Después de haber tenido Consejos de Ministros en mítines de globito y Mirinda (cuando Sánchez apela al socialismo, ya inexistente en su partido, parece que habla de la Mirinda), y de haber tenido mítines de globito y Mirinda en los Consejos de Ministros, el Senado parecía un lugar más adecuado para la campaña. Ya he dicho que esta campaña es total, está en los descampados, en las instituciones, en los ministros con traje por arriba y chándal sanchista por debajo, y también en el Senado, que debería ser un frutero regional pero ahora es una sala de despiece. Bildu, o más bien la retrospectiva etarra en Bildu, que nunca se acaba, como las retrospectivas flamencas de los flamencos, le ha reventado la campaña a Sánchez, vino a decir Feijóo, o ha reventado la campaña sin más. En realidad, el asunto no es Bildu, que siempre ha tenido dentro o cerca guerrilleros, carniceros y chupatintas de ETA, sino Sánchez, al que le da igual si el socio viene con sentencia del Supremo, con cabalgata de muertos o con porrón regional, que es lo que suele sacarse en el Senado. Claro que esta vez lo que se sacaba, festiva y por lo visto democráticamente, era un porrón de sangre.

De lo que se hablaba en el Senado, con algo de Senado romano, con su generalón altivo y vaporoso frente a algún senador aldeano, ese senador como de un Tusculum gallego que parece Feijóo; de lo que se hablaba allí, decía, no era de si Bildu es ETA, o es legal, o es estético o ético, o es de naranja o de limón, como la Mirinda o el socialismo de Sánchez. Ni siquiera de si con ETA hablaron todos, hasta Aznar, quizá en un euskera con acento mexicano. De lo que se hablaba, aunque Sánchez pretendía evitarlo, es de que nuestro presidente no tiene escrúpulos. Convictos sediciosos, convictos asesinos, leyes que envían a violadores y malversadores a la calle o al balneario, Mohamed VI quedándose con el Sáhara como si se llevara el móvil y las gafas de su tumbona o colchón monclovita, que a lo mejor también... No hay límite en lo que Sánchez puede soportar, tragar, sostener, negar, voltear, malvender, olvidar; nada ante lo que él no pueda ofrecer su invariable cara de estampilla sedente y su democracia retórica, democracia que por lo visto lo aguanta todo, como una gran rebanada con productos de matanza, con tal de mantenerlo a él.

Bildu mete a etarras como un partido de taurinos metería a toreros, con orgullo, jolgorio y mucha música de palitroques. No, lo que ocurre con Bildu es que retrata a Sánchez.

Decía Sánchez que el PP utiliza ETA cuando no tiene otra cosa, como si no hubiera, en nuestras hemerotecas con letra gorda y en nuestros frigoríficos con telarañas, de dónde sacarle a nuestro presidente mil campañas, desde el mismo momento en que salió a correr con perrito y fotógrafo no tanto como Kennedy sino como Paris Hilton. Lo que ocurre con Bildu no es que hayamos descubierto ahora en ellos la bicha, como si les descubriéramos el flequillo. Bildu mete a etarras como un partido de taurinos metería a toreros, que no sé qué se puede argumentar contra esa evidencia que además en ellos se manifiesta sin pudor, con orgullo, jolgorio y mucha música de palitroques. No, lo que ocurre con Bildu es que retrata a Sánchez. Después de los indepes con salvoconducto y hasta con premio, después de aprobar leyes dañinas a sabiendas, después de rendir el Estado a sus enemigos declarados, sólo le quedaba ordenar en la Moncloa, ante sus ministros que son mitad corbata y mitad chándal quinquillero, que una lista con asesinos no mereciera ruptura, ni reproche, sólo el silencio o la cabezada, esa normalidad democrática como esa paz de los cementerios

Como dijo Feijóo, hasta el PNV, el del árbol y las nueces, ha sido más duro con Bildu que Sánchez. Sánchez sacó a Aznar con bota vaquera, sacó a Rubalcaba con un ojo tapado (por el otro ya había visto el viejo socialista ese horror que él llamó “Gobierno Frankenstein”, recuerden), y sacó lo del insulto (el insulto, los malos modos, no es que ganen a la mentira, es que ganan incluso a los tiros). Por supuesto, Sánchez también fue más duro con el PP que con los que llevan asesinos con huella dactilar sangrienta, que no los llevan porque no tengan particulares que poner sino porque siguen respetando y admirando esa manera de hacer sangre patriótica como el que hace sangre encebollada. Pero si Bildu tiene su amoralidad castiza del asesinato como mero guisoteo, y no nos sorprende, Sánchez tiene la amoralidad de que eso no le importa, no le preocupa, no lo para, y eso tampoco nos sorprende, aunque sin duda ya nos harta.

El tema no era Bildu, que es lo que es y ni siquiera por cálculo electoral se preocupa en disimularlo, sino Sánchez. El tema era que con Sánchez es posible este Bildu crecido sacando en procesión a sus etarras de martirologio, igual que es posible que la ultraizquierda intente colar leyes antijurídicas, o que se cambie el Código Penal a voluntad de sus socios delincuentes, o que nuestra política exterior de repente se rinda a un dictador de eructito y culo de cojín, que por lo visto todo esto es tan pestilente como democrático. Tuvo mucha gracia el senador canario Fernando Clavijo, que dijo que Sánchez, haga lo que haga, tiene un gran concepto de sí mismo y de su Gobierno, que se le nota hasta en los andares. El tema, en fin, era que con Sánchez es posible todo, sin límite político, moral ni estético, sin que se le quiebre no ya la lógica ni el mentón sino la manera en que garbea por los pasillos. Es como si con esto de Bildu ya rebosara todo, y además rebosara en sangre, mucha sangre con mucho cuajarón y mucha baba. No es que haya reventado la campaña, es que ha reventado Sánchez.