Es la primera vez que un presidente trae el verano con su voluntad, con su helicóptero igual que una constelación austral. Aún no teníamos verano porque Sánchez lo tenía guardado en su cajita de conchas y a los guiris les esperaban 14 días de cuarentena bajo la sombra de botijo pintado y de falso plato cartujano de los hoteles. Así iba a ser hasta que “fuera necesario”, incluso hasta completar la desescalada. Pero al Gobierno le han entrado todas las prisas del verano, como pies por la arena caliente, como ojos tras los muslos. El 1 de julio, los guiris volverán a salir de los hoteles como cangrejos de sus cubos y, un poco antes, el turista patrio podrá ir ya por las distintas provincias que ahora son como arrecifes de fuego.

Esta desescalada no está siendo ni médica ni matemática ni astronómica ni económica, simplemente caótica. Con esto de poner la fecha del verano como en su calendario de emperador o en su mapa de Tolkien, Sánchez admite que todo esto ha sido más arbitrariedad paternal, providente o mágica que ciencia, incluso ciencia sospechosa.

Sánchez nos trae el verano, él que es una constelación más de ésas que derraman agua de nebulosas y se peinan con espinas de pez en el cielo. Sánchez nos trae a los guiris y el sol de tortilla y hasta las cefeidas bajo las que dábamos besos con trampa, y lo presidirá todo como el San Juan de verano, quemando el mundo viejo entre pantorrillas de juventud. Poca ciencia, ya ven.

El Gobierno pone fecha al fin de la cuarentena para todos los viajeros que entren en España, que obligaba a […]