Por muchos adornos que le haya querido poner el ministro de Justicia al evidentísimo gol que el presidente del Gobierno -sin su visto bueno, este proyecto de ley trans nunca habría salido adelante- le acaba de meter por toda la escuadra a su vicepresidenta primera y estandarte gubernamental del feminismo en su lucha de tantos años en favor de los derechos y la igualdad real de las mujeres y en su oposición radical a este proyecto que difumina peligrosamente la condición de mujer, el golpe asestado a Carmen Calvo es de muy grueso calibre.

Lo que ha recibido es una bofetada política en toda la cara, cosa evidente para quien se haya tomado la molestia de observar el comportamiento de la vicepresidenta y el de la ministra de Igualdad en los últimos días. Y no sólo eso. También las intervenciones de la vicepresidenta a propósito de las derivadas de las posiciones de los independentistas en torno al pretendido e inalcanzable referéndum de autodeterminación han tenido la réplica del presidente.

La sola referencia de la señora Calvo en una entrevista radiofónica al artículo 92 de la Constitución, ese que dice que "las decisiones políticas de especial trascendencia podrán ser sometidas a referéndum consultivo de todos los ciudadanos" fue objeto de inmediata rectificación por parte de Pedro Sánchez en otra entrevista, esta vez en la televisión.

A ningún miembro del Gobierno que se mete en estos jardines se le cierra el paso de esta manera

A ningún miembro del Gobierno que se mete en estos jardines se le cierra el paso de esta manera y ahí tenemos al ministro Miquel Iceta revoloteando alrededor de unas llamémoslas "propuestas creativas" con la idea del referéndum como centro de variadas fórmulas sin que Sánchez le haya parado todavía los pies.

Pero el hecho es que la posición política de Carmen Calvo se está debilitando a los ojos de todos los observadores sin que se haya detectado ni un solo movimiento por parte del presidente para hacer revertir esa impresión.

Y el hecho de que, a preguntas de Cristina de la Hoz, el entorno de la ministra Irene Montero se haya permitido el lujo de explicar con toda claridad que el acuerdo para sacar adelante el proyecto de ley trans, a la que la vicepresidenta primera lleva oponiéndose con uñas y dientes desde la aparición de su primer borrador, se ha hecho al margen de ella, únicamente con el acuerdo de la ministra de Igualdad y el titular de Justicia, Juan Carlos Campo, evidencia hasta qué punto la posición de la señora Calvo ha perdido ya muchos enteros, por lo menos ante el presidente del Gobierno.

Y para rematar la faena, la fuente de nuestra compañera aclara que este asunto de la luz verde al proyecto de ley ha sido tratado por la vicepresidenta segunda Yolanda Díaz y el presidente Sánchez en exclusiva y mano a mano, evidentemente sin la participación de la señora Calvo "porque esto era una prioridad para nosotros", se justifica.

Este golpe inesperado y asestado por el jefe del Ejecutivo a quien es todavía su número dos ha estado condicionado por la inminencia de la celebración del Día del Orgullo LGTBi. Pero su explicación solo tiene sentido como el resultado de un cálculo frío sobre los beneficios frente a las pérdidas que pueda reportarle esta medida en términos de apoyos.

Es obvio que Pedro Sánchez le ha proporcionado a Irene Montero la baza por la que venía suspirando desde hace meses. Todos los colectivos afectados y beneficiados por esta ley tendrán ahora más motivos para respaldar con sus votos a un Gobierno que se ha hecho eco de sus reivindicaciones.

Y él y sus asesores saben que el voto del movimiento feminista con todas sus diferentes organizaciones es un voto prácticamente cautivo porque, aunque estén radicalmente en contra del daño que inflige esta ley a la lucha de las mujeres, ese voto no va a emigrar hacia los partidos de centro derecha y menos aún al de la derecha radical.

El presidente no va a perder nada más allá del profundo rechazo de los movimientos feministas

Por lo tanto, el cálculo es evidente: el presidente o su asesor de cabecera han calculado que no va a perder los votos de los movimientos feministas, más allá de su profundo rechazo a las demoledoras consecuencia que sobre la lucha de las mujeres va a tener esta ley, porque está, están, seguros de que ese rechazo que no se va a traducir en pérdida de votos.

Si a eso le sumamos que el debate sobre esta ley va a ser lo bastante intenso como para enmascarar en parte la polémica desatada en todo el país con motivo de la concesión de los indultos a los secesionistas condenados y la constatación de que la medida de gracia, malamente justificada por el Gobierno, no ha producido el menor apaciguamiento del independentismo sino, al contrario, el incremento del tono de sus eternas exigencias, tenemos la explicación de este inesperado y oportuno anuncio en favor de la ley trans.

Es puro cálculo político, aunque tiene la particularidad de aplicarse sin el menor rastro de consideración personal o de agradecimiento a la vicepresidenta primera por los muchos y a veces difíciles servicios prestados al presidente quien, a pesar de todo, la ha dejado colgada de la brocha a la vista del público en general, de eso no cabe ninguna duda.

No sería de extrañar que, después de tamaño golpe, a Carmen Calvo le espere también un segundo desprecio, éste en forma de cese en la próxima remodelación del Gobierno.

Por muchos adornos que le haya querido poner el ministro de Justicia al evidentísimo gol que el presidente del Gobierno -sin su visto bueno, este proyecto de ley trans nunca habría salido adelante- le acaba de meter por toda la escuadra a su vicepresidenta primera y estandarte gubernamental del feminismo en su lucha de tantos años en favor de los derechos y la igualdad real de las mujeres y en su oposición radical a este proyecto que difumina peligrosamente la condición de mujer, el golpe asestado a Carmen Calvo es de muy grueso calibre.

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