El dinero de Europa lo va a repartir Sánchez directamente, con sus manos atiborradas de anillos como de cacahuetes, como un reguetonero con gafas de Elvis y chorreras de tangas desde el techo solar de su limusina. Esto al Consejo de Estado no le ha parecido muy ortodoxo ni muy justo, así que le ha pegado un buen palo en su informe. Pero el sanchismo no trabaja con la realidad, sino con palabras. María Jesús Montero, con su boquita de cascabel, con su manga de mago o de comadre para palabras o pañuelos anudados, enseguida ha aclarado que “nunca se podría calificar un informe del Consejo de Estado como demoledor puesto que la tarea del Consejo de Estado es siempre constructiva”. Sí, no es que sea menos feo que el dinero vaya a volar desde la limusina monclovita como gorras del revés, como oro de champán, como polvo de ángel, como dólares de liguero, como pestañas o lentejuelas alibeluladas. No, la cosa es que el Consejo no puede ser demoledor. Así que no será para tanto.
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