Pedro Sánchez se ha puesto a cambiar su partido, ya que parece que no puede cambiar mucho más en España. A Sánchez le llueven las guerras, le comen los virus, se le apaga el quinqué en un hemistiquio de la vida como a los poetas tiesos, se le queman en las manos los billetes y los bosques como el que se le quema la tostada, qué podría hacer él. Pero al PSOE sí puede cambiarlo, que eso da alegría al menos, saber que uno puede cambiar algo y no limitarse a citar el destino aciago, como un bardo ciego, o a remitir a Putin como al hombre del tiempo. Cambiar el partido cuando hay crisis en el país es como cambiar el apartamentito cuando hay crisis de pareja, pero a veces funciona. Colocar a María Jesús Montero de número dos es como colgar una máscara tribal en el salón, que ya te convierte en aventurero y en fauvista. Y poner a Patxi López de portavoz, alguien con quien uno no puede enfadarse ni tropezando con él, como el abuelo o el galgo viejo y triste de la casa, es como comprar un perro o mandar a por la parejita. Aunque quizá cambiar a Lastra por María Jesús Montero no es simplemente cambiar un cactus por otro cactus ni una chunga por otra chunga.
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