Sumergidos en la más grave crisis sanitaria y económica de que tenemos noticia, 194 diputados representantes de la soberanía popular han decido asombrosamente tomarse, al menos, seis meses de vacaciones pagadas dimitiendo voluntariamente de su supuesta responsabilidad política. Dimisión tan injustificada –si todo el mundo que puede trabaja, ¿porqué no los diputados?– como inconstitucional, aunque como es tristemente natural, nuestro Tribunal Constitucional tardará en juzgarla. Supuesto este del que se aprovechan deliberadamente los partidos antisistema, incluida la última  e inaudita incorporación del Ciudadanos.

De este modo, anticipan todo un programa político que ya han venido anunciado y están ejecutando sin rubor desde que se formó el último gobierno equivocada, aunque exitosamente, denominado “frankenstein”. El apelativo creado por Rubalcaba, aún sirviendo para denominar despreciativamente una fórmula política que liderada por su partido y que a él le habría parecido surrealista de haber vivido para verlo, oculta el verdadero nombre de la alianza que ahora nos gobierna: un clásico “frente popular” con obvia vocación y praxis totalitarias, algo desterrado del mundo civilizado desde hace casi un siglo.

Veamos por qué  estamos ante el mismo desafío que Hayek denominó Camino de servidumbre y sobre el que Popper reflexionó en su Sociedad abierta y sus enemigos. He aquí una sintética relación de hechos públicos y por tanto probados:

  • El Gobierno ha declarado su voluntad de acabar con la división de poderes sometiendo la Justicia a su voluntad política. La aparente retirada de la iniciativa a instancias de la UE merece el mismo respeto que todas las promesas del Gobierno.
  • El vicepresidente del Gobierno, y en la práctica su portavoz político, ha declarado solemnemente en sede parlamentaria que ya no habrá más alternancia política; es decir, que el frente popular seguirá gobernando siempre.
  • La jefatura del Estado, encarnada por S.M. El Rey, está a sometida a continuos desprecios y humillaciones por parte del Gobierno, sin parangón histórico.
  • El Gobierno ha anunciado una legislación retroactiva y singular a favor de los golpistas presos catalanes que cuestiona frontalmente los principios consustanciales de la leyes en un Estado de Derecho: su no retroactividad y su interés general.
  • El Gobierno pretende indultar a presos golpistas con sentencia firme sin que medie arrepentimiento alguno de sus delitos, invalidando así el funcionamiento regular de la Justicia.
  • El Gobierno declara su intención de prohibir la lengua española en la educación en Cataluña,  incumpliendo así el artículo 3º de nuestra constitución: “El castellano es la lengua española oficial del Estado. Todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho a usarla”.
  • La Fiscalía del Estado está al servicio de este programa de gobierno.
  • Buena parte de las autoridades gubernamentales de la Nación y de las comunidades gobernadas por los secesionistas, en vez de jurar o prometer el obligado respeto a las leyes,  se declaran insumisos a ellas.
  • Los portavoces gubernamentales nos llaman fascistas a quienes denunciamos estos hechos, siguiendo fielmente las instrucciones de Stalin en el VII congreso del Kominterm ( 1935 ) en el que se inventó el Frente Popular, que Dimitrov describió como un “Caballo de Troya depositado a las puertas del enemigo”.

Ni que decir tiene que ni en un sólo país civilizado se da uno sólo, y menos aún todos los supuestos descritos. Solo en países como Venezuela, Rusia, Turquía, etc en tanto democracias totalitarias es posible encontrar antecedentes, no tanto del punto de partida constitucional como de llegada a una dictadura “democrática”.

Llegados a este punto cabe recordar a Julián Marías, quién en vísperas de la proclamación de nuestra Constitución publicó un imprescindible libro con el título, España en nuestras manos, que recuperaba lo que Apolo dijo a Cervantes: “Tu mismo te has forjado tu ventura”.

España, gracias a nuestro sistema constitucional, todavía sigue en nuestras manos, siempre que en vez de preguntarnos, como el propio Marías advertía en 1965, ¿qué va a suceder? nos planteemos ¿qué vamos a hacer?

Es de esperar que en unas próximas elecciones los españoles “sienten la cabeza” para recuperar la cordura política de estar gobernados por quienes nos puedan librar de tamañas desgracias

El sistema electoral que tenemos no ayuda a resolver nuestros problemas. Alejado de las buenas prácticas de las democracias de referencia en el mundo, además de cercenar la autonomía política de los diputados, otorga un inusitado poder a los partidos nacionalistas y posibilita alianzas de gobierno de perdedores de las elecciones que al decir del sabio Giovanni Sartoris debieran estar prohibidas. Y más aún si tienen por declarado objetivo atacar desde dentro el sistema político que les ampara.

Por otra parte, todas las medidas económicas ya adoptadas por el gobierno y las que se contienen en el proyecto de Presupuestos conducen  a un escenario desolador: divergencia en renta per cápita con la EU, desempleo masivo, deuda pública cada vez mas insoportable, retracción de la inversión privada y huida de la extranjera.

Ante  los descritos ataques frontales a nuestro actual Estado de Derecho y los desastres económicos que se avecinan, es de esperar que en unas próximas elecciones los españoles “sienten la cabeza” para recuperar la cordura política de estar gobernados como en nuestros recientes buenos tiempos por quienes nos puedan librar de tamañas desgracias.

Todavía está en nuestras manos conseguirlo.

Sumergidos en la más grave crisis sanitaria y económica de que tenemos noticia, 194 diputados representantes de la soberanía popular han decido asombrosamente tomarse, al menos, seis meses de vacaciones pagadas dimitiendo voluntariamente de su supuesta responsabilidad política. Dimisión tan injustificada –si todo el mundo que puede trabaja, ¿porqué no los diputados?– como inconstitucional, aunque como es tristemente natural, nuestro Tribunal Constitucional tardará en juzgarla. Supuesto este del que se aprovechan deliberadamente los partidos antisistema, incluida la última  e inaudita incorporación del Ciudadanos.

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