La Convención del PP, que se celebrará en Valencia la próxima semana, se diseñó desde Génova como un revulsivo para tensar al partido de cara a las elecciones generales.

Pablo Casado, tras el fracaso de la moción de censura de Murcia y, sobre todo, tras la victoria de Madrid del pasado mes de mayo, vio cómo la mayoría de las encuestas -exceptuando obviamente a las del CIS- comenzaban a sonreírle por primera vez desde que accedió al liderazgo del PP. Tras el discreto resultado obtenido en los comicios de noviembre de 2019 (89 escaños), Casado comenzaba a ver la luz: la posibilidad cada vez más factible de derrotar al PSOE, algo que parecía un sueño en febrero, cuando el PP se hundió en Cataluña.

Una convención no es un congreso. No se trata de elegir al equipo que debrá afrontar la segunda parte de la legislatura, sino de un acto organizado teóricamente para debatir propuestas, pero con el inconfesable fin de ensalzar la figura del líder y movilizar a las bases con el caramelo de que la victoria sobre Pedro Sánchez es factible.

Génova sigue contando con el favor demoscópico, aunque su impulso va perdiendo fuerza. En este contexto, casi de empate técnico, la sobrexposición mediática puede suponer una oportunidad. Pero también un riesgo.

Hay que tener en cuenta que la convención de Valencia se celebra unos días después de las elecciones alemanas, donde es muy probable que el partido de Merkel pierda ante una resucitada socialdemocracia. ¿Quién va a sustituir a la canciller en su papel de liderazgo indiscutible del centro derecha europeo?

Casado podría jugar a convertirse en referente del conservadurismo, pero para ello sería necesario un triunfo contundente sobre el PSOE, incluso aunque necesitara el apoyo de Vox para gobernar.

El hundimiento de Ciudadanos le ofrece al PP la oportunidad de recuperar su papel como partido ancla del centro derecha en España. Cuenta para ello, además, con un alto rechazo ciudadano al gobierno de coalición PSOE/UP.

Génova ha diseñado la convención como un acto reivindicativo de la figura de Casado. El centro derecha no recuperará el poder mientras no cuente con un liderazgo integrador

Pero para dar ese salto cualitativo, dejar de ser ser la mosca cojonera en la oposición para convertirse en la alternativa real de gobierno, es necesario creérselo. Pues bien, la manera en la que Génova está gestionando la convención de Valencia arroja dudas sobre esa capacidad para mostrar al país que la derecha tiene, por fin, un jefe capaz de ofrecer una perspectiva de mejora a la mayoría de los españoles.

Génova ha diseñado el acto de la próxima semana con un único objetivo: que sólo se luzca Casado. Y ese objetivo casi obsesivo ha llevado a la dirección del partido a cometer continuos y abultados errores.

Hagamos memoria. En primavera, cuando se anunció la convención, la dirección del PP dio por hecho que en el acto estaría presente Albert Rivera, el fundador de Ciudadanos, que, tras su dimisión después del batacazo de su partido el 10-N de 2019, ha coqueteado con una vuelta a la vida política activa de la mano de los populares. Rivera es un activo indudable, y su presencia en Valencia hubiera reforzado la imagen de Casado como líder integrador capaz de atraer el voto de centro ahora huérfano.

Finalmente, Rivera no irá a Valencia. Se dice que Génova no quiere quemar ese cartucho, que utilizará cuando se convoquen las generales. Ya veremos. Pero, en principio, se ha perdido la oportunidad de aparecer ante los españoles como una derecha amplia e integradora, necesaria en todo caso para superar los diez millones de votos.

Después se produjo la absurda guerra de Madrid. El empecinamiento de Génova de no apoyar la candidatura de Isabel Díaz Ayuso a presidir el PP de Madrid, creando incluso un enfrentamiento artificial con el alcalde Martínez-Almeida, revela un cierto miedo a la competencia, una falta de generosidad que no se corresponde con un dirigente que debe poner el interés del país y del partido por encima de las pequeñas miserias personales.

El rifirrafe ha sido tan traumático que ha estado a punto de frustrar la asistencia de Díaz Ayuso a la convención. ¿Se imaginan una acto de relanzamiento del PP sin la presencia de la mujer que derrotó a la izquierda en Madrid e insufló de moral al partido?

Al cónclave tampoco asistirán José María Aznar ni Mariano Rajoy, que harán una aparición como actores secundarios en provincias. Desde luego, ni Casado ni Teodoro García Egea han puesto toda la carne en el asador para que acudieran y dar así la sensación de que el acto pretendía sumar a todas las sensibilidades del partido con el objetivo de ganar en 2023. Sin embargo, en Génova rebajan la importancia de sus ausencias: "No se notará", dicen. Con piropos así no se ganan adhesiones.

La respuesta que dio el número dos del partido a la entrevista en El Mundo de Esperanza Aguirre (que calificó de "chiquilicuatres" a algunos miembros de la dirección popular), acusándola implícitamente de corrupción, tampoco es una muestra de inteligencia. En lugar de ignorarla, la dio relevancia. Ese fue un gran día para el noqueado PSOE madrileño.

Para rematar la lista de descolgados, ayer Cayetana Álvarez de Toledo, ex portavoz en el Congreso y ex candidata del PP en Cataluña, dijo que no acudirá a Valencia porque no se la había invitado para debatir, sino "sólo para aplaudir".

Así que el acto que debía haber significado un rearme político del PP como partido hegemónico del centro derecha, en su camino firme hacia la Moncloa, se ha ido convirtiendo poco a poco en un acto exclusivamente reivindicativo de la figura de Pablo Casado.

Eso lo único que evidencia es debilidad. Casado todavía no ha sido capaz de integrar de verdad y no sólo de boquilla a barones regionales como Núñez Feijóo, Moreno Bonilla o Fernández Mañueco.

La presencia en Valencia de líderes internacionales del centro derecha europeo, un secreto hasta ahora muy bien guardado, no servirá para tapar los agujeros que deslucirán la convención.

Además, el peligro que corre Génova es que su acto se compare con el Congreso del PSOE, que se celebrará quince días después también en la capital valenciana. Sánchez, tocado electoralmente, aunque recuperándose, ha seguido el camino inverso a Casado. En lugar de reabrir viejas heridas, lleva meses ocupándose de que el PSOE dé un ejemplo de unidad e integración.

La Convención del PP, que se celebrará en Valencia la próxima semana, se diseñó desde Génova como un revulsivo para tensar al partido de cara a las elecciones generales.

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