La situación política y judicial de Podemos es cada día más frágil y más delicada. El capítulo judicial que le espera es amplísimo y existen serias dudas de que ese partido pueda salir bien de todos los frentes que tiene abiertos en los juzgados. Y en el ámbito político lo que acumula Podemos en su brevísima hoja de servicios es una larga lista de fracasos y una constatación creciente de la inutilidad de su presencia en el Gobierno, si no es por la conveniencia que supone para el PSOE el que sume en el Congreso sus 35 escaños a los 120 que tiene el Partido Socialista.

En el Juzgado de Instrucción nº42 de Madrid, del que es titular el juez Juan José Escalonilla, no sólo están citados a declarar como imputados a varios miembros de la cúpula del partido sino que la propia formación política está también imputada en tanto que persona jurídica. Lo que se dirime en ese juzgado es una amplia relación de irregularidades contables y presuntos delitos financieros denunciados por el antiguo abogado de Podemos, convertido por sus dirigentes en víctima a la que se pretendió sacar de la vida civil acusándole de acoso sexual y que ahora ha pasado a ser el perseguidor de la formación morada, a la que denuncia con el respaldo de numerosa documentación.

Pero es que el propio Pablo Iglesias está también pendiente de despejar ante el juez de la Audiencia Nacional Manuel García Castellón su presunta responsabilidad en un delito de denuncia falsa en el caso de la famosa tarjeta del móvil de su ex asesora Dina Bousselham, cuyo robo fue utilizado por Podemos para montar una campaña electoral basada en presentarse como víctima de las cloacas del Estado aun sabiendo -siempre presuntamente- que era un argumento falso. Y por si fuera poco, el Tribunal de Cuentas pide explicaciones a ese partido por un posible delito de fraude electoral y otro de falsedad en documento mercantil.

En el caso de que el partido sea declarado culpable de alguno de los delitos por los que ahora mismo se le investiga será muy difícil que Pedro Sánchez pueda mirar hacia otro lado, dados los antecedentes que le acompañan. Las hemerotecas recuerdan que él planteó un moción de censura basándose en una sentencia sobre la financiación irregular del PP que contenía una frase introducida "de matute" sobre un aspecto que no era objeto de enjuiciamiento en ese primer procedimiento sobre el caso Gürtel. En la frase de marras se atribuía al PP haber funcionado como "un auténtico y eficaz sistema de corrupción institucional alimentado con irregularidades en la contratación pública".

El capítulo judicial que espera a Podemos es amplísimo y existen serias dudas de que pueda salir bien de todos los frentes que tiene abiertos en los juzgados

Con tan débil apoyatura el hoy presidente del Gobierno ganó la moción de censura y ocupó su cargo en La Moncloa. Ahora tendría muy difícil argumentar que una posible condena al partido que le sustenta al frente del Ejecutivo no tiene suficiente fuerza para forzarle a deshacerse de los ministros de la formación condenada. Ése es el enorme riesgo que corren tanto Iglesias como Sánchez.

Pero es que desde el frente político las cosas van de mal en peor para Podemos por más que su aparato de propaganda se esfuerce en sacar brillo y hasta chispas de cada movimiento de sus líderes, por mínimo que sea. Podemos está fracasando como fuerza de Gobierno. Hay que decirlo así porque así es. Repasemos los últimos meses.

Podemos fracasó con su primera iniciativa relevante, que fue la famosa Ley de Libertad Sexual que Irene Montero, ministra de Igualdad y líder del partido morado, se empeñó en tener aprobada en el Consejo de Ministros antes del día fetiche del 8-M, Día Internacional de la Mujer.

En una actitud caprichosa y rebosante de frivolidad irresponsable, Montero forzó a la vicepresidenta Carmen Calvo y al ministro de Justicia, Juan Carlos Campo -al que Iglesias acusó con este motivo de "machista frustrado"- a "cepillar" a contrarreloj un texto que era jurídicamente impresentable pero que se presentó porque la señora Montero se empeñó en ello.

A estas alturas el Gobierno ya ha retirado del CGPJ, cuya consulta es preceptiva, el anteproyecto de ley para no pasar el bochorno de sufrir las críticas y las probables burlas de los juristas que componen ese órgano. El Gobierno ha dicho que en breve remitirá "una versión más acabada del texto". Resultado: el Gobierno ha sufrido el descrédito de aprobar el texto de una Ley Orgánica que no resistía una mínima prueba de calidad. Y ese descrédito hay que anotarlo en la cuenta de Podemos.

Las cosas van de mal en peor para Podemos por más que su aparato de propaganda se esfuerce en sacar brillo

Respecto del Rey, los intentos de la dirigencia de Podemos, con su líder Pablo Iglesias a la cabeza, de promover un movimiento antimonárquico que creara el clima de opinión pública favorable a un referéndum sobre Monarquía o República se han estrellado contra la posición del PSOE y de su presidente de apoyo férreo la Constitución de 1978 que establece en su artículo primero que la forma política del Estado español es la Monarquía parlamentaria.

Hay que recordar que, cuando empezó a producirse el aplauso masivo de los ciudadanos a los sanitarios y demás profesionales para agradecerles su inmenso esfuerzo en mitad de lo peor de la pandemia, Podemos intentó sumar a los aplausos las caceroladas contra el Rey y a favor de la República.

Pero ni siquiera las noticias en torno a las actividades presuntamente oscuras de Juan Carlos I han hecho cuajar el intento de Podemos de aprovechar esta lamentable circunstancia para convertir en probable su pretendido referéndum republicano. No ha logrado crear el clima necesario para ello. También ha fracasado en esto.

Lo mismo ha sucedido con su pretensión de derogar íntegramente la reforma laboral, una de sus promesas más queridas y que estaba en el pacto de gobierno con el PSOE. La realidad que ha traído consigo la pandemia ha dejado en papel mojado esa pretensión que ahora mismo está completamente fuera de la intenciones del Gobierno. Aunque lo intentó seriamente hasta el punto de ser uno de los firmantes de aquel acuerdo junto con el PSOE y Bildu en el Congreso de los Diputados. Acuerdo que duró unas pocas horas porque fue rectificado inmediatamente a instancias de varios ministros. Y ahora, con las ayudas económicas aprobadas en Bruselas, ya se puede dar por muerta sin remedio la pretensión de Podemos.

Lo mismo que las subidas de impuestos, otro capítulo muy querido para el partido morado que lo ha detallado y anunciado numerosas ocasiones pero que no se van a aprobar porque las ministras del ramo ya han explicado públicamente que no es el momento para eso. Otro compromiso de Podemos que se queda en nada. Y eso por no hablar de que, en las grandes decisiones que afronta ese Gobierno, Pablo Iglesias queda fuera del círculo de información.

O no se fían de él o no lo consideran suficientemente importante como para pensar que es necesario su concurso. Cualquiera de esas dos hipótesis es bastante para concluir que la aportación de los ministros de Podemos a los trabajos del Gobierno es perfectamente prescindible.

Pablo Iglesias está jugando un papel perfectamente inútil en la política española. Seguirá en el Gobierno por la cuenta que les tiene a los dos partidos

Eso sucedió con el anuncio de la salida de España del viejo rey y ha vuelto a suceder la semana pasada con la más que probable fusión de CaixaBank con Bankia. Iglesias y los suyos se han enterado al mismo tiempo que el resto de los españoles de las dos noticias más relevantes de los últimos meses: por los periódicos y la televisión.

La futura fusión de las dos entidades ha echado por tierra además uno de los sueños de Podemos: la recuperación de los más de 20.000 millones que el Estado puso en Bankia para su rescate y creación de un banco público, proyecto para el cual Bankia estaba entre sus mejores candidatos. Pues bien, ni una cosa ni la otra.

Y no digamos nada de lo sucedido con la aparición de Inés Arrimadas en la escena de la negociación presupuestaria, que deja a Podemos en una posición muy desairada toda vez que sus portavoces se lanzaron a exigir al Gobierno -del que forman parte aunque ellos se porten como si no- que eligiera entre Ciudadanos y ellos. Exigencia que pronto quedó en nada como han quedado en nada la mayor parte de los puntos fuertes de su programa.

Los Presupuestos se van a calificar de "progresistas" porque Pedro Sánchez lo necesita así y porque podrán incluir unas determinadas partidas de gasto en función del dinero que vaya suministrando Bruselas. Pero no van a ser, ni remotamente, los Presupuestos que Podemos esperaba para justificar y rentabilizar ante su electorado su "necesaria y benéfica" entrada en el Gobierno.

No van a ser los Presupuestos que Podemos esperaba para justificar y rentabilizar ante su electorado su "necesaria y benéfica" entrada en el Gobierno

Lo único que pareció salirle bien en un principio fue el compromiso de aprobar el Ingreso Mínimo Vital, un empeño de Pablo Iglesias por el que presionó incansablemente al ministro de Seguridad Social, José Luis Escrivá, para que lo anunciara y lo pusiera en marcha cuanto antes. Cosa que se hizo aunque mejor no se hubiera hecho porque tantas prisas han convertido la aplicación de esa medida, que el líder de Podemos calificó de "histórica", en un fracaso estrepitoso que está provocando frustración e irritación crecientes en cientos de miles de familias que no tienen ningún ingreso y que, después de tanto anuncio y tanta propaganda, siguen a día de hoy no pudiendo dar de comer a sus hijos porque siguen sin recibir el dinero que el Gobierno les prometió. Un nuevo fracaso.

En resumen, Pablo Iglesias está jugando un papel perfectamente inútil en la política española. Seguirá en el Gobierno por la cuenta que les tiene a los dos partidos pero la sensación es que los del partido morado están recogidos en la casa grande del PSOE porque se necesitan sus 35 escaños y porque en última instancia siempre será mejor tenerlos dentro que aguantarlos fuera. Pero es muy dudoso que, con esta retahíla de "aciertos" y con lo que salga finalmente de los juzgados que los tienen imputados, los de Pablo Iglesias e Irene Montero vayan a ser en un futuro no muy lejano algo más que un partido testimonial.

Será entonces la triste historia del gigantesco fracaso de aquel joven profesor que un día estuvo convencido de que estaba a punto de asaltar los cielos.

La situación política y judicial de Podemos es cada día más frágil y más delicada. El capítulo judicial que le espera es amplísimo y existen serias dudas de que ese partido pueda salir bien de todos los frentes que tiene abiertos en los juzgados. Y en el ámbito político lo que acumula Podemos en su brevísima hoja de servicios es una larga lista de fracasos y una constatación creciente de la inutilidad de su presencia en el Gobierno, si no es por la conveniencia que supone para el PSOE el que sume en el Congreso sus 35 escaños a los 120 que tiene el Partido Socialista.

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