“¡Four more years, four more years!”, gritaban ante las cámaras los asistentes a la convención republicana de 1972 en Miami, convencidos de que Richard Nixon ganaría la reelección.

En honor a la verdad hay que decir que es un grito que cada candidato que ha perseguido la reelección ha escuchado de sus fieles en esa convención pero, desde el final de la Segunda Guerra Mundial, no se ha cumplido ni para Carter, ni para Ford, tampoco para Bush41, ni para Donald Trump.

En honor a la verdad (una frase que hoy tiene más de gag que de argumento) hay que apostillar que, uno: la alegría de aquella noche de Nixon le duró dos años y, dos: es un canto que Trump volverá a escuchar este julio en Milwaukee (Winsconsin) en la convención republicana (que ya lo escuchó en 2020, pero como no fue reelegido… pues otra vez).

La frase de “four more years” torna de forma especial en gag cuando es el propio gobierno el que la formula: no los militantes y no hablemos ya de los votantes. Es más, un presidente de los EEUU está especialmente blindado en esa situación, porque las elecciones son cada 4 años, en año bisiesto, el primer martes después del primer lunes de noviembre y, si el Presidente falla en sus atribuciones y tiene que dimitir o fallece (estar vivo es la principal de esas atribuciones), la 25ª enmienda cuida mucho de cómo se produce la sucesión.

Pero que el Gobierno de España esté cada día asegurando que la legislatura está garantizada por 4 años, se me antoja un ejercicio de soberbia impropio de… impropio a secas.

Que el Gobierno esté cada día asegurando que la legislatura está garantizada por 4 años, se me antoja un ejercicio de soberbia impropio de… impropio a secas

Primero porque nos estrenamos esta semana con un lapso freudiano del ministro Bolaños en el programa de Alsina, cuando dijo que el Senado no recogía la representatividad del pueblo español. Lo mismo quiso decir “por ahora la única mayoría operativa que manejamos está en el Congreso” y le salió lo otro, pero igual que él se tiró esa sobrada, yo voy a decir que es cierto lo de “por ahora".

¿Por qué? Porque sus socios ya le tiraron la primera intentona de la amnistía y, ahora, ese mismo Gobierno ha dado por descartados los Presupuestos. ¿Quién lo iba a decir? El Gobierno que acusa a la oposición de fallar en su obligación constitucional de renovar el Judicial, resulta que se tira en marcha a la hora de negociar y aprobar unos Presupuestos… con esos socios.

La excusa ha sido la convocatoria de elecciones en Cataluña pero, reconozcámoslo, es un tanto endeble: tanto por la prisa que se dieron en saltar como en que si quieres mantener aquello de la “mayoría progresista” y la estabilidad del pasado julio, si unas elecciones te tiran el argumento… poca estabilidad.

Pero seamos justos: lo mismo el PSOE ha concluido que tanto Junts como ERC les iban a exprimir lo más grande para hacer valer el trofeo de tener domesticado al Gobierno en medio de una campaña electoral. En este caso el eslogan de ambos bien podría haber sido “… Y YO MÁS”, cambiando el sujeto de la tónica habitual.

Pero el Gobierno ha visto el cielo abierto porque, reconozcámoslo, se evidencia más la debilidad existente perdiendo una votación que obviándola. Dicho de otra manera, que aquella “mayoría progresista” evidencia otra fractura es más humillante que poner una excusa diciendo que… bueno, la convocatoria de elecciones en Cataluña lo quiebra todo.

El Gobierno olvida que, constitucionalmente, es su obligación tener Presupuestos, pese a que su miedo sea evidenciar debilidad

Como si, con la debilidad parlamentaria que sufre el Gobierno, no importasen las elecciones vascas en plena lucha por la hegemonía entre PNV y Bildu.

¿Qué ha cambiado? Nada. Absolutamente nada. ¿Por qué? Porque el Gobierno ya se sabía débil antes de la convocatoria electoral en Cataluña, así que la única variable es que le han puesto una excusa para tirarse en marcha. Se la han puesto en bandeja y justo delante, así que sólo hay que venderla (como cualquiera de las resoluciones de la Comisión de Venecia sobre la amnistía, por cierto).

Conclusión: el Gobierno ha ganado un año en Moncloa. Así, en septiembre, podrían anunciar el inicio de las negociaciones de los próximos Presupuestos con toda parafernalia tras dos prórrogas consecutivas, buscando que se olvide que ya vivieron de la prórroga de los de Montoro y que los Presupuestos vigentes son los de 2022, porque en 2023 todo fue un lío con tantas elecciones.

El Gobierno olvida que, constitucionalmente, es su obligación tener Presupuestos, pese a que su miedo sea evidenciar debilidad. Es su obligación porque la economía evoluciona y los escenarios cambian.

Ahora mismo apuesto a que se están lamentando en Moncloa y en la calle Alcalá (en la sede del Ministerio de Hacienda) de no poder aprobarlos vía Real Decreto. La ley, parece ser, no tiene tanta laxitud.