El PSOE va a consultar a la cándida o blanda militancia cuando todo está ya decidido, que así una profesión de fe parece democracia interna y el sueño de Sánchez parece el sueño del socialismo y hasta de España. Sánchez va a acabar convenciéndonos no ya de que la amnistía y Frankenstein II son buenos para el país, sino que en el fondo todo eso era un clamor que estaba ahí desde hacía mucho, anidando en la rosa del buen socialista y en el café con periódico del buen español, y que él sólo se ha limitado a ponernos por delante la urgencia, justicia y belleza de esa realidad. Sánchez quiere ahora que florezca en democracia interna y militancia activa ese PSOE que él convirtió en sucursales de la Moncloa como sucursales de pollo frito de Kentucky, pero no está solo. También Podemos, que son cuatro en una ruló con bocina de La cucaracha, escuchando a Pablo Iglesias mientras un cactus baila en el salpicadero, quieren resucitar ahora esa democracia interna en la que nunca han creído. La democracia como coartada aún supera en cinismo al patriotismo.

La militancia, qué dirá la militancia del PSOE de ese heroísmo de Sánchez, que siempre salva a España salvándose él primero, tirándose de la corbata un poco como el barón de Münchhausen se elevaba tirándose de los cordones. La verdad es que la militancia sólo tiene peso en épocas de zozobra o interregno, entre profeta y profeta, que en cuanto alguien manda con poderío toda la militancia se convierte en milicia. Nuestros partidos son verticales, piramidales, morrocotudos, vaticanistas y oscuros, y el superviviente suele ser el más obediente, no el más purista. El propio Sánchez se ha asegurado de que todo el PSOE esté ahí como para tocarle las maracas, salvo Page, claro, que tiene su poder autonómico y autónomo y sus propios mariachis.

La consulta de Sánchez, con una pregunta en forma de nudo o adorno grandilocuente, como una moña de diploma de mecanografía, y que no menciona siquiera la amnistía, que vuelve a ser tabú; la consulta, decía, es por supuesto un paripé. Sánchez no va a arriesgar su sueño y el veredicto de su calculadora de calzón, que no de bolsillo, por hacer democracia de plazoleta, con los votos como cartas de novios en cajas de zapatos, como ésas en las que criábamos oruguitas y poemas. Aun así, Sánchez sabe su importancia, porque no es una consulta que busque su mera absolución, sino una especie de certificado de que la necesidad del país y hasta la necesidad histórica del progreso socialista estaban ahí antes que la simple y fea necesidad de Sánchez.

Podemos también llama a consultas a los suyos, con una afectación y una parafernalia desmesurada, como esos hidalgos tiesos que aún llaman con campanilla al mayordomo. Aquel pequeño núcleo irradiador, que parece ahora una fogata de vagabundos con hatillo, va a preguntar a la verdadera izquierda si debe o no apoyar la investidura de Sánchez, pero no piensan en Sánchez, ni en la verdadera izquierda. La cosa va más bien de seguir alimentando, mientras se pueda, el liderazgo rebelde de Irene Montero e Ione Belarra, que ya le están haciendo vudú a Yolanda Díaz en una muñeca de Barbie vicepresidenta, sospechosamente parecida a la Barbie azafata.

Sánchez ha ido evolucionando de las primarias con coche de maestrillo a una especie de dios del partido, capaz incluso de cambiar el pasado y de dejar mentes y ojos en blanco

En Podemos, sencillamente, necesitan hacer ver que aún tienen gente y voz. Que no sólo son la herencia ruinosa de un par de ministerios ocupados u okupados por milicias de la braga y líricos de la pobreza como esos artistas que hacen muñecos de miga de pan. Ni son sólo esos cinco escañitos como cinco lobitos, perdidos entre el plumaje de ángel o mamá pata de Yolanda. O sea, para que el personal se entere de que no están de paquete de la Yolanda cañera o de trapito de la Yolanda mimosín, sino que aún pueden fastidiar incluso al insumergible Sánchez. No lo fastidiarán, eso ya lo sabemos, pero así van intentando recuperar algo de feligresía, que de los podemitas de los círculos sólo quedan los podemitas con nómina pública, llevándoles los tés a Irene y los dildos a Pam, y eso no da ni para una revolución ni para una resurrección.

Sánchez ha ido evolucionando de las primarias con coche de maestrillo a una especie de dios del partido, capaz incluso de cambiar el pasado y de dejar mentes y ojos en blanco. Esa segunda oportunidad de Sánchez, que empezó en un sueño de resiliencia durante la campaña, siguió con una inesperada conjunción de aritmética e intereses en la noche electoral, y se ha ido sustanciando en negociaciones, acercamientos, disimulos y rituales de apareamiento escandalosos y variopintos, no va a depender de ninguna consulta a la militancia más o menos abducida o sumisa. También Podemos, como ocurre siempre en su izquierda, pasó de los soviets festivos o justicieros al politburó camastrón y burguesón, y no va a volver a jugarse las lentejas en un bingo de lentejas en las plazas. Ninguno de ellos espera la primavera cursi de la democracia interna ni externa, sino la publicidad que los ponga de nuevo en el mercado, en el caso de Podemos, o que lo transmute de reyezuelo arbitrario y todopoderoso en instrumento del destino y del bien universal, en el caso de Sánchez.

Sánchez, o su sotanillo, a los que veo de pocas letras, se atrevió a decir el otro día, cuando por fin pronunciaba “amnistía” y hasta “España” como si fueran aleluyas, que había que “hacer de la necesidad virtud”. A Sánchez, o a su sotanillo más de ChatGPT que de biblioteca, le debe de parecer que eso es bueno, cuando el viejo dicho sólo señala el truco o la excusa del oportunista o del farsante que aprovecha lo inevitable o lo azaroso para pasar por virtuoso y hasta sacar tajada. La verdad es que con esa frase Sánchez se había descrito a la vez poética y científicamente. Casi igual que como se describen el sanchismo y el podemismo sacando ahora la democracia del ventajista, cuando todo está decidido. Ya sabíamos que Sánchez iba a ser investido, a ver si no de dónde venían esa alegría y esa seguridad, que eran la alegría y la seguridad del tramposo. Y a ver si no dónde iban a quedar las pocas esperanzas de supervivencia y ministerio de Podemos.