García-Page ha querido continuar en Fitur su guerra manchega contra Sánchez, quizá por participar en esas guerras de quesos, azafatos y gondoleros que tienen por allí los países, las regiones y las ciudades. Entre molinos y pan con aceite, entre un agravio de paradores y calitas, entre cortadores de jamón y cortadoras de flores, todos como mosqueteros del ayuntamiento, Page se ha dado cuenta de que está más cerca de las otras autonomías infrafinanciadas, aunque sean del PP, que de esa Moncloa autárquica y egoísta que acapara sólo para sus socios. En un ambiente de contubernio y paipái, de hermanamiento caribeño, Page se ha puesto del lado de Moreno Bonilla, López Miras y Mazón, exigiendo una financiación que, en aquel escenario, tenía algo de deuda pagada en cocos. A Sánchez, claro, no le importa la financiación de las autonomías, sólo la financiación de su colchón, que parece un colchón de expositor, de cadena de hoteles que ha sacado su colchón en Fitur para la venta de fantasías horteras de resort y piña colada.

Page y los barones del PP, que se han encontrado en Fitur como corazones solitarios en Vacaciones en el mar, piden financiación cuando Sánchez sólo paga rescates, favores o propinas

Page y los barones del PP, esa entente de los tiesos o los abandonados por Sánchez, apiñados más por el hambre que la ideología; Page y los barones del PP, que se han encontrado en Fitur como corazones solitarios en Vacaciones en el mar, piden financiación cuando Sánchez sólo paga rescates, favores o propinas. Es lo que tiene que no haya gobernanza, sólo una subasta diaria que hace que lo que necesite Sánchez se convierta en urgencia nacional y las verdaderas urgencias nacionales se conviertan en pereza. Digamos que hay una lista de espera para el país y otra lista de espera para el colchón de Sánchez, y el presidente atiende sólo a la segunda, ahí en la Moncloa como en una suite donde aguarda y remolonea con albornocito y cubitera, mientras oye un lejano gregoriano de olas, barquichuelas, ukeleles y heladeros, tranquilizador como el terrorismo suavecito con el que él se acuna.

Bastante tiene Sánchez con financiarse la supervivencia, el cáterin y las reconstrucciones constantes de virgo (virgo intelectual, político y moral), como para andar preocupado por la financiación autonómica. Menos todavía le va a preocupar la financiación de los enemigos. Y un enemigo es Page, por supuesto, un mal sanchista o sólo un socialista que no depende de la Moncloa ni de sus franquicias, sino que todavía depende de los vecinos y de la tradición, o la tradición y los vecinos dependen de él, como un San Antón manchego y socialista. El sistema de financiación autonómica está ya más caducado que una línea roja de Sánchez, y no sólo porque no se revisa desde hace años sino porque no deja de generar agravios y arbitrariedades. Pero el agravio y la arbitrariedad son como el lema de Sánchez, un lema que quizá lleva bordado en el albornocito, en la cubertería y en el hueverito. 

Page, con su cosa de párroco todavía con bonete, de viejo socialista calado de pana o de sombrero duro como el que se cala de un aguacero, se ha visto haciendo el turismo de los menesterosos por ese Fitur de la papaya y el gastrobar, y allí se ha encontrado con otros menesterosos, con los damnificados del país, del sanchismo y de la modita de la política sin escrúpulos ni memoria que nos venden ahora como esa modita del turismo experiencial. En Fitur quizá se da cuenta uno de que los tintos, los quesos, las playitas, las murallas romanas, los balcones con media señorita fuera y los cócteles con media luna dentro no son tan diferentes en un lugar o en otro. A lo mejor Page se ha dado cuenta, a su vez, de que hay más hermandad en el abandono sanchista que en un socialismo irreconocible y aciago. Page, además, ya era un traidor, como casi todos los socialistas que quedan, así que el contubernio de Fitur tampoco añade mucho al estigma, a la condena ni al paisaje.

En Fitur, por donde se camina como en un laberinto del comecocos, entre frutas de tragaperras y fantasmones con folleto; en Fitur, que es como el mercante del mundo que volcó toda su carga y sus indígenas; en Fitur, donde guerrean los soles desde las almenas, los jamones desde sus bodegas como cañones desde sus galeones, los barrocos desde sus órganos y los hoteles desde sus colchones; en Fitur, en fin, Page decidió continuar su guerra contra Sánchez, que a lo mejor tampoco es tanta guerra después de todo, como esas guerras del turismo por allí, entre confiteros, entre manieristas, entre hamaqueros, entre baristas. Quiero decir que los morros de Page, la indignación de Page, luego no llegan a nada, no han llegado a nada y ya hemos tenido indultos, amnistía, terrorismo light y desguace de España como un tren del Oeste de los hermanos Marx. Quizá, en el fondo, Page también vive de Sánchez, o sea contra Sánchez, como vivía Venecia de ir contra Génova o Villarriba de ir contra Villabajo.

En Fitur se encontraron, hablaron y compartieron destino de náufragos o de rodríguez los barones Page, Moreno Bonilla, López Miras y Mazón, que hacen como una España de buscadores de perlas entre la pobreza. Pero yo no le daría tanta importancia a este contubernio. Page no tiene que conspirar con el PP, con sus barones que han ido a Fitur a mojarse los pies con bañador de cine mudo o a hacer la guerra de lonja de los barqueros. Page tendría que conspirar con el propio PSOE, o lo que quede de él. Eso sí que sería un contubernio.