La agricultura ecológica es un sistema de producción agroalimentaria basado en una normativa establecida en 1991 y modificada posteriormente por diversos reglamentos en la Unión Europea. Este reglamento de producción tiene su equivalencia con el de otros países como por ejemplo los Estados Unidos (NOP). La agricultura ecológica prohíbe de manera explícita el uso de fertilizantes y de pesticidas de síntesis y de transgénicos, y propone el diseño de sistemas que promuevan la biodiversidad, la conservación de los recursos naturales, y es muy exigente en el bienestar animal. La reglamentación de la agricultura ecológica pretende dar respuesta a las consecuencias que ha conllevado el desarrollo del paradigma basado en la mejora de la producción debido a que ha ido en detrimento del medio ambiente y la salud. 

La agricultura ecológica se ha ido abriendo camino durante los últimos decenios en Europa y en resto del mundo. Recientemente, la UE ha diseñado una estrategia encaminada a la progresiva transformación de los sistemas agrícolas y el modelo agroalimentario global con la finalidad de aumentar la sostenibilidad ambiental y la soberanía alimentaria. Estrategias como “de la granja a la mesa” que considera los beneficios de la economía circular, de la “Biodiversidad 2030” y el Plan Verde Europeo enfatizan la necesidad de llegar a tener el 25% de la superficie agraria de la Unión Europea en agricultura ecológica en 2030. La hoja de ruta del Nuevo Plan para la Agricultura Ecológica diseñado por la Unión Europea agrupa un conjunto de acciones encaminadas a regenerarla, y a conciliar la agricultura con la naturaleza y la salud de las personas. 

Las manifestaciones actuales de los agricultores ponen de manifiesto la problemática de la población rural que cada día constata que sus rentas no están en concordancia con el papel de proveer de alimentos a la población y de conservar el territorio y sus recursos naturales. Bajo esta premisa general, subyacen diversas demandas como la cada vez más estricta regulación de los insumos externos (por ejemplo, herbicidas e insecticidas), la obligatoriedad de ciertas medidas vinculadas a la arquitectura verde en el marco de la nueva PAC (condicionalidad reforzada, eco-regímenes y medidas agroambientales) e incluso la dificultad de hacer frente a la digitalización de sus actividades. Desde mi punto de vista, sería un error “relajar” las estrategias definidas por la Unión Europea, y se debería trabajar para dar un claro apoyo al sector que facilite su transición hacia un nuevo modelo agroalimentario. 

España, con 2.7 millones de hectáreas, es el segundo país con mayor superficie de la Unión Europea, pero el porcentaje de la superficie todavía está lejos de países centroeuropeos como Austria, Suiza o Dinamarca, y tanto las magnitudes de los valores de mercado y de consumo está muy lejos de Alemania, Suiza, Dinamarca y Austria. España es un país productor, pero todavía poco consumidor.

La transición agroecológica hacia modelos más sustentables desde los puntos de vista agronómico, económico y social, pero también ambiental, requiere diversas estrategias. La Unión Europea parecía haber apostado por la promoción de la agricultura ecológica como una estrategia viable. Disminuir el impacto del actual modelo agroalimentario sobre los gases con efecto invernadero requiere cambios profundos y la agricultura ecológica puede ser una excelente estrategia. Tenemos evidencias científicas que la agricultura ecológica puede contribuir a mitigar el impacto de la actividad humana ¿La agricultura ecológica es la única solución? ¿La agricultura ecológica es mejorable? Desde mi punto de vista, la agricultura ecológica es una estrategia que posee una normativa de mínimos y en este sentido la podemos considerar una estrategia interesante (un marco de referencia) en este proceso de transición, en la cual las mejoras ambientales deben ir acompañadas de mejoras en las otras dimensiones de la sustentabilidad —las económicas, las sociales—. 

La principal traba, actualmente, son los consumidores, especialmente los españoles, que todavía demandan poco los productos ecológicos

Los agricultores españoles se han ido incorporando progresivamente a la producción agroalimentaria ecológica; tenemos excelentes ejemplos de fincas y empresas que producen y venden en mercados locales y, sobre todo, europeos, pero la principal traba, actualmente, son los consumidores, especialmente los españoles, que todavía demandan poco los productos ecológicos. Las razones son múltiples, entre ellas, podemos señalar el desconocimiento, el precio, y el escaso interés por saber cómo se producen los alimentos y los beneficios que puede tener una dieta basada en productos ecológicos para el medio ambiente, las áreas rurales y su salud. 

Los países centroeuropeos, como son Suiza, Austria, Alemania y Dinamarca, se caracterizan por ser los que poseen porcentajes de la superficie y de consumo mayores de la Unión Europea. 

Como he señalado antes, la agricultura ecológica, con sus particularidades, debería tener un papel importante, particularmente porque posee una normativa, aunque sea de mínimos. Desde el punto de vista de la transición agroecológica me parece adecuada. No obstante, hay que trabajar de manera muy proactiva para avanzar hacia modelos productivos mucho más sustentables, incluso dentro de la agricultura ecológica. ¿Y qué hacemos con los otros tipos de agricultura? ¿Qué hacemos con la integrada, la regenerativa, y la permacultura? Si tenemos claro que el horizonte es la transición agroecológica, hay que dar pasos sólidos encaminados a reestructurar nuestro modelo agroalimentario, y para ello es necesario superar una serie de barreras de carácter político, económico, social y tecnológico. En definitiva, solamente debería haber un tipo de agricultura, aquella que es armónica con el hombre y la naturaleza.

Xavier Sans es catedrático de botánica en el Departamento de Biología Evolutiva, Ecología y Ciencias Ambientales de la Universitat de Barcelona (UB), y dirige el grupo de investigación en Agroecología.