Nataliia Pivovar, doctora de Médicos Sin Fronteras (MSF) en el tren medicalizado que MSF gestiona en Ucrania, comparte su historia personal. Nataliia es una de las integrantes del equipo de MSF que participa en la evacuación de pacientes de zonas de primera línea de frente a instalaciones sanitarias en regiones más seguras de Ucrania. 

Siempre llevo dos anillos cuando voy en el tren. Son joyas sencillas, casi invisibles en la mano, pero cuando necesito relajarme o tranquilizarme, doy vueltas a estos dos anillos con mis dedos. Es algo sencillo, un gesto pequeño, pero me conecta con mi hogar y me da sensación de paz. Me da fuerzas. 

Ventanilla del tren medicalizado.

Hoy empieza un nuevo viaje. Me siento con confianza y fuerza. Esta noche no hubo ningún bombardeo y he podido dormir. Lo necesitaba porque a partir de ahora voy a estar prácticamente despierta las próximas 36 horas. Tengo que atender a los pacientes en el tren con destino a Jersón, la mayoría de ellos ancianos con afecciones neurológicas y psiquiátricas, personas con parálisis cerebral y pacientes con otros trastornos.

En el tren lo tenemos todo a punto. Hemos colocado sábanas limpias en las camas y hemos preparado una tetera caliente y almuerzos para cada vagón. Los trenes ucranianos tienen literas inferiores y superiores. Esta vez, utilizamos sólo los inferiores. Para los pacientes psiquiátricos es importante sentir el suelo bajo los pies. Esto les hace sentirse más tranquilos y cómodos.

Cuando llegamos a Jersón, el sol brilla en la ciudad del este ucraniano. Los pacientes se acomodan en los vagones, protegiéndose los ojos de los brillantes rayos con los codos desde sus sillas de ruedas o desde las camillas. Como muchos de ellos tienen movilidad reducida, rara vez salen al exterior y reciben su tratamiento en instalaciones especiales. 

Cuando los miro, algunos de ellos parecen confundidos. La línea del frente está muy cerca

Cuando los miro, algunos de ellos parecen confundidos. La línea del frente está muy cerca y, durante el proceso de embarque, dan comienzo los bombardeos y se escuchan explosiones. Algunas personas mayores tienen problemas de audición y no están seguros de lo que pasa. Nos preguntan si todo va bien. Tengo que tranquilizarles. “Todo está en calma. Es importante que suban al tren ahora y pronto los llevaremos a un lugar seguro”, les digo.

Un viaje como este es todo un reto. El personal médico y de enfermería tenemos que hablar  con cada paciente, explicarles adónde van y por qué. La gente me pregunta si estarán seguros en su nuevo destino y si podrán volver. Durante estas conversaciones pienso en mi abuela y en lo difícil que es para las personas mayores  cambiar de entorno y de condiciones de vida. 

En cada vagón hay varias personas. A algunas hay que medirles la tensión, otros necesitan medicación y otros están conectados a una estación de oxígeno.

Después de hacer estas tareas, salgo al vestíbulo sola, hago girar mis anillos, respiro hondo e intento entrar en el siguiente vagón con una sonrisa. Y así sucesivamente, carruaje tras carruaje.

Interior del tren de MSF después del ataque contra un hospital de Jersón.

Algo tan pequeño puede salvarte de la ansiedad y la soledad. El chico se calma mientras le hablo

Cada paciente sólo lleva consigo una pequeña bolsa con algo de ropa y documentación. Entre los 150 pacientes evacuados, apenas unos pocos tienen fotografías; a la mayoría sólo les quedan sus recuerdos. Este es el primer viaje que recuerdo en el que la gente únicamente porta consigo sus posesiones más preciadas. Para muchos de quienes van a bordo, el resto de sus pertenencias quedaron destruidas cuando sus casas fueron atacadas, o no tuvieron tiempo de llevarse nada, ya que escaparon en medio de los bombardeos.

Para mí es muy importante crear un ambiente tranquilo en todo el trayecto. Si un paciente se pone ansioso, puede transmitírselo a los demás. Cuando repartimos la comida y les damos té, todos se relajan. 

Tras cada evacuación, hay pacientes cuyos ojos recuerdo durante mucho tiempo. Reflexiono sobre sus historias, sus trayectorias y lo que les ha deparado el destino. En el tren hay un chico de 17 años de Jersón. Tiene parálisis cerebral, problemas de visión y no puede hablar. Al principio se muestra inquieto en el tren y en la cama y está muy angustiado. Le hablo suavemente y le cojo la mano. El adolescente me toca los anillos y le digo que cada uno debe encontrar su propio amuleto en la vida. Puede ser cualquier cosa: un collar, una taza favorita, un pañuelo, una piedrecita. Algo tan pequeño puede salvarte de la ansiedad y la soledad. El chico se calma mientras le hablo. Aunque no puede expresarlo con palabras, siento que me lo agradece.


Nataliia Pivovar es doctora de Médicos Sin Fronteras en Ucrania. Es originaria de Járkov, al noreste de Ucrania. Antes de la invasión a gran escala, trabajó en una ambulancia y en la unidad de cuidados intensivos pediátricos del Ministerio de Sanidad. Trabaja como médico en MSF desde junio de 2022.