No concibo que Pedro Sánchez pueda quedar mal en ningún evento internacional donde se exhiba camisa exótica, sueltecita o transparentosa, ahí con pezón de dátil, pezón de pico de tucán, pezón de berenjena o pezón de paramecio. La gente cree que Sánchez tiene que sacar algo de estas reuniones, salvar un poco el mundo como un surfero ecologista y rastafari, llevarles por ahí la democracia como una guitarra folk o una cachimba. Pero no, Sánchez sólo quiere encajar, e iría no ya con camisa balinesa o guayabera, sino vestido de cactus o de cocotero, iría semidesnudo como un pescador de perlas si hiciera falta, para que viéramos que nadie está en los sitios mejor que él, y que hasta sus pezones se mueven, adaptan y teselan como ojos de camaleón. Eso sí, lo más importante es dejar la cosa ahí, en el protocolo y la mímesis, no va uno a meterse en política cuando el personal está de fiesta ibicenca o panameña o hawaiana. Eso es lo que le ha venido a decir Sánchez a Feijóo a cuenta de la Cumbre Iberoamericana. Uno no habla de derechos humanos con guayabera, a menos que sea un aguafiestas, como el rey Felipe VI.

La guayabera borraba las banderas y las corbatas en la Cumbre Iberoamericana, e incluso yo creo que también borraba la política, que estaba de más, que daba calor pensar en ella como pensar en un cocido o en el anorak fake del papa (parecía que Bergoglio se había quedado atascado en un iglú igual que en la butaca acolchada de su despacho, y tenía que andar con él como dentro de un tacataca). Con la guayabera puesta uno parece que sólo quiere sobrevivir a la calorina, al día, a la croqueta y al anfitrión, esos anfitriones que te especifican en la invitación, siempre muy merengada, que hay que venir con guayabera o con corona de margaritas en la cabeza, e incluso, a ser posible, con Antonio Banderas o Carlos Herrera, dioscuros o Gemeliers de la guayabera. Con la guayabera puesta uno no puede pensar en otra cosa que en que va con guayabera y tiene que comportarse de manera acorde, como cuando se va de frac y uno siente que debe masticar como un nobel o sudar como un pianista, si acaso está masticando o sudando. O como cuando se va con salto de cama, claro, que yo creo que Sánchez, con flor de encaje en el pezón, lo había entendido perfectamente.

Sólo nuestro rey, que va con cualquier prenda protocolaria igual que en pijama, puede estar con guayabera, con pajarita blanca de piqué o con kilt y seguir hablando de democracia y derechos humanos

Con la guayabera, con el frac o con el salto de cama es difícil hablar de política y sin duda lo hacen para eso, para que uno se centre en su supervivencia como comensal o en la supervivencia como especie, pero en la supervivencia al fin y al cabo. Y si hay algo que sabe hacer Sánchez es sobrevivir, con guayabera tableada, traje berenjena o poncho bolivariano. Sólo nuestro rey, que va con cualquier prenda protocolaria igual que en pijama, puede estar con guayabera, con pajarita blanca de piqué o con kilt y seguir hablando de democracia y derechos humanos, siquiera de sus obviedades, que ése es su protocolo, hablar de las obviedades de la democracia como de las obviedades de la Navidad. Para Sánchez, sin embargo, hablar de democracia y derechos humanos es la mayoría de las veces una descortesía y un agravio. No va a ponerse a hablar de eso en Santo Domingo si no puede hablar de ello con Esquerra, con Bildu ni con esas socias suyas partidarias de la tiranía del feminismo antipunitivo y más bien pajillero. O sea, que el rey incluso con guayabera hace su discurso de cadete, pero Sánchez hace sólo su pase en la pasarela, en el catwalk que se dice, y que él calca como el propio felino, ya lo vemos también en el Congreso, donde aparece como con sintonía de Don Gato.

La Cumbre Iberoamericana no va de democracia ni de derechos humanos, de ahí que Sánchez le haya dicho a Feijóo que él no tiene ni idea de estas cosas, de cumbres, de geopolítica ni de trapitos. Yo le doy la razón a Sánchez, sobre todo en lo de los trapitos, que ya hemos visto cómo ha aparecido Feijóo en Yo Dona, vestido del primo Carlton o de boyband de los 90 (yo diría Boyz II Men, con ese crema de brutal contraste o ironía). Feijóo, que quizá se ha querido poner de guayabera en los periódicos por no estar en esa cumbre, y sin saber ir de guayabera (él iba sólo de catálogo de pantalones para gente con treinta años menos); Feijóo, decía, había criticado a Sánchez por ir a estos saraos y arrodillarse ante los autócratas y tiranuelos de sombrero panameño y ventilador. No es exactamente así, que Sánchez no se ha postrado, sólo ha ido a sobrevivir y a exhibirse ante el ceviche, el equívoco hermanamiento colombino y las autocracias de paipái, como se sobrevive y exhibe uno ante una anfitriona marbellí con transparencias, sandalias, hermanamiento de vecindad, ceviche y paipái. Eso es la geopolítica, que uno va a la política exterior como a un yate que te invitan.

No se trata de arreglar el mundo ni de arreglar España, sino de quedar educado y conjuntado sin renunciar a lo sensual. Claro que Sánchez no habló de democracia, ni de religión, ni de fútbol, que es cosa de metepatas o de Borbones campechanos. Sánchez sólo hace geopolítica de guayabera, o sea ir a los sitios con gorrito y trapito típicos (un poco como si los de esas misiones de la UE vinieran aquí vestidos de torero) y enseguida acomodar el pezón al sol o a la borla de las costumbres o intereses locales. Y Sánchez hace esto como nadie, que yo creo que por eso los saharauis han perdido el Sáhara y nosotros hemos perdido Argelia. A ver qué nos quita China, que a Sánchez lo han invitado allí y lo mismo les da Lavapiés o Usera, como cosa de cortesía o como rescate por algún móvil chino con virus, en plan Pegasus.

Claro que Sánchez no mencionó la democracia en la cumbre, ni tampoco se la menciona a Mohamed VI, ni a los que hablan aquí de la Constitución franquista y los jueces fachas. De lo que no se entera Feijóo, vestido de baladón con gorgoritos, es de que la apariencia lo es todo y a la Cumbre Iberoamericana, como a la que toque, se va para estar, posar y, si acaso, sorber. Y yo creo que Sánchez, como siempre, ha cumplido con creces, dejando allí, mejor que democracia, mejor que valentía, mejor que principios y mejor que negocios, perfume de jazmín y un inolvidable eclipse de pezón.