El adelanto electoral en Castilla y León no le salió bien a Pablo Casado porque no consiguió ninguno de sus tres objetivos. A saber: acercarse a la mayoría absoluta; pillar desprevenidos a los partidos provincialistas y reducir su influencia, y no verse abocado a pactar con Vox.

Eso es así, guste o no a Génova, que se empeña en responsabilizar a Fernández Mañueco de una decisión que el presidente castellano leonés nunca hubiera adoptado sin el empujón de la dirección del partido para que inaugurara en Valladolid el inicio de un cambio de ciclo político.

Casado está ahora en una tesitura -pasa de mí este cáliz- que nunca hubiera deseado: pactar con Vox para gobernar, o tener que volver a convocar elecciones. Y es en ese escenario en el que Pedro Sánchez, haciendo gala de su proverbial oportunismo, le ha ofrecido la abstención del PSOE en la investidura de Fernández Mañueco a cambio de que el PP rompa sus acuerdos con Vox en Andalucía, Murcia y Madrid.

El presidente del PP hizo el martes un atinado discurso -como bien valoraba en su artículo de ayer Victoria Prego- en el que llevaba el debate sobre la negociación con el partido de Abascal a la cuestión esencial: "Nuestros principios son nuestras condiciones", dijo el líder del PP.

Casado se ha zafado así de una pinza muy peligrosa: el PSOE por un lado exigiéndole a cambio de su abstención un cordón sanitario contra Vox; y Vox exigiéndole para darle su apoyo que renuncie a políticas nucleares, como son las de igualdad.

Antes de tomar cualquier decisión, todos deberían estudiar qué es lo que ha ocurrido en las elecciones del 13-F. Es decir, qué han dicho los votantes, más allá de la interpretación interesada de los partidos.

Lo primero que llama la atención es el giro a la derecha. En las elecciones de 2019, la suma de los votos del bloque de la derecha (PP+Ciudadanos+Vox) acaparó el 51,97% de los votos; mientras que el bloque de izquierdas (PSOE+UP+IU) obtuvo el 42,09%. Más o menos, diez puntos de diferencia. Ese margen aumentó el 13-F a casi 20 puntos a favor de la derecha: PP, C's y Vox acapararon el 53,56% del voto, mientras que PSOE, UP, IU y Equo obtuvieron en conjunto el 35,13%.

Si Casado aceptara el cordón sanitario contra Vox que propone Sánchez a cambio de que Fernández Mañueco pudiera gobernar en Castilla y León, una parte importante de los votantes del PP se irían al partido de Abascal

La derecha subió 1,6 puntos, mientras que la izquierda perdió siete. Eso sí que es un varapalo.

La segunda cosa que llama la atención es que los partidos provincialistas (Unión del Pueblo Leonés, Soria Ya y Por Ávila) pasaron de sumar el 2,73% de los votos en 2019 a rozar el 7% (6,98%) en las elecciones de pasado domingo. Es decir, lograron cuatro puntos más.

¿Qué ha ocurrido para que se conforme ese nuevo mapa político marcado por el ascenso de la derecha, el retroceso de la izquierda y el auge de los pequeños partidos localistas?

Consulto a Narciso Michavila (GAD-3), probablemente el analista que más se aproxima en sus encuestas a los datos finales, sobre este asunto. Me dice que aún su equipo no ha concluido el análisis de transferencia de votos, pero que ya podemos apuntar algunas cosas sin temor a equivocarnos. "Ha habido transferencia de votantes de Podemos al PSOE y del PSOE a los partidos provincialistas de la España vaciada", afirma. Eso es evidente, por ejemplo, en Soria, donde el PSOE ha pasado de ser primera fuerza (19.732 votos) en 2019 a ser tercera fuerza en 2022 (7.800 votos), mientras que el PP sufría una ligera caída y Soria Ya se colocaba como primera fuerza (18.390 votos).

¿Dónde ha ido a parar el voto de Ciudadanos? Michavila apunta que "un porcentaje importante se ha ido a la abstención, mientras que otra parte se ha pasado al PP, que, a su vez, ha perdido votantes que se han ido a Vox".

Conclusión: el voto de la España vaciada hace mucho daño al PSOE, mientras que Vox se nutre fundamentalmente de votos procedentes del PP.

El partido de Casado ha ganado un poco de fuerza en las grandes ciudades, pero ha perdido fuelle en los pequeños pueblos, donde le ha comido terreno Vox. Las políticas del Gobierno de coalición contra la caza, a favor del lobo, contra el consumo de carne o del azúcar han llevado el voto rural hacia Vox. Y ese voto no es mayoritariamente de gente mayor, que sigue siéndole fiel al PP, sino de gente joven. Votantes que, por ejemplo, ven muy poco la televisión generalista y que, por tanto, son impermeables a la presión de lo políticamente correcto.

Lo que tenemos, por tanto, es un PSOE (y por extensión una izquierda) en pleno retroceso y una derecha en auge fundamentalmente por el ascenso de Vox.

Aquí es donde viene la trampa. Lo que le ofrece Sánchez a Casado es perdonarle sus pecados, otorgándole el carnet de demócrata pleno, a cambio de que rompa con el partido al que han ido una parte muy importante de sus votantes. Si el PP aceptara el ofrecimiento del presidente del Gobierno la fuga de votos hacia Vox sería masiva. Abascal se haría, con toda seguridad, con la hegemonía de la derecha en España. Y, probablemente, eso es lo que busque Pedro Sánchez con su oferta.

Oferta propagandística por otra parte, hecha para dar carnaza a los incautos o a los que piensan que el presidente del Gobierno pretende librar al PP de la mancha que significa gobernar con Vox.

Isabel Díaz Ayuso, que ha vuelto a marcar distancias con Génova, planteó la cuestión de una manera que entienden muy bien sus votantes: antes pactar con Vox que con los que pactan con Bildu.

¿Significa eso que el PP tiene que ceder a las pretensiones de Abascal para que le dé su apoyo en Castilla y León? No. Nada a cambio de renunciar a los principios. Ahí tiene que mantenerse firme Casado. Si Abascal quiere que Vox entre en el gobierno en Valladolid tiene que ser sobre la base de un programa concreto y realista, no de llevar al PP a su terreno. Y si no cede, que sea Abascal quien asuma la responsabilidad de una repetición de las elecciones. Eso es algo que muy pocos votantes de Vox -recordemos, ex votantes del PP- entenderían.

El alcalde de Málaga, Francisco de la Torre (PP), un hombre sensato y moderado, dice hoy en El Independiente que él sería partidario de una gran coalición del PSOE y el PP en el Gobierno, pero que no respalda un cordón sanitario contra Vox. Es una postura coherente.

Si Sánchez cree de verdad, y no sólo como una añagaza, que hay que blindar la democracia contra el populismo, lo primero que tiene que hacer es renunciar a los apoyos de ERC y EH Bildu, y prescindir de su socio de Gobierno. Y luego, sobre esa base, ofrecer al PP un pacto de Estado.

Por ahora, en España, eso es política ficción.