Aquí nos hemos quedado, mirando a Sánchez como inmóvil en lo más alto de la pingaleta, de la acrobacia, del alarde de su investidura. Para todo el tiempo que nos hizo perder Feijóo, según se quejaba el sanchismo de teta, mirando el reloj con prisas de gloria como unas prisas de pezón o de vejiga; para toda esa merma de energía democrática y de carrerilla de progreso que supuso la investidura introspectiva y como en monociclo de Feijóo; para toda la lata que dieron con eso, en fin, tampoco diría uno que Sánchez esté siendo ni muy raudo ni muy eficaz con lo suyo. Parece que todo se ha parado, como se han parado los corazones y los pájaros por la guerra y la crueldad, tanto que se ha parado hasta el imparable Sánchez, que iba a hélice de su chorrafuerismo. Todo parecía hecho, que Zapatero iba por ahí presentándonos la amnistía como una moza molinera, un amor para toda la vida, toda bondad y abundancia, y de repente ha llegado un bajonazo o un apagón, ha pasado por la política un ángel lúgubre como un farolero. Será la guerra o será que los socios de la entente Frankenstein empiezan a tener demasiados celos, ambiciones y visiones, tanto que ni el obsequioso Sánchez da abasto.

Sánchez iba para la investidura en cohete o al menos con escalinata, empujando con los codos como las coristas meritorias, pero ahí parece que se ha quedado, arriba del todo, sujeto como un globo, flotando en la propia inminencia, palpando el aire con un dedo gordo del pie como el Coyote justo antes de caer por el precipicio o de ascender con una lira. No tiene que ser tan fácil lo de armar un gobierno de progreso con toda esa olla podrida de revolucionarios de tetería, otros revolucionarios de otra tetería, nacionalistas de la pela y la piedra y otros nacionalistas de otra pela y otra piedra. Yo no digo que Sánchez no lo consiga, que a mí me parece algo inevitable, que a Sánchez lo dirige la ley de la necesidad como a un cometa lo dirige la ley de la gravitación. Pero empezamos a ver que quizá las mayorías de Sánchez no son tan automáticas, que la seguridad de Sánchez no es tan automática, que la calculadora que guarda en la bragueta no es una lámpara mágica. Sin duda hay cosas que ni Sánchez puede hacer, como decía santo Tomás del mismo Dios, por ejemplo contentar a socios intrínsecamente contradictorios, caóticos o simplemente zumbados.

Todo está un poco parado, un poco en capilla o en salmuera, que de repente las negociaciones ya no dejan nada más que a Zapatero con serenatas a la moza, a la luna o al infinito, o una sombra como de cine mudo de Aragonès o Puigdemont, o solos de gaita regionalistas, o a Sánchez hablando el inglés de FP de los azafatos del AVE, mientras hace también de presidente azafato de la UE, esa Europa que parece compuesta sólo de jubilados de la Opel. Algo no cuaja, algo no se remata, algo se ha quedado ahí atascado que ni para delante ni para atrás. Algo que a lo mejor es la propia saturación del sanchismo, como cuando el ambiente se satura de vapor de agua, un sanchismo que ya no puede absorber ni esconder más contradicciones y todo le chorrea o humea. Los nacionalismos tienen celos unos de otros y venganzas en el pozo del caserío, los indepes compiten entre ellos por los sitios en la carroza del día de la victoria, la izquierda vuelve a combatir por ser más izquierda que la otra izquierda, y Sánchez no sabe cómo llegar hasta arriba de la escalinata con todo eso en una mano y su chistera en la otra.

Todo parece parado, o en espera, en stand-by, como los cacharros que dejamos enchufados, ahí pospuestos o frustrados, durmiendo o amenazando, con su lucecita roja de cosa no muerta, como un Terminator no muerto. Puede ser por la guerra, no ya porque la guerra lo pare todo, la vida como los trenes, sino porque ahora ya no sabemos si la investidura, además de pelas, grano, humillación, democracia depuesta e incluso autodeterminación autocrática, lo mismo va a costar además una Palestina libre como una Cuba libre, con su cosa de cubata de fiesta del PCE. Ya no sólo son los muchos nacionalismos peleándose como con bieldos, ni los propios indepes con su repartición del botín y de la historia, sino que hasta Podemos saca la cabeza de Sumar, como una tortuguita en las rocas. La guerra ha despertado a la clientela eterna del pañuelo palestino, como esa clientela eterna y entredormida de la guayabera, y quizá Podemos está viendo ahí la posibilidad de desmarque y de resurrección. Por eso Belarra está últimamente tan guerrillera / pacifista, dando la lata y el cante en solitario, como con la solitaria teta fuera de Delacroix, de Bandini o de Amaral.

Aquí nos hemos quedado, esperando, mirando a Sánchez como se mira un nubarrón o un pajarraco, a ver qué pasa con la investidura o con España, que está todo parado y crujiendo, como para una catástrofe o para una huida

Aquí nos hemos quedado, esperando, mirando a Sánchez como se mira un nubarrón o un pajarraco o un piano que suben o bajan con una cuerda, a ver qué pasa con la investidura o con España, que está todo parado y crujiendo, como para una catástrofe o para una huida. Sánchez está en el aire, suspendido en lo más alto de su salto a la gloria o a la infamia, y ese instante de velocidad vertical nula se nos está haciendo larguísimo, más que la investidura de Feijóo, que a algunos se les hizo larga y cargante, como en endecasílabos, y por la que se diría que España perdió el progreso igual que Gallardón perdía olimpiadas. Lo de Sánchez siempre fue complicado y quizá hasta imposible, pero lo conseguirá. La guerra lo ha parado y lo ha complicado todo, que el mundo se derrumba y el presidente se enamora de Puigdemont, nos diría Sánchez igual que Bogart, pero lo conseguirá.

Sánchez está en el aire, que se ha quedado pensando cómo terminar su gran pirueta sin que se le caiga el bastón de dandi ni la quijada del Coyote. Y sin parecer, no ya aquí, que le da igual, sino ante el mundo, un sombrerero loco con el sombrero lleno de más locos todavía. Pero este tiempo que esté Sánchez así, parado o quizá sólo en lento descenso en paracaídas o en ángel, lo va a helar y lo va a desinflar. Una cosa es lograr la investidura y otra muy diferente lo que Sánchez pueda durar suspendido ahí arriba, despreciando las leyes de la física y de la moral.