El tito Berni puede ser inocente y también puede ser elegante con gabardina y calcetines, quién sabe, pero el PSOE está muy nervioso y Patxi López no sabe qué hacer con toda esta gran putada, no sabe siquiera si contestar como Patxi o contestar como Pichi, “el chulo que castiga”. “A ti que más te da”, le soltó a un periodista que le preguntó por la famosa cena pandémica con 15 diputados, y lo volvió a repetir en el café con Susanna Griso (parecía que a Patxi López lo habían metido dentro de la gran taza que decoraba el plató, como a un explorador en la marmita, y ya empezaba a hervir por las gafas, dos peceritas hirviendo). El tito Berni a lo mejor no se iba con putas de corva ancha, sino que lo liaban los amigotes, y a lo mejor sólo es culpable de llevar mondadientes en los bolsillos en vez de caramelos de menta. Pero el PSOE es incapaz de contestar sobre tan inocentes cenas y tan inocentes postres sin que Patxi López parezca que se asfixia o que te va a meter con el mechero, como con la Sole aquélla.

El PSOE ha salido con su “contundencia” y su “tolerancia cero”, que dicho así parecen dos fragatas, y lo que uno no entiende es que, con esas dos fragatas detrás, fragatas de guerra o fragatas de musical, López se dedique a esquivar las preguntas con peinetas o a quedarse hirviendo en el atril o en la taza de Griso, como la rana escaldada de la fábula. A Félix Bolaños, que todo lo dice con el mismo tonillo de opositor o de curita, marcando a veces el compás con la mano, como hacía Lully con el bastón (hasta que se machacó el pie y murió de la infección, por cierto); a Bolaños, decía, no se le nota el nerviosismo ni se le notan las mentiras. Él puede estar moviendo la momia de Franco como un caballo de ajedrez, o acusando al Tribunal Constitucional de amordazar al Parlamento, o dirigiendo la marcha militar que acompaña a sus dos fragatas, fragatas contra la corrupción o sólo con Marta Sánchez a bordo, y todo le suena igual, como el niño de San Ildefonso repetidor que parece. Pero a Patxi López no.

Patxi estoy seguro de que quiere ser a la vez justo y leal, respetuoso y pragmático, y como no puede se queda bloqueado o se vuelve agresivo, igual que esos robots de Asimov cuando su programación se contradecía. El tito Berni, por supuesto, no ha inventado nada, ni las mordidas, ni los panolis, ni los arrimados, ni las claves secretas sacadas del menú del día, ni las putas que dan besos de callos a la madrileña, chicle y cenicero, por ese estricto orden. Tampoco ha inventado él ese socialismo que puede mezclar la conciencia de clase con el mangazo y el puticlub de cortina de macarrones con el feminismo. Mucho menos ha inventado el tito Berni la cacería, ni la revancha, ni la crueldad de la política. Sánchez quería permanecer impoluto en su traje berenjena (alguno, como Camps, murió en su traje de muerto inventado); quería quedar incorrupto a pesar de los castizos ERE, de los malversadores consolados y de los sediciosos olvidados, pero resulta que los comensales del tito Berni son pertinentes, sospechosos y curiosos como el mismo mote de pederasta que gasta su exdiputado, y ahora toca explicarse o, quizá, sólo quemarse.

A este PSOE que se libra de los problemas con cheques o culpando al horóscopo le ha tocado lo peor de las corrupciones, o sea la de la sospecha morbosa y la de la mancha difusa e indeleble

A este PSOE que se libra de los problemas con cheques o culpando al horóscopo (a Sánchez el horóscopo le trae apocalipsis inevitables como a las solitarias les trae un guapo desconocido), o sea que se libra con tapabocas o con estafas; a este PSOE, decía, le ha tocado la peor de las corrupciones, o sea la de la sospecha morbosa y la de la mancha difusa e indeleble, ésa que a veces no se va ni con la inocencia, y que ya probaron otros. El tito Berni, aficionado a las cenas y recenas, al roneo pegajoso, al taco con gomilla floja y a los cubatas de balón con pezón de señorita, es uno de estos personajes tóxicos que no basta con expulsar para poder volver a tu colchón perfumado, que Sánchez a lo mejor espera eso. El tito Berni, con nombre de camello proxeneta, ya ha contaminado cada cena, cada conversación, cada propina y cada guiño, como si fuera Villarejo, y Patxi López no puede invocar un secreto de los diputados socialistas comensales, como si fuera un secreto de los caballeros del rey Arturo, para callarse o para soltar sólo frescas. 

Patxi López, que parece que está puesto ahí para ir quemándose sólo un poco antes que Sánchez, como un parapeto que el presidente ha hecho con sus peluches o sus hombreras, ya arde por su felpa. Ir a cenar con el tito Berni, sentarse quizá a su lado y ver cómo le suda el labio como otra ingle o la calva como una moneda; ir a cenar incluso a un reservado y durante el confinamiento, con ambiente de sótano de póquer, de borrachera de tablao o de estriptis de cerillera de la Gran Vía; todo eso no tiene por qué llevarte a la corrupción ni al felpudo. Pero el portavoz del PSOE no puede empezar a soltar humo por las orejas ni vaciladas por la boquita cuando le preguntan, que además a Patxi López eso no le pega, como no le pegan los tirantes, la nariz de boxeador ni la navajita con cachas de nácar.

El PSOE está nervioso y a Patxi López se le nota más, o es al único al que se le nota, quizá porque está ahí para parecer sincero o incluso para ser sincero si los sudores le dejan. Patxi es el único que suda y tiembla entre todo ese séquito sanchista de ministros y secuaces que parece un ejército de ninjas (Bolaños parece un ninja de colegio de pago). Quizá Patxi, simplemente, prefiere callarse o soltar un corte de mangas a mentir. Sea todo esto corrupción, indigestión, herpes, cinquillo o canguelo, no da buena espina que el tito Berni parezca tranquilo y cómodo con gabardina a pelo y Patxi López parezca cocido en la marmita de un café.