De Podemos no es arriesgado afirmar que queda poco. Lo que vino a cambiar la política, hoy se ahoga en Sumar y, si acaso, saca cabeza por la insistencia de Belarra en mantener como ministra a Irene Montero llegado un nuevo gobierno de coalición… aunque nada garantiza la continuidad de Belarra.

Los inicios de Podemos estuvieron marcados por la propia novedad, un exceso de presencia, cierto descaro, la potenciación del afecto, el protagonismo del sentimiento y la mística de lo académico.

Respecto al sentimiento, no es arriesgado afirmar que es producto de una tendencia que hemos visto crecer en los últimos años. Esencialmente, hace que lo emocional se interponga en todo. Recordemos a Bescansa con su hijo en el Congreso, el abrazo de Pablo Iglesias a Pedro Sánchez en Moncloa, el beso en la boca de Pablo Iglesias a Xavier Domènech también en el Congreso o, en herencia, las recientes muestras de afecto de Yolanda Díaz a Carles Puigdemont y a Toni Comín.

Por supuesto todo esto no es más que le evidencia física de aquello de proteger y hacer prevalecer los sentimientos que nos trae el posmodernismo (que no es que yo empate con la aplicación del término pero, ya saben: significante/significado y quién soy yo para revisitar la terminología).

De lo otro, de lo académico, muchos venían de ser docentes en universidades o de tener publicaciones y, con ello, trajeron a escena la ciencia política con nombres, términos e innumerables citas: Gramsci y “hegemonía”, Sousa Santos y “justicia cognitiva” o Ernesto Laclau y “significantes vacíos”.

Un significante vacío es cualquier término que pierde su significado y que, por tanto, se puede “llenar” con uno nuevo. Laclau ponía el ejemplo con “Solidaridad” que, en los años 80, se cargó de un significado nuevo al ser el nombre del sindicato que lideraba Lech Walesa en Polonia y con el que hacía frente al régimen de Jaruzelski (qué época aquella en la que las noticias internacionales abrían los telediarios, ¿verdad?).

Una amnistía es un acto de borrado masivo de delitos debido a un cambio de régimen. ¿Qué forma de gobierno se supone que abandonamos?

Hoy tenemos en ese mismo camino, por ejemplo, “democracia”, que la izquierda está utilizando para delimitar espacios: si eres afín, eres demócrata y si estás en otra ideología, como poco, eres sospechoso de no serlo. Lo mismo pasa con “social” o con “convivencia”…  Ya saben a qué me refiero.

El caso es que, casi podríamos decir que por precipitación, se nos une un nuevo término en este periodo post-electoral: “amnistía”. Desde el mismo momento en el que Pedro Sánchez habló el 23-J de una “coalición de progreso”, todos miramos a Junts, a Waterloo, a Puigdemont y pensamos en ese término. Lo hicimos a sabiendas de que, junto a “referéndum”, iba a ser el protagonista durante bastante semanas.

Ni que decir tiene que así ha sido, especialmente cuando el pasado martes, Carles Puigdemont puso sobre la mesa sus condiciones para llegar a un acuerdo que permitiera una investidura de Pedro Sánchez llegado el momento.

Una amnistía es un acto de borrado masivo de delitos debido a un cambio de régimen. En España vivimos una en 1977 producto de la salida de una dictadura hacia una democracia con lo que, si ahora se admite conceder una nueva… ¿Qué forma de gobierno se supone que abandonamos? O, visto de otra manera ¿A qué forma de gobierno se supone que vamos? Porque, que yo sepa, la Constitución sigue siendo la misma y la monarquía parlamentaria, también.

Por tanto, o cambiamos de forma de gobierno, o se le da un nuevo sentido a “amnistía” y es aquí es donde se encuentra el meollo.

El gobierno está jugando un doble juego bastante curioso: la parte socialista está evitando hablar del término, pero socialistas no alineados con Pedro Sánchez cuestionan (incluso abiertamente critican) que la amnistía pueda ser una moneda de cambio con Carles Puigdemont y con ERC.

Así que, por una parte, intentan que el término no exista aunque, de tener que admitirlo, buscan enmarcarlo junto a cuestiones como la convivencia, cambio en el modelo de relación con Cataluña y… bueno, derivados.

Al tiempo, la parte de Sumar y el propio independentismo persiguen “amnistía” como la única solución viable, pero quieren transformarlo en un término amable, por lo que se está vaciando del contenido que conocemos: del que separaba la dictadura de Franco de nuestra democracia.

Al igual que para el votante de Sumar y para el socialista afín a Pedro Sánchez, Bildu está desconectado de ETA y el independentismo se arregla con concordia, añadir “amnistía” como sinónimo de “reinicio” o de “resetear”, deja muy atrás que se hayan cometido delitos. De hecho, los materiales, como la malversación, se han visto amortiguados por una nueva ley.

Los que atentan contra la estructura de la nación… bueno, esos son los que hay que amortiguar mediante un indulto masivo.

La cuestión ahora es qué proceso legislativo debe seguir la búsqueda de esa promesa de amnistía y, sobre todo, qué precio tiene la paciencia de Carles Puigdemont hasta que el proceso se culmine, porque no creo que vaya a dejar las manos libres a Pedro Sánchez sin fecha y sin compensación.

Total, que si lo pensamos un poco, “amnistía” no es el primer término que se vacía de significado en esta dinámica que vivimos. Como he comentado antes, “democracia” ha estado jugando un papel central y, de seguir este ritmo, posiblemente “Constitución” sea el siguiente.