Martínez Almeida llegó cuando Carmena hacía encajito con Madrid, con su canastilla de pobres, con sus calles llenas de versitos de milenial descubriéndose el vello, con sus sábanas tendidas en el Ayuntamiento cíngaro, vecindón y zarzuelero. El encaje es como hilar agua o llamas, y Madrid tiene fuentes de hilo fino, y mucho fuego griego en las diosas y en los edificios, así que Carmena se limitaba a desmadejar Madrid a sus pies. Quiero decir que Carmena no sabía ni gastar el dinero, así que todo eran croquetas políticas, bordados ideológicos y patucos izquierdosos hechos por ella, sobre su falda llena de pelos y sobras de gato. Quizá por eso a la gente se le ha quedado la imagen de que Almeida vino a matar a una abuela por la herencia o por esos monederos como maletines de médico que tienen las abuelas. Pero yo creo que Almeida vino para ser el anti Sánchez, y ahí está su futuro.

Almeida, con su pinta de escolar del Sagrado Corazón que se olvidaba los donuts, de señor que no puede dejar de tener pinta escolar como Angus Young, con su mote también escolar puesto por abusones, es cualquier cosa menos mercadotecnia. Almeida no daba en un cartel como no daba en una discoteca. Es de esa gente que se sabe que no va a ligar y se diría que en las farolas de la campaña estaba justo así, pillado con la cara de ligar del que no va a ligar, ni ahora ni en la vida, y que ya se le notaba desde el anuario escolar. Por mucha marca Aguirre que tuviera, como el que viene con la marca Castellano, uno no lo veía en política. Aun así, consiguió la alcaldía, donde todo le sigue quedando como a escala pero convence hablando sin papeles, con sentido y tacto, sin meter la gamba ni soltar cernícalos, incluso en lo más cruel de esta pandemia. Hasta consiguió poner de acuerdo a todos los grupos municipales, cosa que pareció la tregua de Navidad de 1914.

Carmena no salía de Madrid como de su tapetillo, pero Almeida ya está de portavoz nacional, un cargo que ni existía, que han hecho para él porque algo más había que darle (“a este chico que le den un ministerio o algo”, contaba Umbral de alguien que ahora no recuerdo). Almeida va ascendiendo porque al final sí tiene un sitio en la política, en la de Casado y en la del votante. Al votante le hace tomar conciencia de la hartura que van generando guapetes, muñequitas, mártires, santones y tontos de jacuzzi político o de falsa piojera de clase. A Casado, que ya saben que no quiere ofender a los ultras, a los nacionalistas, a Ferreras ni a la progresía de vinoteca por si acaso logra que le voten, Almeida le ofrece un perfil más amable sin renunciar a la ideología.

El destino de Almeida no es sustituir a Ayuso, sino ser el anti Sánchez. No ha llegado a serlo Casado, que aún anda pendiente de quitarse o dejarse la barba o remangarse o abotonarse la manga ante espejos de dolor

Nadie sabe muy bien qué moderación es ésa que Casado se ha ofrecido a regalarle al sanchismo, que en realidad significa regalarles a ellos la condición de moderados, con sus antisistema, sus indepes, sus presos políticos y sus verbeneros de ETA. Pero creo que Casado se da cuenta de que Almeida les fastidia hasta más que Ayuso, en quien la izquierda ve una perita de la derechona. Ayuso les gusta como fetiche, como una monja de regletazo o una Virgencita de Fátima de ojos fluorescentes. Es una fantasía de señorona de la derecha, entre regenta y bolsonariana, atacable sin más que usar el fondo de armario de los tópicos ideológicos y de El Jueves. Pero Almeida sigue siendo el chaval invisible e inofensivo de la discoteca, friki y panocho, aunque ahora también él haga purgas de ricino en el callejero.

Si La Sexta convence a Casado de que Ayuso también le estorba para su proyecto centrado, ya sin toreros y sin señoras de refajo explosivo, Almeida podría saltar de Cibeles a la Puerta del Sol. Pero yo creo que el destino de Almeida no es sustituir a Ayuso, sino ser el anti Sánchez. No ha llegado a serlo Casado, que aún anda pendiente de quitarse o dejarse la barba o remangarse o abotonarse la manga ante espejos de dolor, complejos e historia. Pero Almeida sí lo sería. Almeida, que con gafas de sol sólo parecería el cuponero; y en el Falcon, el Murdock del Equipo A; y andando por Times Square, el chaval de la pizza; y con trajecito estrecho de tiro, Steve Urkel... Almeida no haría nada de esto, claro, así que sólo sería alguien real haciendo política real y desarmando al guapo tonto como en una venganza de instituto. Aznar también parecía Rompetechos ante un Felipe que era como la Rocío Jurado del socialismo reventón, y ya ven.

Almeida nos libraría de los guapos y los morritos calientes, sería alguien que tendría que hacer política coherente y convencer, porque las poses no le sirven. Almeida ya va con ese superpoder, que es el de tener que hacer buena política por necesidad porque la seducción no le vale, porque la mercadotecnia sólo lo dejaría más expuesto, como en aquellos carteles de las farolas de Madrid, que parecían infames fotos de fotomatón secándose, olvidadas. Almeida no mató a Carmena del susto, ni creo que esté ahí para sustituir a Ayuso si la terminan convirtiendo en Juana de Arco. Si maneja bien la pandemia, yo veo a Almeida convertido en el anti Sánchez. Casado se quemará antes de poner el partido al gusto de la Ser, y con Feijóo el votante se irá porque es como un gallego vasco que sólo sabe de sus gaitas. Pero Almeida sería esa españolísima y gozosa venganza del feúcho listo y tierno, como si a Sánchez lo venciera Iñaki Miramón, Pepe Viyuela o Gabino Diego. Quién no querría ver eso.

Martínez Almeida llegó cuando Carmena hacía encajito con Madrid, con su canastilla de pobres, con sus calles llenas de versitos de milenial descubriéndose el vello, con sus sábanas tendidas en el Ayuntamiento cíngaro, vecindón y zarzuelero. El encaje es como hilar agua o llamas, y Madrid tiene fuentes de hilo fino, y mucho fuego griego en las diosas y en los edificios, así que Carmena se limitaba a desmadejar Madrid a sus pies. Quiero decir que Carmena no sabía ni gastar el dinero, así que todo eran croquetas políticas, bordados ideológicos y patucos izquierdosos hechos por ella, sobre su falda llena de pelos y sobras de gato. Quizá por eso a la gente se le ha quedado la imagen de que Almeida vino a matar a una abuela por la herencia o por esos monederos como maletines de médico que tienen las abuelas. Pero yo creo que Almeida vino para ser el anti Sánchez, y ahí está su futuro.

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