Ya hace varios días que en casa hablamos de que ‘mamá se va a Dubái a una reunión muy importante sobre el cambio climático’. Mis hijos me preguntan que cuántos días y cuántas noches estaré fuera, que si les enseño dónde está ‘el país de Dubái’ en un mapa, y mi hijo pequeño me pregunta ‘qué es el cambio galáctico’. Explicarles a los niños y niñas lo que está pasando, el futuro que les espera si no corregimos el curso, no es fácil, seas madre o no. Yo les digo que los humanos, nosotros, nos hemos olvidado de que somos parte de la naturaleza y de que el planeta Tierra es nuestra casa, y que hemos ensuciado tanto nuestra casa que la Tierra se ha enfermado y ahora tiene fiebre. Mi hija, ejerciendo de hermana mayor, añade con la sabiduría aclaratoria de una niña de 7 años, “Max, ¿a que nosotros tenemos que ordenar nuestra habitación después de jugar?, pues también hay que limpiar y ordenar la Tierra para poder seguir jugando.”

Vamos a ver qué tanto podemos ‘ordenar y limpiar’ en esta COP. Como las últimas COP, es una COP importante que llega en un momento difícil—con las guerras de Ucrania e Israel-Palestina como telón de fondo— y decisivo—la urgencia de reducir las emisiones de CO2 cada vez es más palpable en el día a día de toda la humanidad. Además tiene el ingrediente de la controversia y falta de credibilidad debido al país anfitrión de la misma. Los Emiratos Árabes Unidos son uno de los principales productores de petróleo del mundo y por tanto su papel en la crisis climática es destacable. Pero aún así, esta COP es muy importante, y desde la sociedad civil debemos recordar que no somos nosotras las que decidimos dónde se celebra la siguiente COP y que en cambio sí tenemos el poder y responsabilidad de abogar por el buen funcionamiento del sistema de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) para garantizar que la voz de todos los países, y de todas sus sociedades civiles, sean escuchadas.

¿Por qué es importante COP28? Hablemos del global stocktake o evaluación global

Los 193 países que en 2015 firmaron el Acuerdo de París se comprometieron a tres objetivos: 1) reducir las emisiones lo suficiente como para mantener el aumento de la temperatura global “muy por debajo de 2C” por encima de los niveles preindustriales, e idealmente 1,5C; 2) desarrollar la resiliencia de las comunidades ante los impactos del cambio climático; y 3) alinear los flujos financieros mundiales con un desarrollo bajo en carbono y resiliente al clima.

También acordaron evaluar su progreso hacia estos objetivos cada cinco años (a partir de 2023) y fortalecer su acción en respuesta al mismo, un proceso conocido como evaluación global o global stocktake en inglés. La primera Evaluación Global concluirá y se presentará en la COP28.

Este primer balance o evaluación global tiene que servir para, entre otras muchas cosas, destacar la brecha entre la mitigación y la adaptación y proponer medidas para corregirla. Si nos centramos meramente en lo económico, actualmente las medidas de mitigación se llevan el 80% de la financiación climática. Debemos poner a las personas y su relación con la naturaleza en el centro. La COP28 tiene que reconocer que la biodiversidad es una vacuna para luchar contra el desafío climático, afianzar la importancia de restaurar y conservar la naturaleza, y garantizar que no se deje a nadie atrás. En la COP28, las naciones desarrolladas deben proporcionar el financiamiento necesario para hacer posible la adaptación en los países que más la necesitan, al tiempo que los ayudan a recuperarse de pérdidas y daños inevitables. 

Adaptarse o morir, ya lo dice el refrán. Y es que dada la situación de emergencia que vivimos, nadie nos quitará ya el sufrimiento que comporta el aumento de temperaturas, el aumento de eventos extremos o la sequía. Así pues, hay que adaptarse a la vez que intentamos frenar la causa de todo esto, los gases de efecto invernadero.

Pongamos a las ciudades en el centro de la acción climática y adaptémoslas para el futuro

Las zonas urbanas representan aproximadamente el 70% de las emisiones de CO2 del mundo y muchas están particularmente expuestas a los impactos del cambio climático y requieren de planes de adaptación cada vez más urgentes. La ciencia muestra que todas las ciudades deberían alcanzar cero emisiones netas para 2050 para limitar el calentamiento a 1,5C. Y si bien algunas ya están logrando avances considerables, podrían ir aún más lejos alineándose mejor con los gobiernos nacionales a través de objetivos climáticos, inversiones y planificación conjuntos. Sin embargo, las cumbres climáticas de la ONU se han centrado casi exclusivamente en la acción climática a nivel nacional y éste ha sido un error de cálculo importante.

Chorros en Madrid de noche durante una ola de calor.
Chorros en Madrid de noche durante una ola de calor.

La ciencia muestra que todas las ciudades deberían alcanzar cero emisiones netas para 2050 para limitar el calentamiento a 1,5C

Las ciudades grises, llenas de cemento, a la larga salen muy caras, tienen un gran mantenimiento y generan un paisaje que nos quita bienestar y salud. Hoy en día, la ciencia apuesta por ciudades más verdes y que contribuyan a la acción climática con las llamadas soluciones basadas en la naturaleza—acciones que se basan en la preservación, restauración o mejora de la biodiversidad para protegernos del cambio climático. Algunos ejemplos de estas acciones serían:

  • a) Los planes para reverdecer ciudades, que ya están creando ciudades más amables, menos calientes, menos contaminadas, menos ruidosas y más sanas.
  • b) La creación de refugios climáticos con plantas y agua dentro de una ciudad. Los refugios climáticos en ciudades salvan miles de personas cada año según datos científicos publicados.
  • c) La gestión del agua sostenible, invirtiendo en recuperar y descontaminar acuíferos, protegiendo zonas húmedas o recuperando los bosques de ribera. Estas acciones también han aumentado la disponibilidad de agua en regiones mediterráneas como la nuestra.
  • d) En las playas, la recuperación de dunas naturales, con plantas típicas de estos ecosistemas, o dejando las algas en la arena.

Estas acciones han demostrado proteger la playa mejor que los diques dentro del mar, que salvan la arena de un sitio, para quitarla en otro.

Es importante que esta cumbre por fin reconozca como elemento central este vínculo entre biodiversidad y cambio climático, y toda la evidencia científica que lo respalda, porque no podemos entender la adaptación sin integrar la naturaleza en la ecuación.

Fortalecimiento de la colaboración entre los gobiernos nacionales, regionales y locales para avanzar más rápido en sus objetivos climáticos

Si confiamos en nuestra naturaleza como seguro de vida, habrá que gestionarlo de una forma más cercana al territorio. Aquí viene otro reto importante para la presente COP, el de la colaboración entre gobiernos nacionales y sub-nacionales—locales y regionales—a la hora de implementar las decisiones que se toman en el contexto de una COP. Los gobiernos subnacionales no tienen voto en estas cumbres, pero su voz es clave ya que son sus administraciones las más ligadas a los territorios, conocen a los actores locales, y pueden funcionar como laboratorios de innovación para crear paisajes resilientes.

En esta COP28 vamos a ver algunos avances en esa dirección con la primera Cumbre Local de Acción Climática, la segunda Reunión Ministerial sobre Urbanización y Cambio Climático, la delegación de alcaldes a la Cumbre Mundial de Acción Climática y la Ministerial Transporte-Energía.

Todos remamos en la misma dirección y juntos seguro que podemos asumir más ambición climática. 

En estos eventos los gobiernos subnacionales van a presentar propuestas concretas así como reivindicar su papel relevante en la primera línea de la acción climática, asegurar más financiación y reclamar más lazos internacionales. Pero este tipo de eventos no pueden ser casos únicos, se tienen que repetir y replicar en otros foros internacionales, porque todos remamos en la misma dirección y juntos seguro que podemos asumir más ambición climática. 

Para mí este es el momento de ir poniendo encima de la mesa la idea del trabajo a pequeña escala, que cuando funciona, tiene la capacidad de multiplicarse y catalizar el cambio necesario para construir un futuro mucho más resiliente.

Como a cada COP, me voy con una mezcla de emociones, entre las que destaco la esperanza. Porque como en cada COP, independientemente de los retos, la geopolítica o el estancamiento de algunas negociaciones, me reencuentro con miles de personas de todo el mundo que no solo durante las COP, sino durante todo el año, trabajan incansablemente por garantizar un futuro más verde y azul, más sostenible, más justo y mejor para todas y todos.

No sé qué va a pasar en COP28, y no sé qué me van a preguntar mis hijos cuando vuelva, pero lo que sí sé es que podré decirles, a ellos y a mí misma, que el mundo está lleno de gente “limpiando y ordenando” el planeta Tierra, y me pondré a jugar con ellos mientras se lo cuento.

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Alicia Pérez-Porro es coordinadora científica Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF)