Es la primera vez que un presidente trae el verano con su voluntad, con su helicóptero igual que una constelación austral. Aún no teníamos verano porque Sánchez lo tenía guardado en su cajita de conchas y a los guiris les esperaban 14 días de cuarentena bajo la sombra de botijo pintado y de falso plato cartujano de los hoteles. Así iba a ser hasta que “fuera necesario”, incluso hasta completar la desescalada. Pero al Gobierno le han entrado todas las prisas del verano, como pies por la arena caliente, como ojos tras los muslos. El 1 de julio, los guiris volverán a salir de los hoteles como cangrejos de sus cubos y, un poco antes, el turista patrio podrá ir ya por las distintas provincias que ahora son como arrecifes de fuego.
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