Desde mi punto de vista, una persona lista es la que sabe capear problemas y salir adelante. Ahora, una persona inteligente es la que tiene una gran capacidad de asimilación y busca soluciones a problemas. Por último, una persona brillante es una persona inteligente que va un paso por delante tras la solución del problema que, normalmente, él mismo ha resuelto.

Una matización más. Una persona inteligente puede jugar a ser lista, igual que lo puede hacer alguien brillante. En algunos casos son complementarios, en otros excluyentes, pero (de nuevo desde mi punto de vista) hablaríamos de alguien que estaría jugando a otro deporte. No mejor ni peor, otro. Todo depende de cuánto se esté exigiendo a sí mismo.

Mucho he escuchado estos días sobre las “claras soluciones que deben adoptarse ante el conflicto Israel - Palestina” y no veo tantas soluciones como posicionamientos. El más claro el de la partición, pero reconozcamos un par de cosas: primero que no es nuevo y ahora veremos algunas de las veces que se ha intentado y por qué no ha salido adelante.

Segundo que cuando se habla de partición o se quieren hacer acusaciones directas siempre apuntan hacia el mismo sitio: Israel. A lo mejor por algún tipo de componente antisemita (esto es más una cuestión que debe analizar cada uno), pero lo que es seguro es porque Israel es la única parte con la que se puede hablar, que escucha y contesta… aunque haya a quien no le guste la repuesta.

Palestina puede no ser un país o una nación, sino sólo un territorio, pero tiene embajadas y representación en la ONU y eso es mucho más de lo que muchos territorios que desean la independencia tienen"

Alguno dirá que Pedro Sánchez se vio con Mahmoud Abbas, líder de la Autoridad Palestina, pero cabe recordar que Abbas es un señor de 88 años que lleva en el cargo desde 2005 y al que en 2009 se le declaró Presidente indefinido de las zonas controladas por Fatah. Saquen sus conclusiones.

Si me preguntan, diría que lo que está ocurriendo en la franja de Gaza es una guerra. Puede que el derecho internacional o la ONU no lo vean así, pero interviene el ejército de Israel y una organización terrorista que, para elevar infamias a lo legendario, decide llamarse a sí mismo “ejército”. Se aplican doctrinas de guerra y puede caber en lo que llamaríamos guerra asimétrica.

Palestina puede no ser un país o una nación, sino sólo un territorio, pero tiene embajadas y representación en la ONU y eso es mucho más de lo que muchos territorios que desean la independencia tienen, aunque la ONU, normalmente, no es el paso más complicado y lo de las embajadas es sólo cuestión de dinero.

Alguien se pondrá purista, pero revisen: he especificado “representación”. Tiene reconocimiento como estado observador no-miembro, aprobado como tal por 139 estados de 193 y con un embajador que se llama Riyad Mansour. Pero… bueno, si lo pongo en positivo, la ONU siempre se lo ha puesto fácil a Palestina. En negativo, siempre difícil a Israel. Ya les hablé en octubre de Abba Eban y su frase “si Argelia introduce una resolución declarando que la tierra era plana y que Israel era la responsable, sería aprobada con 164 votos frente a 13 y 26 abstenciones” (y dijo la frase en los años 60).

El caso es que me sorprende que haya actores del panorama político que estén pensando en la solución de este conflicto como una parada en seco y la negociación de dos territorios.

Pero la negociación, esa misma negociación, ya tuvo lugar en 1936 por una iniciativa británica. Entonces Palestina estaba bajo un mandato británico iniciado en 1920 y derivado de la Declaración Balfour (1917). Los palestinos no querían ni mandato ni inmigración judía y el descontento escaló en rebelión.

En 1947, la resolución 181 de la ONU reconocía una partición, pero los palestinos querían toda la tierra, no una partición. No obstante, Israel aceptó la partición y construyó un país.

1967, la resolución 242, rechazada por la OLP de Yasser Arafat. y nuevos rechazos en 1995 y 2007 que, como comprenderán, no se quedaron sólo en un levantarse de la mesa. Sobre todo en 2007, año en el que se sentaba la Autoridad Nacional Palestina a hablar pero el acuerdo lo hundía la propia Hamas, con lo que el negociador no era quien tomaba las decisiones.

Pretender un nuevo acuerdo de partición hoy, coloca a alguien en la posición esperanzada que, muchos años atrás, tuvieron George W. Bush, Clinton u Obama, pero no creo que ninguno guarde buenos recuerdos"

Así que, con estos antecedentes, pretender un nuevo acuerdo de partición hoy, coloca a alguien en la posición esperanzada que, muchos años atrás, tuvieron George W. Bush, Clinton u Obama, pero no creo que ninguno guarde buenos recuerdos. Una posición que les valía, a priori, para obtener reconocimiento y que acabó en frustración y, desde luego, no en algo que dijéramos, marcó sus presidencias.

De hecho, al único que le salió bien la jugada fue a Jimmy Carter con los acuerdos de Camp David, pero era un acuerdo entre Israel y Egipto, no con Palestina. Carter tuvo problemas mayores que lo de Camp David no pudo tapar, Anwar El Sadat murió asesinado por el integrismo y, sobre los acuerdos, la frase de Arafat fue “que firmen lo que quieran. Ya veremos cuánto dura la paz”.

Esto es un resumen del recorrido hasta aquí, a nivel de acuerdos de partición (dejando a un lado cuestiones como Septiembre Negro y la matanza de Munich ‘72), con lo que, después del 7 de octubre pasado, pensar que la solución pueda llegar a través de una nueva propuesta de reparto me parece, de inicio, cándida y enunciarla es mero oportunismo, algo propio de quien capea problemas para salir adelante. Algo propio de quien quiere dejar huella sin horadar mucho la tierra.

Enrique Cocero es Consultor político.