Las líneas básicas de la política exterior de cualquier país son un asunto que compete a cada presidente del gobierno pero es un asunto de Estado en el que ningún dirigente responsable imprime un giro copernicano sin haber consultado previamente -no informado a posteriori- al líder de la oposición, al jefe del Estado y haberlo planteado al Parlamento. Es decir, justo lo contrario de lo que ha hecho Pedro Sánchez en lo que se refiere al cambio radical protagonizado por España en relación al Sáhara Occidental.

Pero no sólo eso. Ahora nos enteramos de que el entorno del presidente del Gobierno se ha dicho, o se ha querido hacer pensar, que se ha consultado o ha informado previamente a Juan Manuel Moreno Bonilla, presidente de la Junta de Andalucía, y se supone que éste le habría dado su placet a la maniobra inesperada de la que nos enteramos gracias a un comunicado emitido por la casa real marroquí.

Y lo mismo se puede decir de Juan Jesús Vivas, presidente de la ciudad autónoma de Ceuta que, éste sí, le agradeció públicamente la posición adoptada. Tiene toda la lógica la reacción de Vivas porque la ciudad vive sometida a una presión insoportable desde hace décadas por parte de las autoridades marroquíes.

La comprensible alegría de Vivas no es prueba del acierto de Sánchez ni en las formas ni en el fondo de la cuestión

Juan Vivas necesita un mínimo de tranquilidad y una cierta seguridad de que no va a ser su ciudad la que pague los platos rotos de una política cuyo diseño por ambas partes, española y marroquí, queda muy lejos de sus competencias. Pero, que se sepa, no es Vivas quien decide las líneas de la política exterior del Reino de España ni es a él a quien hay que consultarle nada en ese aspecto. Su comprensible alegría no es prueba del acierto de Sánchez ni en las formas ni en el fondo de la cuestión.

Por otra parte ¿se ha comprometido Marruecos, por escrito, lo mismo que hizo el presidente español, a respetar sine die la españolidad de Ceuta y de Melilla, que eran españolas muchos siglos antes de que el reino de Marruecos llegara siquiera a existir? Es evidente que no, porque de eso no hemos sabido nada y tampoco el Gobierno ha insinuado nada en ese aspecto.

¿Tenemos al menos algún documento que diga por escrito que no va a disputar nunca más la soberanía española de las aguas del archipiélago canario o que no va Marruecos a volver a presionar a España con masivas llegadas de migrantes ilegales en patera? No tenemos nada, solo palabras del Gobierno español y las palabras nunca han sido la base de ningún compromiso serio y duradero.

En definitiva, hemos cambiado de posición en lo referente al estatus del Sáhara Occidental por la decisión personalísima -y clandestina hasta que la casa real de Marruecos tuvo a bien informar a los españoles- de un señor que se ha saltado a la torera todos los principios que deben regir en un Estado serio los comportamientos en política exterior.

Pero hay más. En este juego de trileros en que se ha convertido la gestión de Pedro Sánchez nos enteramos ahora de que se ha consultado, o se ha informado, o algo parecido, al presidente de la Junta de Andalucía de lo que pensaba hacer, o de lo que había hecho, o algo así.

Las inconcreciones de las declaraciones efectuadas a los periodistas que le acompañaban en el vuelo de regreso son tan inconcretas, tan frívolas y tan irresponsables como todo el comportamiento del Gobierno en este asunto.

¿Por qué razón acude Sánchez a un presidente autonómico para plantearle un asunto de Estado que está a años luz de sus competencias?

Precisemos, pues. ¿Informó a Moreno Bonilla antes o después de haber cambiado por completo la posición de España sobre el Sáhara? Ese matiz es muy importante. ¿Qué le dijo el presidente del gobierno andaluz? Y sobre todo ¿por qué razón se acude en el entorno de Pedro Sánchez a un presidente autonómico para plantearle un asunto de Estado que está a años luz de sus competencias?

¿Qué pinta Moreno Bonilla en esta ecuación? ¿O es que ha ido por ahí a buscar la aprobación de quienes pudieran estar más a favor de su comportamiento y reforzarse así por la vía de los hechos ante un Parlamento que le ha dado la espalda de manera casi unánime? En ese caso su frivolidad sería tan gigantesca como inaceptable.

Y ahora, con esos comentarios lanzados al aire da la impresión de que se quiere envolver en apoyos circunstanciales, verdaderos o inventados, para oponerlos como argumento de refuerzo a una decisión que tendrá una consecuencia positiva a corto plazo pero que no tiene un pase en la forma en que se ha llevado a cabo.

Ahora el presidente de la Junta deberá aclarar a todos los españoles si efectivamente estaba enterado de lo que Pedro Sánchez se disponía a hacer a espaldas de todos los españoles y, de ser así, si informó convenientemente a sus superiores en el partido, sea el anterior presidente del PP Pablo Casado o sea el presidente in péctore Alberto Núñez Feijóo.

En cualquier caso este no es modo de comportarse porque no se trata de una timba de póquer en la que la picaresca resulta muy útil para engañar al oponente.

Las explicaciones dadas, o más bien, las insinuaciones vertidas por el presidente del Gobierno, tan satisfecho del agradecido recibimiento de Mohamed VI ante la capitulación de España a cambio de nada, quiero decir, a cambio de ningún compromiso por escrito por parte del reino alauí, no hacen sino embarrar aún más todo lo que rodea a este desdichado asunto.

Ahora esperamos que Juan Manuel Moreno Bonilla se explique. Porque Sánchez le acaba de colgar un marrón de padre y muy señor mío.