El procés llegó hasta la Rusia de Putin, hasta la alta traición, o eso parece, y eso ya es mucha nieve y mucha mierda para meter en la amnistía, que ya estaba reventona como un odre viejo. La redacción de la amnistía está siendo una carnicería de costurones y de morcillas legislativas, y aún estarán los matarifes y los remendones intentando dar forma a ese pellejo contrahecho a poco de votarse la ley. Es normal que ocurra esto, porque el propio concepto de la ley de amnistía es un oxímoron, nada menos que el intento de establecer por ley la impunidad y la arbitrariedad de unos particulares. Así, claro, cuando no se suelta la costura de un delito se salta un botón de la constitucionalidad, que es lo que pasa cuando un señorito de cuerpo de escombro ha encargado un trajecito de bailarín. Yo creo que el personal se va dando cuenta de que es imposible meter ahí, en ese zapatito de cristal legal, las lorzas y sabañones de los indepes, su golpe y sus mangazos, pero lo siguen intentando, con sudores y lumbago de sastre ratonero o de paje con cojincito ante Puigdemont, un poco como Santos Cerdán.

Seguramente la amnistía no cabe en la Constitución, pero a lo mejor tampoco cabe en papel, que habría que incluir todo el Código Penal, siquiera con un gran asterisco como una rueda de carreta. Eso, o condensar la amnistía en su idea y función originales, o sea que los indepes redacten la lista de impunes con nombre y apellidos y aparezcan así, tal cual, en el BOE, como una lista de aprobados en las oposiciones a Correos. Puede parecer una barbaridad, pero tampoco está muy lejos de lo que están haciendo ya. Seguro que Sánchez volvería a ver en esa lista valores y principios constitucionales, y Bolaños lo justificaría igual, haciendo con las manos su kárate de karateca con gafas, y los constitucionalistas creativos le encontrarían encaje y fundamento dentro del espíritu barroco pero conciliador de la Carta Magna. Todo es posible ya con Sánchez, y al menos agradeceríamos la simplicidad, la linealidad y la sinceridad de ver en versalitas esa lista de impunes con birrete, ya dentro del Estado burocrática y hasta topográficamente, como nuevos doctores ingenieros de caminos.

No es que los jueces anden buscándoles las cosquillas a Puigdemont y a los demás héroes cobardicas de la republiqueta de pompa de jabón, es que esta gente ha llegado a hacer casi de todo en su borrachera de cosacos pusilánimes

No es que los jueces anden buscándoles las cosquillas a Puigdemont y a los demás héroes cobardicas de la republiqueta de pompa de jabón, es que esta gente ha llegado a hacer casi de todo en su borrachera de cosacos pusilánimes. Tiene sentido, porque eso es lo que pasa en una guerra y ellos se consideraban en guerra aunque sin valentía ni medios para ganarla (la habían perdido ya con el 155 y luego aún más con la cárcel, hasta que Sánchez avivó su sueño de hacer una revolución sin salir de los cafés con olor a paraguas, de los maleteros con olor a mapache o de las barricadas con olor a táper de mamá). Los indepes han hecho sedición de botellón, mangazo patriótico, guerrilla y sabotaje industriales, personales y ceremoniales, y parece que hasta tuvieron contactos con Putin, y no precisamente para que les mandara el ballet del Bolshói. No es que unos jueces que están en la fachosfera como globos meteorológicos se ensañen con los indepes, es que los indepes se llegaron a creer impunes, actuaron como impunes, y cuando pasa eso es difícil dejar un expediente que se pueda borrar con cuatro retruécanos legales.

Los indepes cayeron en el vicio de la impunidad, que nunca deja pecados leves ni confesiones cortas. La ley de amnistía tiene esa vocación de impunidad total, pero también la necesidad de apariencia legal, y este conflicto, esta contradicción fundamental, es lo que está provocando que el texto esté lleno de goteras, rebabas e imposibilidades físicas o metafísicas, como que el Código Penal entero quepa en un asterisco como en un fractal, o que haya un terrorismo que no atente contra los derechos humanos. Es esto lo que genera el conflicto, no los jueces, que sólo siguen haciendo su trabajo, al menos hasta que Míriam Nogueras exija sustituirlos por tricoteuses payesas.

No es que los jueces vayan reaccionando a las grietas de la amnistía, es que el texto de la amnistía responde a sus contradicciones lógicas y al embutido antinatural reventando por sus costurones de Frankenstein. Los jueces no están ciegos ni han perdido la memoria ni la cabeza, simplemente investigan lo que es evidente que hay que investigar y juzgan lo que es evidente que hay que juzgar. Son Sánchez y sus socios los que pretenden que no veamos lo que pasa, ni recordemos lo que pasó, ni pensemos por qué pasa, ni menos aún se juzgue lo que no interesa. Bueno, los socios están más subiditos y cuando Sánchez habla de concordia y otras aves mitológicas los de Junts salen enseguida a decirle que no, que ellos lo que quieren es la independencia. Esto, a su vez, significa que Sánchez lo que quiere es sólo la Moncloa. Pero mejor no pensarlo, a ver si nos traga la fachosfera como una ballena aerostática.

Con morcillas y coladeros, con enmiendas en pósits y la apariencia de legalidad colgando de ellos como una gran herida de un leve esparadrapo, la amnistía se aprobará (Page no hará nada, que él sólo protesta ante paisanos y croquetas). Ya veremos qué recorrido tiene el pastiche por nuestros tribunales de gótico y terciopelo, y por nuestra Europa siempre interesada pero al final lejana o indiferente ante las locuras románticas de España. Se trata de que la impunidad y la arbitrariedad sean ley y democracia, y esto tiene que crujir o reventar tarde o temprano. Y no sólo me refiero a los indepes. Sánchez se cree igualmente impune y hará mucho más, forzará mucho más, seguramente hasta que también el odre, el trajecito o el señorito revienten.