Uno querría escribir de Sánchez, que no sólo es presidente del Gobierno sino musa o muso, pero Sánchez no está todavía, anda aún como por la Laponia de su política de regalos de calcetín, y el único que sale es Félix Bolaños, ese personaje un poco portavelas o empujacarritos que está entre secretario obispal y elfo siempre resfriado de Santa Claus. Yo creo que Bolaños, con su moreno inverso de flexo, no está hecho para salir en los telediarios dando la misa sanchista, ni para dar caña como un Alfonso Guerra de karaoke, ni para subir a los atriles del PSOE con cazadora prestada de sindicalista, que parece que se ha disfrazado de cowboy de circo. En Bolaños todo suele quedar sobrecargado, desubicado o forzado, que es lo que pasa cuando uno no está en su sitio. Decir que el PP es como Pierre Nodoyuna es gracioso dicho por un gracioso, pero sólo es perezoso en alguien que parecía destinado a misiones arquitectónicas o asesinas en el sanchismo.

Bolaños es un urdidor de sotanillo, un Mefistófeles de pupitre, y cuando quiere hacer de político de balcón lo que parece es el hijo gótico del Gobierno que ha bajado al salón el domingo, asustando a las visitas y al sol. Bolaños resulta tétrico cuando quiere ser ingenioso y resulta falso cuando quiere ser demoledor. O no tiene el tono o no tiene el argumento, o el tono arruina el argumento, o el argumento se pierde en el tono, que está entre opositor cantando el Código Civil y subastador de arte sacro, de falsos Zurbaranes mal deshollinados. Lo de Pierre Nodoyuna a mí sólo me parece dar el pie para que alguien replique que claro que sí, porque Sánchez es como tener de presidente del Gobierno a Penélope Glamour. O sea, que Bolaños usa los dibujos animados y sólo consigue que le devuelvan el escobazo de Tom y Jerry, cosa que lo convierte, por eso mismo, en puro dibujo animado.

No, Bolaños no es Alfonso Guerra con levita, que Bolaños se diría que siempre lleva levita, como Mortadelo, y cuando no lleva su levita lo percibimos disfrazado, como estaba en el acto del PSOE, disfrazado de socialista empanado en pana o anteriorizado en ante. Bolaños no es Guerra, pero eso tampoco nos extraña, porque a los empollones nunca se les ha dado bien la burla, excepto quizá a ese monstruo que era Guerra, claro. Es más normal que en política te toque un Aznar mediocritón y machacón, un Rajoy o un Feijóo refraneros, un Zapatero abducido, este Sánchez puramente autoerótico o cualquier matón de atasco dominguero antes que alguien verdaderamente ingenioso. Lo grave, sin embargo, no es que el empollón falle en el chiste ni en el plinto, sino que falle en la lógica, que es lo único que podría salvarlo.

Entre el sotanillo de la Moncloa y el ministerio del planchado de camisas de Sánchez se nos ha perdido el aprendiz de Mefistófeles y el Pitagorín del sanchismo

Un Bolaños que afirma que la política de Sánchez con los indepes les va a dar votos a Page o Lambán, o que aquellos días de luto por el Constitucional decía que “el TC no puede paralizar la actuación de las Cortes” y confundía el recurso previo con el mero recurso de amparo; un Bolaños que ahora dice que Feijóo es incapaz de “basar su discurso en la realidad ni en la verdad” (¿el sanchismo apelando a la realidad y a la verdad?); este Bolaños, en fin, a mí me parece que ya se ha perdido como gracioso y como empollón, o sea que se ha perdido definitivamente. Entre el sotanillo de la Moncloa y el ministerio del planchado de camisas de Sánchez se nos ha perdido el aprendiz de Mefistófeles y el Pitagorín del sanchismo, seguramente porque ha intentado serlo todo a la vez, el ministro de la cera y del algodón y el killer con mira telescópica tras la mirilla de ventanuco del búnker.

Bolaños, el ministro perejil que dijo una vez Macarena Olona, o sea que está en todas las salsas y además tiene algo de Paco Porras de la política, ha querido ser una especie de factótum o Fígaro del presidente y sólo está consiguiendo que todos los fracasos de Sánchez (el bananerismo con el TC por ejemplo) sean fracasos suyos, o al revés, que todos sus fracasos vayan cayendo sobre el colchón ya lleno de piedras de Sánchez. Con el sanchismo agonizando, todavía sorprendido o incrédulo de su mortalidad, como si el guapo de la Moncloa fuera el guapo Aquiles; con los barones haciéndole ya la cama o la mortaja a Sánchez como viejas del pueblo, y hasta con Juan Lobato en el PSOE madrileño copiándole medidas fiscales a Ayuso, Bolaños ya sólo acierta a burlarse de Feijóo sacándole un dibujito animado. A mí, la verdad, tal como está la cosa, eso me parece como burlarse del Correcaminos, un inocentón que sólo tiene un par de palabras o silbos pero que ahora es inalcanzable y te va a hacer morder el polvo. 

Yo creo que Bolaños no está hecho para esto, para salir en la tele como en El día del Señor ni para animar al personal del PSOE vestido de socialista de Cuéntame, sino para asesinar con el abrecartas o para firmar sentencias o argumentarios con tinterito de sangre a la luz del flexo del búnker, que no quema como la exposición pública. Pero aquí todavía tenemos la ambición cateta de ser ministro, que parece una aspiración franquista, que te llamen de El Pardo ya seas perito, torero, locutor o pequeño ruiseñor. Ministro quiso ser Baltasar Garzón, y yo creo que también Iván Redondo, y por no conseguirlo se amargaron y consumieron ya para siempre. Bolaños, sin duda, prefiere consumirse en las contradicciones que en las sombras.

 No, lo de Bolaños no es el chiste, ni el plinto, ni la lógica, ni el telediario, ni el atril en el que se planta con traje pasado de moda de vampiro antiguo o de vaquero de cajetilla de tabaco. Pero la venganza del empollón se hace así, de madurito, a través del chalé, de la plaza fija o de un ministerio que en tu pueblo tiene prestigio de administración de lotería o de Eurovisión junior. Uno hablaría de Sánchez, ya digo, pero sólo está Bolaños, lo mismo para enterrar papas que para enterrar en nieve, ahora o en diciembre, al propio sanchismo.