No tiene nada de sorprendente que la dirección del PSOE lleve ya dos semanas sin convocar a su Comisión Ejecutiva. Y es que inevitablemente tendrían que plantear allí la cuestión ardiente de los indultos no anunciados todavía de forma oficial pero sí sugeridos por el presidente del Gobierno y defendidos cada vez con mayor vehemencia por sus ministros y por sus terminales mediáticas.

Y no tienen nada que decir más allá de lo que ya se ha dicho públicamente, con extraordinaria torpeza, por cierto. Y eso a pesar de que la Ejecutiva socialista, que se hizo a la medida Pedro Sánchez y a su imagen y semejanza, es la mera prolongación de su largo brazo y no es de esperar nada parecido a un debate intenso y vehemente como los que se celebraban en otros tiempos más gloriosos del PSOE. Pero aún así, sus miembros no son tontos y por eso se temen angustiados que esto les acabe "estallando en la cara".

Pero a pesar de tenerla domesticada, no la convocan. Es que no es posible argumentar con una mínima solidez la justificación de unas medidas de gracia para quienes no la han pedido y además han reiterado que lo volverán a intentar, que volverán a cometer el delito por el que se les ha condenado.

No es posible defender unos indultos a quienes sostienen que la sentencia fue injusta

Es más, no es posible defender unos indultos a quienes sostienen que la sentencia que condenó a los dirigentes del desafío a la Constitución de septiembre y octubre de 2017 fue una sentencia injusta dictada por un tribunal, que es nada menos que el Tribunal Supremo, que les sometió a un juicio político para practicar con ellos su sed de venganza.

Sencillamente porque con un planteamiento así lo que supondría para los condenados el indulto es que el Gobierno se ha hecho eco de sus acusaciones. Y efectivamente, el propio Pedro Sánchez cometió la semana pasada el monumental error de contraponer la medida de gracia, que él adjudicó al espíritu de “concordia” del Gobierno, con las condenas penales que están cumpliendo los dirigentes independentistas, que él se atrevió a calificar de “revancha" y de "venganza”.

Seguramente no era su voluntad hacer una contraposición tan grosera y tan falta de fundamento, pero el caso es que lo dijo aunque seguramente se arrepintió porque en ese preciso instante colocó del lado de los golpistas y frente a la separación de poderes, al respeto a la independencia del Poder Judicial, y frente a la sentencia del Tribunal Supremo. Una catástrofe.

Los indultos van a ser recibidos por los beneficiarios de ellos como prueba de que el Gobierno deja sin efecto la resolución del Alto Tribunal

Pero así están las cosas. Los indultos van a ser recibidos por los beneficiarios de ellos no sólo con un desdén ya anunciado sino como prueba de que el Gobierno deja sin efecto la resolución del Alto Tribunal. En una palabra, que corrige la desmesura y la consiguiente injusticia de la sentencia. No habrá otra interpretación por parte de los secesionistas, cosa que de ninguna manera se puede admitir desde un Gobierno democrático.

Y a partir de ahí, y sin haber dado los independentistas ni un solo paso en dirección a algún tipo de acercamiento o compromiso por su parte que permitiera al Gobierno decir públicamente que tiene garantías de que no van a intentar repetir el asalto a la legalidad española, se pondrán a exigir una imposible amnistía y un igualmente imposible referéndum de autodeterminación. Con una diferencia sustancial: una vez indultados se sabrán más fuertes para volver a desafiar al Estado.

En La Moncloa y en Ferraz saben muy bien que una parte importantísima de su militancia y otra parte aún mayor de sus votantes están radicalmente en contra de dar un solo paso más para contentar y facilitar la vida a unos señores que no han hecho en los últimos 10 años ni un gesto, pero ni uno solo, que permita suponer ahora que con los indultos se van a contentar y vamos a encontrar así la “solución política” a la tensión máxima que se vive desde la apuesta insensata de Artur Mas contra Mariano Rajoy en 2012.

El problema del PSOE, tanto en Ferraz como en La Moncloa, es que solo los muy fieles y los muy dispuestos a comulgar con las ruedas de molino que el socialismo les ponga delante, están dispuestos a tragarse sus justificaciones. Y aunque en la Ejecutiva nadie se les va a rebelar porque para eso la han confeccionado desactivada de inicio, el solo hecho de tener que plantear el tema les va a abrir una oleada de protestas en todos los territorios, protestas que todavía están en sordina pero que incrementarán su volumen en cuanto los responsables autonómicos y locales vayan comprobando que los votos se les escapan a la velocidad en que se escapa el agua de un cesto.

Este episodio de los indultos no va a caer en el olvido. Ya se encargarán los agraciados de exhibirlo como confirmación de su tesis

Y eso sí van a ser palabras mayores. Este episodio de los indultos no va a caer en el olvido. Ya se encargarán los agraciados de exhibirlo como confirmación de las tesis que los presentan ante su parroquia como víctimas de una sentencia injusta y, politizada, emitida por unos magistrados prevaricadores, un monumental atropello que el Gobierno se ha visto obligado a desactivar.

La posición de Pedro Sánchez y su amplio coro de apoyo es tan sumamente débil que se han tenido que apoyar en unas consideraciones de la presidenta de la organización de activistas por la independencia ANC, Elisenda Paluzie, en las que argumenta que los indultos les harán mucho daño a los secesionistas porque les desmonta el argumento tan querido por ellos de que España es un Estado opresor y porque debilita la campaña internacional que llevan tantos años haciendo en contra de nuestra democracia.

Que sean estos los argumentos de peso para justificar la adopción de una medida de gracia que no tiene justificación posible salvo la que nos anuncia, sin base alguna, ni prueba, ni nada de nada, únicamente en base a un deseo que no se va a cumplir porque históricamente se ha comprobado que todos los intentos conciliadores del Estado para “desinflamar” -término de nueva incorporación al conflicto con esa parte de los catalanes- el clima político en Cataluña se han saldado sistemáticamente con una elevación de la apuesta por parte de los que pretenden destruir la España constitucional, que sean estos los argumentos de peso, decía, son la muestra de la debilidad dramática de la posición del Gobierno en este asunto.

No sé cuándo se va a decidir Pedro Sánchez a dar ese paso hacia el precipicio de su permanencia en el poder. Pero a menos que nos aparezca un día con el compromiso por escrito -porque él sabe mejor que nadie que las palabras ya no valen lo mismo desde que él entró en escena y hundió su valor- con el compromiso por escrito, insisto, de los potenciales beneficiados por esa medida de gracia de que en adelante van a defender sus ideas dentro de la más estricta legalidad, su posición al frente del Gobierno quedará debilitada de manera irreversible.

Del mismo modo que no se lo pueden explicar con argumentos convincentes a su Ejecutiva y por eso prefieren dilatar su convocatoria, esperando a ver si les cae del cielo algún gesto de los futuros “agraciados” que les permita justificar lo injustificable, tampoco pueden explicárselo a los españoles y mucho menos convencerles de lo acertado de su decisión.

Están jugando con fuego y la experiencia nos asegura que se van a quemar.

No tiene nada de sorprendente que la dirección del PSOE lleve ya dos semanas sin convocar a su Comisión Ejecutiva. Y es que inevitablemente tendrían que plantear allí la cuestión ardiente de los indultos no anunciados todavía de forma oficial pero sí sugeridos por el presidente del Gobierno y defendidos cada vez con mayor vehemencia por sus ministros y por sus terminales mediáticas.

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