Evidentemente, el Gobierno está sobreactuando de una manera obscena porque ya no le basta ni siquiera la carta que le ha mandado el presidente de la Junta de Castilla y León Alfonso Fernández Mañueco al presidente Pedro Sánchez y se prepara para acudir nada menos que al Tribunal Constitucional para prevenir por la vía de hecho algo que no tiene ni siquiera un protocolo diferente al que ha habido hasta ahora.

Está muy claro que al Gobierno le interesa mantener viva la polémica cuanto más tiempo mejor porque se envuelve de esa manera en defensor de los derechos de las mujeres excluyendo al PP de esa defensa y sumando a este partido con Vox en su particular defensa de la natalidad.

Pero están haciendo el ridículo con tanto aspaviento y tanto agitar los brazos sin que haya nada ni nadie a quien espantar. Feijóo ha hablado ya y tampoco ha sido suficiente. Quieren más, quieren que las estrategias del PP coinciden con la estrategias de Vox, lo cual es imposible porque Feijóo no sería quien es si esas estrategias coincidieran.

Ahora bien: yo no le haría ascos a la ruptura del gobierno de Castilla y León, algo que ayer dijo con más o menos claridad Ignacio Garriga y luego vino a echar agua a ese vino Iván Espinosa de los Monteros.

La coalición de gobierno no le resulta ni medio conveniente a Nuñez Feijóo y a sus planes de futuro porque esto que les está pasando les puede volver a pasar en cualquier momento cuando ya sea demasiado tarde para  rectificar. 

Hay tiempo para disolver las Cortes. Eso tendría varias ventajas para el PP: le enseñaría los dientes a Santiago Abascal

Si el ínclito García-Gallardo insiste en obligar a los médicos o a las embarazadas que estén decididas a abortar a escuchar el sonido del corazón del feto, algo que ya han dicho los médicos que es desaconsejable en las primeras semanas del embarazo, miel sobre hojuelas, se rompe la coalición de gobierno y se está a tiempo de concurrir a las elecciones autonómicas libres de los García-Gallardo que se paseen por las filas de Vox. Hay todavía tiempo para disolver las Cortes y acudir a las elecciones de mayo.

Eso tendría varias ventajas para el PP: le enseñaría los dientes a Santiago Abascal que sabría que el PP sería siempre, siempre, la formación mayoritaria con la que no se puede jugar. 

Se sacaría de  encima un acuerdo que es nefasto para los propósitos de Núñez Feijóo. 

Se les quitarían las ganas a los de Vox de ir por libre si fuera necesario un acuerdo posterior de coalición. 

Desconozco los términos del pacto de coalición de Castilla y León pero espero que no sea como el pacto que tiene amarrado al PSOE con Podemos que no permite al presidente prescindir de la ministra Irene Montero, por poner un ejemplo de gestión desastrosa, porque está atado de pies y manos por el contenido de ese acuerdo. Pero si fuera así, mejor que mejor para disolver las Cortes.

Y, finalmente, se privaría al PSOE de un argumento que está dando ahora sus frutos pero que puede darlos más y mejor en el futuro como Garcia-Gallardo insista en mantenella y no enmendalla. Y con él los de Santiago Abascal en su conjunto. 

Porque existe en el seno del Partido Socialista la sensación de que pase lo que pase, ellos ganan. Tanto si hay un nuevo protocolo porque se organizará la marimorena, como si no lo hay y será porque ellos habrán puesto pie en pared para impedirlo.

Y al PP se le va a quedar cara de tonto porque está metido en una batalla que no es suya pero en la que todas las tortas se las está llevando él, como el payaso de las bofetadas de mi infancia (ahora no  sé si eso existe o supone una agresión humillante y por lo tanto ha sido borrado del repertorio).

Yo no le veo más que ventajas a la ruptura de la coalición y a la disolución de las Cortes castellano y leonesas para dejar las cosas claras en todos los sentidos: para pararles los pies a los de Santiago Abascal, para que no hagan el gamberro si no quieren sufrir las consecuencias y para darle la vuelta a la sonrisa de satisfacción del PSOE rodeando sus caras.