Bien está que los dirigentes socialistas de todos los niveles sigan todavía en estado de conmoción por el guantazo político recibido en las elecciones del 4 de mayo en Madrid. Pero ya es hora de ir recuperándose del golpe y sobre todo, de disimular ante la opinión pública el hecho de que este es el momento en que aún no se han repuesto de una derrota sobre la que no se les ha oído todavía un solo auto examen exploratorio de las causas que han producido su monumental debacle, culminada además con la pérdida del segundo puesto en el orden de la representación parlamentaria de formaciones políticas en la Asamblea de Vallecas.

Lo que sí hemos visto y escuchado han sido las delirantes declaraciones de la vicepresidenta Carmen Calvo que trataba a los votantes madrileños como auténticos imbéciles a los que se podía succionar el voto, como hacen las aspiradoras, con sólo mencionar y celebrar que en la capital de España y en toda la Comunidad se pueden tomar libremente tantas cañas como se desee y encima acompañarlas con una lata de berberechos. Por cierto, un apunte al margen: cuando la presidenta madrileña habló de que si en su sede de gobierno los servicios de seguridad se dejaban colar siquiera un mero abrelatas de mejillones, al día siguiente estaban todos en su casa. No eran berberechos los de Díaz Ayuso, eran mejillones. Lo digo por precisar, que es algo que nunca sobra.

Si insisten en su torpe y cerril actitud van a producir un daño inmenso a todos los alcaldes socialistas que en estos momentos gobiernan ocho de los 10 ayuntamientos más grandes de la Comunidad

El caso es que el análisis de la vicepresidenta resultó penoso y de una altura lamentablemente infinitesimal, propia de gentes de pocas, pero que muy pocas luces. Se excusa el desliz porque pudo ser cosa del trauma del día siguiente. Pero resulta que el mismísimo Gobierno sigue enrocado en la misma letanía y eso sí que ya es de mucho preocupar.

La intervención de la ministra de Asuntos Exteriores del Gobierno de España el pasado miércoles, en la sesión de control del Gobierno, nos dejó una prueba del paupérrimo nivel al que ha descendido la controversia parlamentaria. No merece la pena reproducir sus palabras porque fueron rebotando de un tópico al otro sin perder ni uno solo para explicar que Madrid, la presidenta de la Comunidad de Madrid, es la que tiene la culpa de que el Reino Unido no haya incluido todavía a España en los destinos turísticos a los que autoriza a viajar a sus ciudadanos. Porque sube la media, dice la ministra, que ignora que esa media es todavía demasiado alta en España, con Madrid y sin Madrid.

El episodio viene al caso porque demuestra que en el Gobierno y en el Partido Socialista también se siguen negando a examinar con rigor , honradez y ecuanimidad las causas de su derrota y de la aplastante victoria de la candidata del PP.

Pero conviene advertirles: si siguen así, diciendo tantas simplezas, reprochando a los ciudadanos su falta absoluta de cabeza y de sentido común por no haberles votado a ellos, el problema de incomprensión de lo que les ha pasado les puede llevar al hundimiento definitivo de las opciones del PSOE dentro de dos años.

Y no sólo eso. Si insisten en su torpe y cerril actitud van a producir un daño inmenso a todos los alcaldes socialistas que en estos momentos gobiernan ocho de los 10 ayuntamientos más grandes de la Comunidad. Si la ola que ha llevado a Díaz Ayuso en volandas a tocar con los dedos la mayoría absoluta se sigue fomentando desde el PSOE y el Gobierno, como insisten en seguir haciendo casi 15 días después de las elecciones, que no les quepa duda de que en todos esos ayuntamientos en los que la candidata del PP ha arrasado el 4M al PSOE habrá nuevos alcaldes y serán todos o casi todos del Partido Popular.

No tiene nada de extraño, por lo tanto, que en Génova y en la Puerta del Sol estén encantados con la ofensiva bajuna de la que esta siendo objeto la presidenta Ayuso porque cuanto más traten desde el PSOE a los madrileños como una caterva de palurdos abrazados a un botellín de cerveza y bailando la conga por la Plaza Mayor, más irritarán a los votantes, incluidos aquellos que siempre hasta ahora apoyaron a la izquierda pero que han cambiado su voto en estas últimas elecciones. Y no precisamente porque se haya celebrado una corrida de toros en Las Ventas, seamos serios, aunque sólo sea un poco. Ayuso se alza hoy provisionalmente sobre una parte de los votos recibidos, que son prestados, hasta ver qué uso hace de ellos. Pero los ataques contra su gestión, las exageraciones groseras, las desmesuras no harán otra cosa que consolidar a su favor esos apoyos circunstanciales recibidos.

No podemos decir con seguridad que en España hayamos entrado en un nuevo ciclo político como pretenden convencerse a sí mismos los dirigentes del Partido Popular

Eso sin tener en cuenta hasta qué punto se están preparando desde la sede del gobierno de la Comunidad de Madrid y también desde la sede nacional del Partido Popular para responder a los ataques. Cuanto mayor sea el fragor de la batalla y si Ayuso y su gente no cometen errores graves –que ya se ocuparán ellos de evitarlos- peor le irá al Partido Socialista y a Pedro Sánchez en concreto, que tiene por delante unas cuantas decisiones arriesgadas.

Una de ellas es la celebración de primarias en Andalucía en un momento en que lo sucedido en Madrid le ha supuesto al presidente el mayor golpe recibido desde que está en el Gobierno. Si la apuesta le sale mal, Sánchez tendría que encajar el segundo golpe en el plazo de dos meses, lo cual le dejaría en muy mala situación para abordar la decisión más peligrosa para su futuro político de aquí a las próximas elecciones: la concesión del indulto a los condenados por el intento de asalto a la Constitución con la declaración independentista de 2017.

En definitiva, no podemos decir con seguridad que en España hayamos entrado en un nuevo ciclo político como pretenden convencerse a sí mismos los dirigentes del Partido Popular. Pero sí que el viento ha dejado de soplarle de cola a Pedro Sánchez y que, si persiste en el error de no rectificar los errores cometidos, puede encontrarse con que la suerte le vuelva la cara.

Mientras tanto, en el PP celebran cada ataque a la presidenta de la Comunidad de Madrid porque eso no sólo le beneficia a ella sino que  engorda también las perspectivas de Pablo Casado.

Los socialistas tienen dos años para amarrar los ayuntamientos que ahora mismo gobiernan y para consolidar una oferta creíble y atractiva en la Comunidad. Dos años es muy poco tiempo y los están encarando de la peor manera posible.