"No hay nadie tan idiota". Me dice un viejo amigo y profesor experto en Rusia. "Bueno, salvo los líderes occidentales", remata con cierto aire de aflicción. Esto fue a manera de respuesta sobre algunos lugares comunes respecto a lo que está ocurriendo en Israel y Gaza.

Para mi profesor, a quien recurro siempre por su inmenso sentido común, no hay nadie tan idiota para actuar sin prever las consecuencias. De acuerdo a su opinión no fue lo ocurrido con Hamás, sino con el liderazgo occidental. Es, a sus efectos y explicación, como lo ocurrido con Argentina cuando envió dos grupos de tarea al Golfo Pérsico y Carlos Saúl Menem publicitó su alianza con la OTAN en la famosa Operación Alfil y todo comandado por un oficial, evidentemente de origen judío. "Tú puedes actuar como un idiota y lo que sigue", me dice. "Lo que no puedes hacer es pensar que la respuesta de los creyentes árabes no va a ser proporcional y no prepararte".

Una vez que alguien, con sentido común nos pone en alerta, hay poco camino para la especulación. Si has logrado ejecutar una gigantesca operación de 2.000 suicidas armados hasta los dientes, que comienza lanzando entre 3.000 y 5.000 cohetes en pocas horas y cada atacante envía a través de sus teléfonos a cada niño, mujer y hombre asesinado, abre el Facebook de una anciana y la ejecuta en un live con sus familiares o un dron destruyendo una ambulancia para que ese centro de control enseñe al mundo la brutalidad de la carnicería, es que claramente iniciaste una guerra de gran escala, a propósito, y con la intención de generar esta respuesta.

Pero hay algo que me comentó mi amigo, que me pareció más inquietante y que tiene que ver con lo anterior y la pregunta que todos nos hacemos ¿Quién está moviendo los hilos? Allí es donde sus palabras son como flechas: "No hay nadie tan idiota" como para atacar Ucrania en pleno siglo XXI. No son idiotas los que lanzaron el ataque a Israel. Las palabras inquietantes de mi amigo, consistieron en una respuesta contundente: no preguntes quién mueve los hilos porque ya todos lo intuimos, lo que debe prepararse el liderazgo occidental es para preguntarse hacia dónde los mueve y cuánto van a tardar en llegar a tu país.

El mundo ha vuelto a la guerra. Quizás sea fría para las potencias nucleares, quizás no, pero lo seguro es que será caliente y ardiente para quienes no estén preparados

El mundo, amigos míos, ha vuelto a la guerra. Quizás sea fría para las potencias nucleares, quizás no, pero lo seguro es que esa guerra será caliente por doquier y ardiente en aquellos países que no estén preparados. No estarán a salvo los líderes occidentales. si creemos que Suecia, Finlandia y Escandinavia -válido para España y todos los demás- no van a sufrir las consecuencias de haber enviado material de guerra contra Putin, están equivocados, tanto, como si creen que, de pronto, sus Estados modélicos comenzaron a arder espontáneamente por justicieros sociales, que de pronto se dieron cuenta que el Estado de bienestar y todo gratis, no es justo.

Y aquí es donde se comprueba la regla de tres, la primera vez es una sorpresa, la segunda es casualidad y la tercera, un acto de guerra. Si creemos que de pronto, los Estados modélicos arden en llamas, es un posible error. Si vemos que siete estados dan golpes de Estado prorrusos en África, quizás sea casualidad, pero si Hamás de pronto hace un acto que sabe que va a traer las mayores consecuencias de la historia, amigos míos, estamos en guerra y habrá guerra en todos los continentes.

No solo será el yihadismo. Quien crea que Vladimir Putin no va a devolverles cada humillación de los medios occidentales, cada bomba y carro blindado o cada soldado muerto, entra en el apartado de mi amigo sobre el liderazgo occidental. Putin y los suyos, formados en el mayor centro de poder que haya existido jamás, entrenado para la Guerra Fría y para hacer que ardiera medio planeta, durante cincuenta años, piensa hoy como soviético y sabe, que la mejor defensa, es el ataque a lo soviético. Lo mismo piensa Teherán y sus gigantescas redes religiosas, así como toda la Internacional Tiránica, que tiene hoy, por cierto, más dinero y recursos, que la URSS.

Por eso también nos devolverán cada rublo perdido, cada escasez y cada protesta en sus calles. Veremos una nueva guerra general y económica porque saben que aumentando los precios de las materias primas, además de alimentarlos para la guerra, causará presión financiera en los países, tanto como saben que un cohete en Ormuz causa el aumento en los fletes o un dron en una refinería saudí, pánico en los mercados y todo eso junto, llevará a la inflación galopante y el estancamiento económico, que genera el círculo vicioso de descontento en las calles.

Por lo tanto, lo que queda es esperar que nuestros liderazgos sepan los tiempos que corren y dejen de preguntar quién mueve los hilos, para centrarse en hacia dónde y cuándo vendrá la marioneta pateándolo todo. Es decir que no nos sorprendamos por el próximo gran paso de esta guerra, que puede ser tan cerca, como cualquier calle próxima.

Repercusión en Venezuela

Lo que nos lleva a Venezuela y quienes sí saben lo que está pasando. Estados Unidos está en guerra y al parecer, es de los pocos que lo saben. Tenemos que centrarnos entonces en las consecuencias de todo esto y la primera es que el problema político local ha sido puesto, como reza la expresión idiomática estadounidense, en los fogones traseros. No porque no importe, sino porque en realidad, saben que Venezuela nunca se va a aliar con ellos, pero al menos le pueden sacar obtener en concreto.

Por eso los estadounidenses están negociando por cosas tangibles. Energía para ellos y sus socios, liberación de sus secuestrados y repatriación de los venezolanos, así como quizás que el régimen accediera a quitar a quienes estaban señalados por los fiscales estadounidenses de ser un brazo armado proyihadista del seno de la administración. Que, aunque sea hoy una especulación, vistos los acontecimientos no podemos obviar que se pueda tratar de una concesión en las negociaciones o quizás, una enorme estrategia para quitarse un problema que le podía estallar en la cara.

Estados Unidos parece que han llegado a la conclusión de que es necesario bombardear a Venezuela, pero con jamones para tratar de mantener a Nicolás Maduro jugando a dos bandas, así como detener el drama del monstruoso éxodo, mientras apela también a la disuasión, cuando los venezolanos vean como llegan en aviones estadounidenses, los inmigrantes encadenados.

Así que, con el pragmatismo más puro y duro por la nueva guerra nos hemos encontrado y está motivado, además de la nueva Guerra Fría, por lo que está ocurriendo en su frontera que es simplemente inédito. Si nos impresionó conocer que en 2022 se rompió el récord de saltos en la valla de Melilla con poco más de 2.000 personas y, si nos impresionan las estadísticas de las decenas de miles que llegan en pateras, solo piensen por un instante lo mismo, pero con más de tres millones de personas, que es el récord de detenciones que se establecerá este año en la frontera estadounidense.

Ahora visualicen a ocho millones de almas en la valla de Melilla tratando de entrar, que son los arrestos desde el inicio de la pandemia, y súmele un 35% más, que son los que lograron entrar. Súmele además medio millón de niños sin sus padres para poder comprender el alcance del drama que está ocurriendo en esa frontera.

Y no es casualidad que la mitad de esos ocho millones llegan huyendo de los países que abrazaron el socialismo del siglo XXI en alguna de sus particularidades. Si la inmigración ilegal es parte del debate político español, imagínense el debate con algo de esas dimensiones que escapan a lo imaginable. Cuando ya no se habla del muro de Donald Trump, sino del tamaño babilónico que debe tener. Cuando ya los candidatos se plantean bombardear zonas de México para detener el flujo de narcóticos, cuando ya hay zonas enteras y ciudades que eran hermosas donde sus habitantes caminan como zombis.

Los EEUU de este acuerdo están en una guerra en tres frentes y los que faltan así que la importancia de Venezuela es mínima a la hora de la política y mucho mayor a la hora de la energía

Entonces, los Estados Unidos de este acuerdo, no son los mismos de antes de la pandemia, de la invasión a Ucrania o de los portaaviones en Medio Oriente. Son unos que están en una guerra en tres frentes y los que faltan, así que la importancia de Venezuela es mínima a la hora de la política y mucho mayor a la hora de la energía. Pero además, es un país que está en campaña electoral y que quiere traer a sus detenidos a casa, deportar a muchos venezolanos por avión no por disuadir, sino para demostrarle al pueblo estadounidense sus logros y sobre todo, un país que necesita ganar terreno y empequeñecer el discurso republicano.

Cuando hablo de la energía lógicamente me refiero también a los aliados. Así que el régimen de Maduro luce que abandonará sus políticas y apoyos más extremistas, sin abandonar su postura anti Occidente y prorrusa, mientras juega a dos bandas económicas, además de ganar tiempo. Y es que toda esa negociación no solo lleva un par de años ejecutándose, sino que ya ha rendido los frutos que para muchos es sorpresa.

En cuanto a la oposición y como siempre, el régimen venezolano dice muchísimo con pocas palabras, llegaron a Barbados con el fin de retomar "el proceso de diálogo con un sector de las oposiciones" y cuya finalidad es la "firma de dos acuerdos parciales que significan un proceso progresivo del levantamiento de sanciones". Esto ya de una vez hace que existan dos oposiciones en el acuerdo, la que reconocen y la que no, porque incluso vetaron para la firma a uno de los partidos porque hace poco se alió con quien va a resultar ganadora en las primarias.

Pero es la parte de la oposición que no tiene absolutamente nada que aportar al régimen, desde que en diciembre de 2022 comenzó ese "proceso progresivo". Por eso los acuerdos que cuentan son los económicos y todos los políticos comienzan con un tiempo verbal de futuro indicativo. Las partes: acordarán, propondrán, desarrollarán iniciativas, exhortarán y requerirán, sin que el lector tenga la más mínima noción de algo en concreto más allá, de que las elecciones ocurrirán en el momento en el que la constitución señala, pero es en la suma, donde ya la estrategia del régimen está avanzada y clara.

Sobre el "sector de la oposición" que firmó hay que explicar que no es homogéneo. Hay una pequeña parte que cree honestamente que las condiciones internacionales están dadas para que el régimen se alinee a Occidente y que cambien las cosas, como hay un sector pragmático que sabe que el escorpión picará a la rana porque no va a cambiar su naturaleza, pero sostiene que puede sacar algo positivo de las negociaciones (presos políticos, garantías etc.) y que ya sacó lo que podía. Hay otra parte importante que está allí como beneficiarios directos del acuerdo macro y para quienes ha sido diseñado ese acuerdo en particular.

Solo así se entienden los puntos. Hay algunos que parecen inocentes, pero que no lo son del todo. Ya que por ejemplo el primero (político) es que las partes propondrán las elecciones en el segundo semestre, lo que ya hace que se extienda el mandato de Maduro hipotéticamente hasta enero de 2025, cuando su tiempo se vencería el 13 de abril de 2024. Pero todos coincidirán en que esa es una tontería "principista".

Lo que importa de ese acuerdo es que solo aquellos que 'cumplan las condiciones' y 'con las leyes' podrán participar en la elección

Lo que importa de ese acuerdo es que las partes han acordado que solo aquellos que "cumplan con las condiciones" y "con las leyes" podrán participar en la elección. Por lo que ya nos dejan claro, por ahora, que quienes saldrán electos por voluntad popular ejerciendo la soberanía por medio del voto en las primarias no cumplen con las condiciones del acuerdo. A partir de allí no hay casi nada nuevo que no haya sido contemplado anteriormente, con la excepción de algo menos inocente aún: quienes firmaron el convenio no solo son los reconocidos por el régimen como oposición, sino que tendrán derecho a financiación y a los medios de comunicación en igualdad de condiciones, si deciden ir a las elecciones pautadas por ambos firmantes.

Es obvio entonces que la estrategia del régimen pretende que sea parte de ese sector, no vetado, de la oposición el que vaya a las elecciones y del que emergerá el contrincante futuro y cualquier analista podría decir incluso un par de nombres que efectivamente saldrán a partir de enero sino pasadas las primarias.

Mientras tanto veremos qué hará María Corina Machado, quien es la parte vetada y que no firmó el acuerdo y la que no cumple con los requerimientos. Por eso muchos sospechan que los intentos para destruir las primarias, por involucrar al CNE, el abandono de candidaturas, y toda esa inmensa campaña de desprestigio para llamar a la abstención, son una parte pasiva del acuerdo que busca claramente que los Estados Unidos vea que no fue mucha gente a votar y así minimizar el impacto de las primarias.

Como ya podemos también saber, que buena parte de esa oposición reconocida, actuará como un reloj a partir de las primarias en contra de la Oposición Vetada, de cara al proceso de 2024. Es posible que a otros candidatos les retiren la inhabilitación sólo con fines de confrontar a una oposición dividida por sus egos y debilidades como nunca antes pero sobre divorciada de la realidad e interés de Venezuela y habiendo desoído nuevamente la voluntad del elector.

La hipótesis más descabellada es que el régimen retire las inhabilitaciones por completo y allí habría que hilar aún más fino. Pero por ahora, la apuesta del régimen es que, vistas las nuevas condiciones electorales y el resultado de unas primarias, Estados Unidos piense que logra más negociando cosas tangibles que peleando las inhabilitaciones más fuertes. El régimen cede espacios que lucen democráticos a cambio de que Estados Unidos apueste por el proceso macro, pero no por María Corina Machado o algún inhabilitado.

Pero lo que se puede ver desde ya es la estrategia del régimen con el sector firmante. Divide et impera, solían decir los romanos. 


Thays Peñalver es abogada y periodista. Es autora de La conspiración de los 12 golpesDiálogos impertinentes y El último títere.