Euforia de las ministras de Economía y Hacienda: la previsión de crecimiento económico se rebaja del 7% al 4,3%. Digo euforia sin recochineo. Porque en la presentación del nuevo cuadro macroeconómico a Nadia Calviño y a María Jesús Montero sólo les faltó gritar un ¡hurra! ante el panorama económico que, en la práctica, supone que la economía crecerá un 40% menos de lo previsto en el mes de septiembre. Todo ello por culpa de la guerra, por culpa de Putin.

La vicepresidenta trató de maquillar las cifras añadiendo "datos cualitativos" al recorte del PIB, como, por ejemplo, que el crecimiento ahora es "más justo e inclusivo" o, en pirueta dialéctica, que la tasa de abandono escolar ha caído de forma significativa.

El varapalo de la revisión a la baja (mayor aún de la que prevén el Banco de España o el FMI) lo disfrazó también Calviño aludiendo a que España será uno de los países europeos que más van a crecer este año y el próximo. Se olvidó de apuntar que será el último en recuperar los niveles de renta pre pandemia.

Una hora antes de la rueda de prensa, el INE hizo público el dato del crecimiento del PIB del primer trimestre de este año, que ha sido del 0,3% (un frenazo en seco respecto al 2% de los dos trimestres anteriores). Eso significa que, con esa velocidad de crucero, este año el PIB podría quedarse en el 1,2%; o, en todo caso, por debajo del 2%. Por tanto, la previsión del 4,3 que dio ayer el Gobierno podría considerarse incluso optimista.

El menor crecimiento de la economía tiene que ver con la caída del consumo interno, que está ligado a la inflación. Aunque Calviño no dio ese dato, cosa que dejó en el tejado del Banco de España, sí dio la cifra del deflactor del consumo, que se situará en el 6,1 en 2022. Así que ya podemos hacernos una idea de por donde se va a quedar la media del IPC este año.

El Gobierno rebaja en un 40% la previsión de crecimiento económico, pero, tras el dato del primer trimestre, lograr un PIB del 4,3 se antoja muy optimista

A renglón seguido, la titular de Hacienda continuó en el mismo tono que su predecesora; eso sí, añadiendo tres o cuatro zascas al PP, por haber gestionado mucho peor la crisis de 2008 de lo que está gestionando esta su Gobierno. De nuevo, Montero confunde su papel institucional con su militancia política, pero, con la que está cayendo, ¡como para preocuparse de las formas!

Atribuyó el aumento de la recaudación fiscal (nada menos que del 15,6% en 2021 y del 7,4% este año) no a inflación, sino al aumento del empleo y del crecimiento económico. España, de todas formas, no saldrá de la banda del déficit excesivo (por encima del 3% sobre el PIB) hasta el año 2025. Montero confía en que la Comisión Europea no recupere para el año próximo las reglas fiscales que se suprimieron como consecuencia del Covid. España no bajará del 3% de déficit hasta dentro tres años, fecha en la que la deuda pública todavía estará al borde del 110% del PIB.

Tanto Calviño como Montero alardearon de las benéficas consecuencias de la reforma laboral aprobada en febrero, aunque el nivel de paro de España sigue situándose en la cabeza de la UE: este año se cerrará con el 12,8% y no bajará del 10% hasta 2025.

Ni Calviño, ni Montero hicieron referencia a dos factores que contribuirán a complicar aún más las perspectivas económicas:

1º Las compras de deuda por parte del Banco Central Europeo (BCE) concluyen en el próximo mes de julio, lo que elevará los costes financieros de las administraciones públicas.

2º En torno al verano, siguiendo la estela de la Reserva Federal y del Banco de Inglaterra, el BCE comenzará a subir los tipos en la zona euro.

3º El número de empleos con contrato indefinido ha aumentado en 290.000 tras la reforma laboral, pero la mitad de esos contratos son a tiempo parcial, lo que significa salarios más bajos.

Con una inflación subyacente que ya está un punto por encima de la media europea, un déficit estructural de en torno al 5% y el nivel de desempleo más alto de la UE, no se explica la alegría con la presentaron el cuadro macro Calviño y Montero.

La falta de realismo tal vez forme parte del ADN de este Gobierno. Recordemos que Calviño dijo hace sólo seis semanas que España era uno de los países "menos expuestos a la agresión de Rusia a Ucrania y, por tanto, uno de los países para los que se prevé un menor impacto económico". ¿Cómo explicar ahora que esa agresión ha llevado a una rebaja tan significativa de nuestro crecimiento? La razón, en boca de Calviño es sencilla: El impacto de la guerra ha sido mayor que el estimado en principio. Vale.