En el PSOE no se ponen de acuerdo. Para unos, los que conforman el equipo más cercano al presidente Sánchez, la operación de impulsar la candidatura de Yolanda Díaz como muleta electoral en sustitución de Podemos movilizará al electorado progresista y puede darle la victoria al bloque de izquierdas en las próximas elecciones generales. Otros, sin embargo, particularmente los más alejados del influjo presidencial, como Emiliano García Page, creen que es un error dar oxígeno a una marca que se nutrirá en parte de los votos que le robará al PSOE.

Los datos dan la razón a los escépticos. Incluso en la hipótesis más optimista (aquella que contempla la unión, hoy improbable, de Sumar y Podemos) los partidos que conforman la coalición de Gobierno se quedarían más de 20 escaños por debajo de los que ahora tienen en el Congreso, lo que haría muy difícil, por no decir imposible, la repetición del fenómeno Frankenstéin, según muestra la media de las últimas encuestas publicadas.

El presidente del Gobierno descarta la idea de que el PSOE pueda gobernar en solitario, pero cree que el miedo a un Gobierno de PP y Vox hará el milagro de convertir las abstenciones en votos para los partidos que hoy le permiten mantenerse en la Moncloa.

Hasta ahora ese escenario se corresponde más con un deseo que con la realidad. El desgaste tras cuatro años de Gobierno de coalición es evidente. A pesar de que el PSOE rectificará la ley del sí es sí, después de que esta norma haya beneficiado a más de 800 violadores, la imagen que queda para el votante socialdemócrata moderado es que volver a gobernar con los mismos, aunque sea con Yolanda como líder indiscutible, es un lío. Tampoco ayuda a estos desanimados socialistas a taparse la nariz para votar PSOE la perspectiva de que, de nuevo, Sánchez va a tener que recurrir al apoyo de los independentistas catalanes -que vuelven a hablar de referéndum- y de Bildu.

Por ahora, los números no salen. Sánchez ha renunciado a un PSOE ganador. Es como si Feijóo apoyase a Olona para quitarle votos a Abascal y así tener un socio menos radical

En realidad, lo peor que tiene la hipótesis de una repetición de la coalición de izquierdas es que no ofrece nada nuevo. Su único aliciente es evitar una alternativa que puede ser aún peor. Virgencita que me quede como estoy, parece ser el trasfondo de la estrategia de cara a las próximas generales.

Otro aspecto que opera en contra del PSOE es haberle dejado a Yolanda Díaz la bandera del cambio. Le han permitido aparecer ante el votante progresista como la garantía de que el Gobierno va a implementar políticas de izquierda. Con la diferencia respecto a Pablo Iglesias de que Díaz tiene mejor imagen que el líder de Podemos, al que, por otro lado, ella le debe su ascensión al liderazgo del espacio electoral a la izquierda del PSOE.

Tenemos pues a un PSOE que ha renunciado a gobernar en solitario, y casi a ganar las elecciones, y que lo fía todo a que Sumar sustituya en votos y escaños a Unidas Podemos. ¡Qué lejos quedan los tiempos aquellos en que ese espacio lo ocupaban más de cinco millones de votantes! Claro que aquel momento histórico -las elecciones de 2016- coincide con el peor registro alcanzado nunca por el PSOE (85 escaños).

Las elecciones municipales y autonómicas del 28-M nos darán algunos datos interesantes, como, por ejemplo, quién gana en toda España en votos, o si el PSOE es capaz de retener la comunidad de Valencia o ciudades importantes como Sevilla. Pero no servirán para medir el “efecto Yolanda”. Entre otras cosas porque la ministra de Trabajo hará campaña en Madrid o en Valencia apoyando a listas que compiten directamente con Podemos (grupo al que teóricamente ella pertenece). Y en otros lugares, como Barcelona, hará campaña junto a Ada Colau, cuya candidatura sí incluye a Podemos. Se podrá saber si Podemos sufre un descalabro, cosa bastante probable, pero no sabremos si Sumar es capaz de compensar esa caída. A partir del mes de junio y hasta diciembre tendremos que seguir pendientes de las encuestas.

Si la izquierda y sus aliados no llegan a sumar más de 175 escaños, estaremos no sólo ante un cambio de ciclo, sino ante el fracaso de una operación de laboratorio que consiste en vaciar a Podemos para llenar una marca sin estructura ni programa conocidos y que se apoya exclusivamente en la capacidad de seducción de su líder indiscutible, Yolanda Díaz.

Imagínense que Núñez Feijóo apoyase descaradamente a Macarena Olona para que su nuevo partido abra en canal a Vox y así facilitarle al PP un gobierno de coalición con una líder menos extremista que Santiago Abascal. Pues eso es lo que ha hecho Pedro Sánchez con Díaz y la destrucción controlada de Podemos.

Insisto que lo peor que ha hecho Sánchez ha sido renunciar a que el PSOE sea alternativa de Gobierno sin necesidad de apoyos, jugando a ser el líder de un conglomerado que agrupa desde independentistas a radicales de izquierda. Eso es lo que ha convertido al PSOE en un partido con un techo muy bajo, al que sólo Tezanos se atreve a dar más del 30% de los votos.