Durante la guerra civil Madrid se convirtió en un símbolo de la resistencia republicana frente a las tropas franquistas. Fueron más de dos años de lucha. Con el frente más próximo situado en la Ciudad Universitaria, donde, como recuerda Fernando Fernán Gómez en sus memorias, los milicianos iban a pegar los tiros para luego volver a su casa a la hora de cenar.

De Madrid se hablaba en Nueva York y en Moscú, desde donde se quería controlar el destino de la República a través del minúsculo Partido Comunista, para desesperación de los republicanos. En París y en Londres veían a la capital de España como el último obstáculo para evitar que el fascismo del Eje decidiera desencadenar la Segunda Guerra Mundial. A Madrid había que venir a luchar, era el frente por la libertad. A la Ciudad Universitaria acudió desde Cataluña el anarquista Buenaventura Durruti al frente de de la Columna que llevaba su nombre para encontrar la muerte tras ser herido por un balazo en el pecho.

El próximo día 28 de marzo se cumplirán 82 años de la caída de Madrid. Calló el rompeolas de todas las Españas y cayó la II República, que nada más se sostuvo tres días después de que las tropas de Franco entraran victoriosas en una ciudad que había resistido heroicamente el asedio, el hambre, los bombardeos y la cruel represión de los que la transformaron en una gigantesca checa.

Pablo Iglesias quiere devolvernos al Madrid de los años 30, pretende que volvamos a cavar trincheras y que nos matemos los unos a los otros. Debería recordar una de las más acertadas enseñanzas de Carlos Marx: la historia nunca se repite, pero los acontecimientos que se produjeron como tragedia, pueden repetirse como miserable farsa.

Iglesias ha cogido su fusil pero ha cometido un error de principiante. Ha convertido a su oponente, Isabel Díaz Ayuso, en la heroína de su guerra particular. El circo que rodea al líder de Podemos que, este sí, no le llega ni a las suelas de los zapatos, reproduce mecánicamente el discurso que emana del jefe. Queriendo eliminar a Ayuso, han convertido a Madrid en Sodoma y Gomorra. Madrid "no es una ciudad segura para las mujeres" (dice Irene Montero); aquí vienen "decenas de miles de franceses a emborracharse" (argumenta el provocador Pablo Echenique). Podemos y sus amigos independentistas (ERC levita de placer con estos insultos) han alimentado la madrileñofobia a la que se apuntan otros líderes autonómicos que juegan un papel secundario en este reality que no da ni para miniserie de Netflix.

El error de Iglesias ha sido identificar a Ayuso con Madrid. La ofensiva es tan brutal que ha convertido a la presidenta de la Comunidad en un símbolo

Sin quererlo Iglesias y su troupe han entronizado a Ayuso como la genuina defensora de Madrid. Las encuestas no hacen sino demostrarle a Iglesias lo equivocado que está. Gente que nunca hubiera votado por la candidata del PP ahora dice a las claras que quiere darle su apoyo. Taxistas, camareros, restauradores, muchos jóvenes a los que sus amigos de otras ciudades miran con envidia...

En Madrid, por mucho se empecine cierta prensa catalana, no queremos la independencia (en este pecado aún no hemos caído). Queremos que la ciudad siga siendo tan abierta como lo ha sido siempre, un lugar donde no se discrimina a nadie ni por su lengua, ni por su procedencia, ni por su raza o sus creencias.

No queremos trincheras en Madrid. Lo que reclamamos es que nos dejen vivir en paz. Los datos, como las encuestas, son testarudos, Pablo. El crecimiento de la Comunidad, ahora la indiscutible locomotora de España, demuestra cuáles son las políticas que funcionan. De eso se ha dado cuenta hasta Ángel Gabilondo, que ya no habla de subir impuestos y que deja en mal lugar a sus compañeros (entre otros a la ministra de Hacienda) que hablan de "dumping fiscal", cuando lo que está haciendo la Comunidad es aplicar de forma inteligente el margen que le da su autonomía fiscal.

La ceguera guerracivilista de Iglesias sólo tiene un posible final: enterrar a su partido en la misma ciudad donde los jóvenes del 15M comenzaron a soñar con asaltar los cielos.

Durante la guerra civil Madrid se convirtió en un símbolo de la resistencia republicana frente a las tropas franquistas. Fueron más de dos años de lucha. Con el frente más próximo situado en la Ciudad Universitaria, donde, como recuerda Fernando Fernán Gómez en sus memorias, los milicianos iban a pegar los tiros para luego volver a su casa a la hora de cenar.

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