Cómo estará la cosa que tiene que venir Tezanos, descendido de sus capillas florales sanchistas, como el santo de viudas y perejil que parece, a consolar a Feijóo.

Bueno, a consolarlo en su afán español y a hacerlo zozobrar en su pueblo, que su CIS de santería le da una pequeña ventaja en la reconquista del país pero le quita la mayoría absoluta en Galicia por otro cruel pellizco o celemín. A lo mejor Tezanos está jugando con el corazoncito de Feijóo, que ahora es como de trapo y anda desmadejado entre sus manos y las de sus enemigos. Es tan fácil destrozar ahora a Feijóo que quizá hasta Tezanos se apiada y le presta una mano magnánima y sanpedrina. O sólo es una mano sarcástica, cruel y enjoyonada de llaves del Cielo pedrista, que se ríe de los ingenuos como un astrólogo con datáfono. Seguramente la confesión de Feijóo con el indulto y la amnistía no ha llegado a tiempo para estas encuestas, pero, de todas formas, debe de ser deprimente para Feijóo ver que la única noticia o media noticia feliz del día se la ofrece Tezanos con su pinta de cirineo.

No sé si Feijóo se habrá dado cuenta ya de que no hay que fiarse de las encuestas ni dejarse dirigir por ellas, cosa que sí sabe hace mucho Sánchez

No sé si Feijóo sueña con las encuestas como se sueña con el fin del mundo, que parece que es un sueño común y recurrente en el ser humano (en mi caso, recuerdo que es como el naufragio de todo el cielo o el incendio de un planetario). Las encuestas más científicas adormecieron a Feijóo en la campaña de las generales y las encuestas supersticiosas, como las de Tezanos, sólo le sirven ahora para ponerse una sonrisa de café amargo en el desayuno, entre los estropicios de Génova, que ha amanecido como destrozada por el propio gato de la casa. No sé si Feijóo se habrá dado cuenta ya de que no hay que fiarse de las encuestas ni dejarse dirigir por ellas, cosa que sí sabe hace mucho Sánchez. En realidad, Tezanos no tiene que calcular ni adivinar nada, sólo es el oráculo de la profecía autocumplida, pagado y mandado por delante para, según convenga, ablandar o enardecer los corazones, incluido el corazón de Feijóo, descosido ahora por el gato. Hay que tener detrás bastante más que unas encuestas y hay que tener delante bastante más que un atril.

Me imagino a Feijóo leyendo las encuestas de Tezanos en Génova como un lord a dos velas lee esquelas de The Times, ahí en su salón con biblioteca de escayola y el piano hueco, como una clavícula de la habitación, en una mañana de criados barriendo cristales, pegando teteras y zurciendo solapas. Pero no hay que mirar tanto las esquelas, menos la propia, ni atender a los profetas sandalios. Ni siquiera se trata de tener genios de la comunicación, que el PP además no tiene (son como colegas de mus de Feijóo llamados a dirigir un país). Yo creo que bastaba con fijar un proyecto y un mensaje claros y coherentes, con convicción y con ideas, porque cualquier otra cosa es intentar ser mejor que Sánchez en el sanchismo y eso es imposible. Pero Feijóo nunca ha sabido ni decidirse ni explicarse (cómo explicar lo que aún no has decidido y a lo mejor no llegas a decidir). Y lo único que parecía claro, la postura sobre la amnistía y los indultos, se lo carga Feijóo en un día de nublado o chifladura.

Yo no creo que Tezanos, con su media encuesta y su media sonrisa, consuele a Feijóo, que quizá sea ya inconsolable o insalvable. Feijóo empieza a ser sobrevolado españolísimamente por el gafe, o por la incompetencia, que es todavía más aciaga y española. El relato de su affaire con Puigdemont es sencillamente incomprensible, indescifrable, absurdo, como la música de ese gato de la casa que camina sobre el teclado del piano hueco o desfondado, con alma de somier más que de arpa. No entiende uno que se vayan a ver a Puigdemont y exijan unas condiciones “leoninas” para su indulto, como si le exigieran vestirse de torero, sólo para que no las acepte. No entiende uno que Feijóo confiese entre celosías y vitrales y luego lo niegue todo con escándalo y amaneramiento, aun sabiendo que Junts puede cantar. No entiende uno nada, salvo que quizá el gato de la casa era un gato negro con maldición de gato egipcio, que Génova es un caserón o una goleta malditos como ya creía Casado, que por algo quiso vender el edificio, o que este PP de Feijóo no tiene, sencillamente, remedio.

Tezanos viene a consolar o viene a zaherir, que cada encuesta le debe de parecer a Feijóo un esparadrapazo de dolor y fracaso. Quizá fue precisamente eso lo que lo llevó hasta a Puigdemont. Quizá Feijóo, un día, al calor de la chimenea tentadora y melancólica, se puso a leer encuestas pasadas como quien lee cartas de amor ya muy pálidas y lloradas. Y quizá, con el corazón de trapo y la inspiración malévola de las panoplias, decidió coger la amnistía y el indulto como, en otro tiempo, habría cogido una pistola retorcida y floreada de duelista o suicida. Quizá Feijóo pensó que merecía la pena que el destino eligiera entre la gloria de parnasillo y la muerte tonta. Pero la muerte es siempre más romántica y probable, sobre todo para los ingenuos o los torpes.