En Madrid está ya todo dispuesto para que dé comienzo, en menos de un mes, una apasionante campaña electoral en la que ya están definidos tanto sus principales actores como también el marco y las estrategias para conservar -en el caso de los populares y su líder, Isabel Díaz Ayuso- o conquistar, en el caso de la izquierda, Gabilondo e Iglesias, el gobierno de esta Comunidad.

La sorprendente maniobra de situar a Pablo Iglesias como candidato de Unidas Podemos para presidir la comunidad que alberga a la capital de España, ha devuelto a los socialistas y a su candidato, Ángel Gabilondo, precisamente a la posición de centralidad que ansía un PSOE cada vez más cansado del lastre que supone la compañía de Podemos. El error, en mi opinión, cometido por los estrategas del PP en colocar desde el 'minuto cero' el marco del debate político entre 'Socialismo o libertad', y en estos últimos días entre Ayuso e Iglesias, como si ambos fueran los únicos ‘players’ de un partido que debe jugarse a más de dos bandas, deja un amplio espacio de centralidad por el que un perfil amable y templado como el del 'viejo profesor' socialista (no el añorado Enrique Tierno Galván, evidentemente, sino Ángel Gabilondo) puede tener mucha más 'chance' de lo que algunos ingenuos puedan pensar. 

Desde un punto de vista de liderazgo, nos encontramos con unas elecciones extraordinariamente interesantes que darán pié a muchos titulares y ríos de tinta. En este artículo mis valoraciones de las claves de cada uno de los candidatos.

Ángel Gabilondo: 'the quiet man'

Es evidente que existe una legión de tradicionales votantes socialistas a quienes no gusta la compañía de la que la actual dirección del primer partido de España -con Sánchez a la cabeza- se ha rodeado en el gobierno. Son electores que, por lo demás, jamás votarán a la derecha, ni a nada que se le parezca, llámese Isabel Díaz Ayuso, llámese como se llame. Pero que, sentada esta premisa, dudan seriamente sobre el hecho de acercarse a votar el próximo día 4 de mayo si la opción sigue siendo la de la radicalidad en compañía del populismo izquierdista… o quedarse en su casa.

De ahí la elección -en mi opinión- de Ángel Gabilondo frente a otros nombres que llegaron a barajarse, como el de la valorada ministra de Defensa, Margarita Robles. Hombre calmado, alejado de los modos gruesos tan típicos de la política española en estos últimos tiempos y poco amante del regate corto y agresivo, Gabilondo va a ser candidato por tercera vez... ¡quién lo iba a decir!

Este catedrático vasco representa, en opinión de los estrategas socialistas y de una parte no desdeñable de la opinión pública, 'la templanza frente al tsunami' y también la única certeza para un PSOE que, si quiere reconquistar Madrid, necesita precisamente eso: certezas. 

Conviene no olvidar que fue Gabilondo y no otro quien obtuvo la victoria en las últimas elecciones autonómicas de 2019, aunque finalmente no pudiera gobernar. Tengo para mí que estamos ante un hombre cuya forma de hacer política se ha minusvalorado injustamente, y que representa el orden y el rigor frente a la sensación de liviandad y de visceralidad que, a veces, puede transmitir Díaz Ayuso. Se le critica y mucho haber sido un opositor demasiado ‘flojo’ frente a Isabel Díaz Ayuso, unas críticas merecidas en muchos casos que, sin embargo, no han cambiado la manera de hacer política de Gabilondo. Necesitará de una gran precampaña y campaña electoral, se enfrenta a una derecha más fuerte que nunca y a otros contrincantes muy poderosos. Tendrá que definir muy claramente su estrategia e ilusionar a sus votantes para no quedarse en casa.

Edmundo Bal: un abogado del Estado para ‘salvar Ciudadanos’

Y es que, dentro de esa operación de los estrategas socialistas de recuperar el centro utilizando el señuelo del ‘coco’ comunista representado por la faz de Iglesias, el ‘actor naranja’ es más clave que nunca. Lo es porque si quieren conservar un cierto porcentaje de oportunidades de gobernar, no pueden permitirse el lujo de que casi todo el voto que huye del naufragio del partido de Arrimadas se vaya al PP o se quede en casa. No es descabellado pensar que, una parte de ese electorado, mayor o menor, pueda depositar su confianza en Gabilondo, pero tampoco que mucha otra se decante por la abstención. De ahí la necesidad de colocar una cara electoral con ‘gancho’, con tirón. Y la de Ignacio Aguado, por el que siento el mayor aprecio político y personal, ya estaba algo gastada. La figura de Edmundo Bal, brillante portavoz parlamentario que ha constituido todo un descubrimiento para la vida política en estos últimos dos años, puede cumplir ese papel a la perfección. Bal puede ser la última bala para el partido naranja. En el caso de no conseguir el tan ansiado 5%, podría llevar al partido a desaparecer de la Asamblea y quizás empezar su camino hacía su final.                             

Díaz Ayuso: 'de outsider' a referente de la derecha

Aunque parezca que Isabel Díaz Ayuso lleva media vida consolidada como lideresa política y con enormes responsabilidades de gobierno, conviene no olvidar que, hasta no hace muchos años, no era, ni más ni menos, que la responsable de redes sociales del PP de Madrid… y que no 'se hizo mayor' en política hasta que en enero de 2019 fue designada por Pablo Casado -arriesgada apuesta personal del líder del PP- como candidata a la Comunidad de Madrid. Su designación llegó en medio de una gravísima crisis de credibilidad para los populares que se había llevado por delante a Cristina Cifuentes. Hoy, dos años después, Díaz Ayuso es capaz de volar sola, incluso a veces al margen de la línea oficial de su partido y de su gran mentor, y ha conseguido asentarse como gran referente -para los votantes derechas- de la gestión alternativa de la pandemia en Madrid, en contraposición a la del presidente del Gobierno, eclipsando la figura del propio Pablo Casado en esa pugna. Ese estilo de convertirse en una especie de 'segunda oposición' al gobierno de Sánchez y ese personalísimo estilo, caracterizado por pisar el acelerador hasta el fondo, incluso en las curvas más peligrosas -recuerden aquel inolvidable film, 'Grand Prix'- es a la vez su principal fortaleza como política, pero también su primordial peligro.

Está por ver si su arriesgada decisión -cuestionada jurídicamente- de disolver la Asamblea de Madrid y convocar elecciones anticipadas pocas horas después de la presentación en Murcia de una fallida moción de censura, supone su definitiva entronización política o el final de su carrera. 

El error de apelar al voto útil

Se equivocarán gravemente los estrategas del PP si se empeñan en hacer girar uno de los ejes de esta campaña en la cuestión del llamado 'voto útil'. Y ello porque supondrá tanto como reconocer, implícitamente, que no podrán gobernar sin Vox. Toda idea que pase por asumir como inevitable -si no se produce ese 'voto útil' hacia Díaz Ayuso- el pacto futuro entre el PP y Vox como única forma de que el centro-derecha siga gobernando, reforzará el marco dibujado por los estrategas monclovitas: la moderación y la 'centralidad' de Gabilondo frente a la ‘caverna ultraderechista’ de Ayuso-Monasterio

Todo lo que no sea centrar el discurso del PP en el buen gobierno de la actual presidenta y en la necesidad de recibir el voto de todos cuantos quieran que siga gobernando Ayuso sin necesidad de muletas indeseadas, será fortalecer al PSOE. Díaz Ayuso y los suyos deberían seguir insistiendo, más si cabe, en que van a por la mayoría absoluta y dejar de lado esa idea, repito que equivocada, de polarizar la campaña en torno al eslogan: 'Socialismo o libertad'. 

Rocío Monasterio: la ‘monja alférez’

No es la primera vez que la califico de esta forma, evocando una conocida figura de la historia del Siglo de Oro español, pero creo que el símil le encaja a la perfección.

Azote de la izquierda y siempre esforzada por superar a los populares muy por la derecha, sobre todo en cuestiones sociales como aborto, eutanasia o derechos del colectivo LGTBi, su figura y su más que previsible apoyo a una Díaz Ayuso que, como he dicho, tiene difícil alcanzar por sí misma la mayoría absoluta, puede suponer el ‘abrazo del oso’ a un PP que, reitero, se equivocará si quiere plantear estas elecciones en el tablero de la radicalidad. Puede ocurrirle también que la apelación al voto útil que harán Ayuso y los suyos -y no es contradictorio con mi anterior párrafo- pueda pasar factura a una formación como Vox, que no es consciente aún de hasta qué punto puede haber tocado techo… o no. 

Estos primeros días de precampaña está algo desaparecida frente al híper protagonismo mediático de la presidenta madrileña. Necesitará marcar un perfil propio y saber diferenciarse de Díaz Ayuso en formas y contenidos.

Pablo Iglesias: la ‘sorpresa’… calculada

El anuncio ¿sorpresivo? de que, el que ha sido durante catorce meses vicepresidente segundo del Gobierno, abandonaba el Ejecutivo y ‘bajaba a la arena’ política madrileña para confrontar, ‘a cara de perro’ con la cada vez más lideresa de la derecha, Díaz Ayuso, para capitanear la contienda contra la ultraderecha ‘que amenaza los derechos y libertades’ frente a la ‘opción democrática’ que representarían los valores de esa izquierda que quiere recuperar Madrid plantea notables oportunidades, pero también peligrosos riesgos. Es una apuesta ‘a todo o nada’.

Iglesias ha sido el cabeza de lista en cuatro convocatorias electorales con un innegable y arrollador éxito inicial, desde aquellas europeas de 2014, y resultados posteriores más oscilantes. Su ‘hiperliderazgo’, adobado de algunos tintes de cierta radicalidad, ha tenido que irse modulando con el tiempo, más aún desde que él y los suyos entraron a formar parte del gobierno. Su última apuesta por Madrid, que muchos creen con fundamento que estaba más planeada de lo que se ha dado a entender, abre apasionantes interrogantes acerca del futuro liderazgo de Unidas Podemos y sobre el propio devenir de su carrera política futura a nivel personal. Arrogarse, como ha hecho, todo el peso bajo sus espaldas de recuperar o no Madrid para la izquierda es un juego que solo puede salir, en términos taurinos, ‘o por la puerta grande o por la enfermería’. De momento parte por debajo de lo que su arrogancia le llevó a suponer al haber cosechado la negativa de Íñigo Errejón y la candidata de Más Madrid, Mónica García, a concurrir conjuntamente. Algo lógico, si se comparan los 20 escaños de los ‘errejonistas’ con los escasos siete de Podemos, pero que coloca a Iglesias en la difícil tesitura de evitar, en primera instancia, quedar por debajo del cinco por ciento mínimo que exige la ley para obtener representación parlamentaria. No dudo que obtendrá un resultado superior, pero a partir de ahí, su famoso ‘cielo’ se encuentra algo más lejos que la irrelevancia política final de su marca frente al músculo parlamentario que previsible obtendrán el PSOE y Más Madrid.

Mónica García: el azote de Ayuso en la pandemia

Aunque también podríamos completar este titular con otro igualmente vistoso: la candidata madrileña que le dijo no a Iglesias; fue a ella a quien correspondió el ‘minuto de gloria’ que se hizo viral de dar un sonoro portazo al ¿ofrecimiento? O más bien absorción que el líder morado pretendía de quienes un día fueron sus compañeros de partido. A ella, me consta, le ha dado igual porque ese protagonismo le ha dado aún más fuerza si cabe de cara a una parte notable del electorado madrileño que está, claramente, a la izquierda de Gabilondo y del PSOE, pero también cansada de lo que consideran promesas incumplidas de Podemos y los que un día fueron ‘los suyos’. El futuro político inmediato es prometedor para esta médica madrileña de 47 años, y le deseo éxitos porque creo que los merece. De momento, cuentan de ella que es una de las parlamentarias a las que más teme la presidenta madrileña; por algo será. 

Espadas pues en alto y todo listo para vivir una apasionante campaña electoral que tendrá que definir aún cuál será su marco claro de desarrollo; si el de la confrontación entre extremos o la lucha por la búsqueda de un centro social y político que muchos madrileños, cansados de tanta crispación, pueden estar buscando y necesitando mucho más de lo que algunos políticos creen.

En Madrid está ya todo dispuesto para que dé comienzo, en menos de un mes, una apasionante campaña electoral en la que ya están definidos tanto sus principales actores como también el marco y las estrategias para conservar -en el caso de los populares y su líder, Isabel Díaz Ayuso- o conquistar, en el caso de la izquierda, Gabilondo e Iglesias, el gobierno de esta Comunidad.

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