni sus autoridades con peana de cowboy de plástico, ni los periodistas de la lealtad y la fiesta de pijamas, ni Tezanos, ni Iglesias, ninguno miente. Decir que ellos pueden mentir sería tan absurdo como decir que ellos pueden ser fachas. Ellos no pueden mentir, ni ser fachas, por propia definición. Pero si estas cosas pueden ser definidas, así, de esta manera, con este cientifismo y esta avilantez, es que esto ha dejado de ser una democracia o los planes para que deje de serlo ya están en la agenda de cabañuelista de Tezanos, de Iglesias y de Sánchez.

La pregunta del CIS, por cierto, era ésta: “¿Cree usted que en estos momentos habría que prohibir la difusión de bulos e informaciones engañosas y poco fundamentadas por las redes y los medios de comunicación social, remitiendo toda la información sobre la pandemia a fuentes oficiales, o cree que hay que mantener libertad total para la difusión de noticias e informaciones?”. Sí, vaya pregunta. ¿Libertad para la difusión de noticias e informaciones o ponerle a la cosa su candado, su guardia o su cura gubernamental? Es fácil. Y más fácil aún señalar el colectivo concreto, localizable, oloroso, extirpable, al que habría que aplicarle la prohibición. Una prohibición total y ad hoc; administrativa, no judicial; de los que mandan contra sus enemigos y contra todos los que puedan opinar más o menos como ellos. Y esto no lo defiende un tipo con gorrito de esparto en Marinaleda, ni un cantante de ska, ni un espectro comunista escapado de un mural como el mono de anís El Mono de su botella. Lo defiende un vicepresidente del Gobierno de España.

El virus nos dejará muertos, tristes, pobres, tiritando o todo a la vez. De lo que estoy seguro es de que no nos dejará además esclavos de ninguna pesadilla autocrática, sea de un guapo de bola de discoteca o de un populista de regalar cacahuetes. Y estoy seguro porque los que viven de la mentira nunca le sobreviven. Y las mentiras de éstos ya no aguantan más. Ni con censura. No van a durar ni lo que dure el miedo.