El Sáhara era un zapato lleno de arena para España, para Europa, para la geopolítica, y a lo mejor Sánchez lo que ha hecho ha sido vaciar ese zapato para seguir con sus andares de guapo de orillita, de hamaquero guapo. Sánchez se ha quedado solo después de darle la vuelta a toda nuestra barcarola sentimental con el Sáhara, que duraba 50 años y pesaba no como un zapato sino como una barca de arena. El Sáhara aún nos llena de culpa y de churumbeles, o de una culpa de churumbeles, de haber dejado por allí churumbeles abandonados, como un feriante. A Sánchez no le ha importado nada esa culpa, esa responsabilidad, y se ha rendido a Marruecos. Hay gente que está esperando descubrir en esta extraña decisión de Sánchez una jugada maestra, el nuevo orden mundial, la redistribución de influencias y gasoductos de una nueva era. Yo creo que Sánchez da ahora lo que sea para quitarse problemas y Marruecos lo era, más que Podemos y más que esas asociaciones de jaima y pollo bereber.

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