Vox, que ahora está haciendo su gran desembarco con infantería de estanco, toreros con relicario, abadesas estreñidas, requetés domingueros, dependientes de camisería e hidalgos góticos con tomate en el calcetín, sólo está intentando sobrevivir al ciclo natural de los populismos. El populismo siempre muere de realidad, a menos que llegue a controlar la propia percepción de la realidad, que es en lo que siguen coincidiendo Abascal, Sánchez e Iglesias, que por eso atacan a los medios a la vez que sueñan con lucir en ellos y, claro, con controlarlos. El populismo no puede vencer mucho tiempo ni del todo, como los milenarismos con Mesías o nave nodriza, sino que tienen que sobrevivir entre la angustia, la conspiración, el aplazamiento, el cautiverio y el victimismo (de nuevo, miren a Abascal, Sánchez e Iglesias, que son como La Trinca del populismo). Los pactos con Vox están pareciendo difíciles, raros, caóticos y hasta cacofónicos porque Vox no quiere gobernar sino sobrevivir, que no es lo mismo. Y sobrevivir, ahora, requiere asegurar posiciones, fastidiar al PP y, sí, ayudar a Sánchez.

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