A Pablo Casado lo dejaron solo en su torrecilla de Génova, más cuarto de estudiante que cuarto de guerra, porque yo creo que lo que le ha pasado es que se ha hecho viejo opositando a sí mismo como a notarías. Muere con los puñitos sobre el juego de escritorio, bajo un crucifijo dominico y el reloj de la abuela como un reloj del Titanic, sin entender la política como el que no entiende nunca el Código Civil. Tras el eterno estudiante vendrá el catedrático con cátedra gótica de piedra, que ya ni siquiera tiene que hacer política porque sólo hace turismo de monasterios o paradores para sus mayorías. O sea, Feijóo. En el PP se diría que no necesitan ahora un líder, sino una especie de reverendo padre. Feijóo es tanxugueiro, tipista, de un regionalismo asotanado y agarbanzado de garbanzos de Fraga, pero, como ha dicho Cayetana, en el PP lo ven como el “adulto de la habitación”. Se va Casado y resulta que sólo quedan niños más el Papá Pitufo que es Feijóo. Hasta Ayuso se considera niña, y por eso no se va a postular.

El PP ha recurrido a Feijóo por una cuestión de veteranía y osamenta, como ese falso Valle-Inclán que veíamos en la mesa de edad del Congreso y que nos parecía natural / sobrenatural allí igual que el Dios Padre de la Capilla Sixtina. Después de ponerse de moda los Riveritas (Casado tenía que ser el Rivera del PP), ahora parece que nos volvemos hacia el señor de cayado bíblico, patriarcal y anublado de canas y bucles de borreguito, algo que habíamos olvidado entre esos nuevos políticos con obligación de parecer animadores de crucero, publicistas de brainstorming o monitores de cienciología. De Feijóo dicen que tiene autoridad moral, como si la moral se criara con la edad, igual que los pelos de las orejas. A mí Feijóo me parece que hace política de la gaita, o sea que apenas hace política como ya he dicho, sino un decanato del tipismo, de la tibieza y de la leyenda del galleguismo, que a uno le parece como la leyenda del beso, más zarzuela que antropografía.

El PP tiene que recurrir a Feijóo, o Feijóo se ha tenido que poner ahí, al frente del PP, porque sólo quedaban niños de gusiluz en el partido. Feijóo, en realidad, es otro que siempre ha querido y no ha querido, ha estado y no ha estado, ha dicho y no ha dicho, y eso no vamos a definirlo como galleguismo por no parecer que estamos en un festival de la canción ni en esa política de museo del vestido. Feijóo es lo que es, nifrionicalentismo, una especie de clima más que una ideología. A mí todo eso me recuerda al propio Casado, que tampoco supo ser ni no ser, estar ni no estar, querer ni no querer, salvo en un par de momentos brillantes, que los tuvo. Feijóo, otro bienquedista, otro de los del talante (no se puede convertir la política en mero clima sin convertirte tú en un soso árbitro de voleibol de todo), era de los que criticaba el tono de Cayetana y Ayuso como lo hacía Ferreras, como lo ha hecho Casado al final, que ya lo glosábamos aquí el otro día.

Feijóo, en realidad, es otro que siempre ha querido y no ha querido, ha estado y no ha estado, ha dicho y no ha dicho

El PP ahora se enfrenta a Vox más que a Sánchez, pero uno no ve cómo Feijóo y su sirimiri y su baño maría ideológicos podrían servir para bajar a Vox de su galopada. Se dice que en Galicia Vox no existe, pero ya digo que en Galicia la política es una especie de clima de rebequita, ése es el triunfo del PP gallego. En Galicia no hay Vox por una cuestión de costumbre y de economía, como la costumbre de tener un señor cura para todo, que es lo que parece Feijóo allí. Pero en el resto de España no hay ese clima, no hay esa costumbre, no hay ese cura de todas las fiestas y todos los entierros, sino que el PP tiene batalla ideológica, batalla cultural y hasta batalla científica con ese Vox con un yelmo de Mambrino que es bacía de barbero y con un nacionalismo iliberal que es una heráldica de la coz.

De Feijóo sólo queda su antigüedad de sargento, su mecedora, su galleguismo, su cafelito templado y su barba de velcro que no tiene, como un Melchor municipal. O sea, que es otro Rajoy, el salvador del PP va a ser otro Rajoy, otro señor de paragüero en el alma y caramelo de viejo en el bolsillo. Ya cuando se hablaba de Feijóo para sustituir a Rajoy se estaba planeando terminar en otro Rajoy, que es lo que uno veía sin ningún sentido. En realidad, todo era un poco Rajoy excepto Casado, por eso mismo ganó a las dos dolorosas del PP apuñaladas de nácar, Soraya y Cospedal. Pero Casado, empollón de estampita que hacía brillantes discursos sin papeles como un niño pianista, se nos malogró. Primero, haciendo un poco de Rajoy también, y luego, aceptando el bebedizo de ego y miedo que le ofreció Egea, ese Mefistófeles de concierto de Hombres G.

Todo se derrumba, el Mefistófeles de polvos picapica ha dimitido y Casado ya estaba dimitido o muerto desde ese lunes en el que se dio cuenta de que no tenía al PP en el puño ni en el estuche del violín, de que en el partido lo consideraban un traidor y no un purista. Ahora, Feijóo, Papá Pitufo o padre de Papá Pitufo (ese padre Abraham que salía cantando con ellos), viene a salvar al PP vestido de tirolés gallego o viene para volver a cumplir la maldición de Rajoy, o sea que siempre el PP termine en un Rajoy, ambiguo, dormido, pasivo, apocado, ajeno o ausente.

Algunos se preguntan si un PP de Feijóo es compatible con Ayuso y Cayetana, pero yo no creo que el PP sea mucho tiempo de Feijóo, si llega a serlo. Las estrellas tienen otro designio, no hace falta ser bruja de Eurovisión ni demasiado avispado para verlo. Pero para eso Ayuso se tiene que dar cuenta de que no puede estar mucho más haciendo de mera Pitufina en la política, ni de niña en las negritas de los columnistas como en las rodillas de los viejos.