¿Ustedes sabían que Harpo Marx podía hablar y no se llamaba Harpo, sino Arthur? Es más ¿Ustedes sabían que Harpo Marx, originalmente, no se llamaba Arthur, sino Adolph?

Puede que lo supieran y puede que lo achaquen a que, siendo judío, no parecía lo más correcto seguir manteniendo “Adolph” como opción. Ricky Gervais lo expone con mucho humor cuando dice “Ya nadie llama Adolph a sus hijos. Mucha Angelina y mucho Brad, pero Adolph se ha perdido”.

Pero no. Simplemente a Harpo no le gustaba su nombre y se lo cambió, más o menos, en 1911 aprovechando la justificación de que podía ser confundido con un abogado de artistas de Chicago llamado “Adolph Marks”.

Harpo que, insisto, hablaba, dejó dicho que “la muerte de un hombre corriente es triste. La muerte de un gran hombre es una tragedia, pero el doble de trágico es que la grandeza muera antes de que el hombre lo haga” (créanme, en inglés es un juego de palabras bonito, aunque no cambia el significado).

Puede que hoy algún colectivo hubiera leído la frase y decidiera colapsar las redes sociales acusando a Harpo de clasista. Incluso que se diera un conato de cancelación. Por suerte hoy son, precisamente, los cómicos la avanzadilla en dejar atrás la tontería.

Así que wokes aparte, la frase evidencia que hay personas a las que la grandeza les pasa por delante y no saben atraparla. Porque la grandeza no la hace la oportunidad, la hace el entendimiento: entender el momento de poder construir un diferencial.

Si uno aprovecha una circunstancia favorable para explotarla en su beneficio, ya no es grandeza, es oportunismo

Si uno aprovecha una circunstancia favorable para explotarla en su beneficio, ya no es grandeza, es oportunismo. Sería como comprarse la mejor equipación de pesca, la caña más flexible y resistente, el mejor carrete, el sedal que ha desarrollado la NASA (supuesto que la tecnología espacial tenga esa aplicación a este lado de la atmósfera)… y, todo, para ponerse a la puerta de una piscifactoría y deslizar 20€ a un trabajador para que deje escapar unos cuantos salmones.

Por eso la frase de Harpo se me ha venido a la cabeza cuando he visto la puesta en escena de Pedro Sánchez en Cualgamuros. Entiendo que, presionado por la mala imagen que puedan inducir los caso que impactan por Koldo, Ábalos, Armengol, Torres o, incluso, los de Begoña Gómez, necesite recuperar credibilidad y rectitud.

A esto achacaría el reciente viaje a Oriente Medio, en el que habría antepuesto el lograr la percepción de pacificador a una visita a Arabia Saudí y Qatar que podrían poner en cuestión feministas de distinta orientación política. No necesita la pacificación de la zona (algo que no va a lograr), ni siquiera un alto el fuego (algo que tampoco), sino tan sólo dar testimonio de haber ido y haberlo pedido allí. Oratoria osada en un entorno de riesgo cero.

Entiendo que, además, esa visita es parte de un camino hacia puestos de alta representatividad que no degrade su condición de primer ministro como, se me ocurre, la Secretaría General de la ONU, algo que han logrado otros mandatarios como António Guterres, Pérez de Cuéllar o Kurt Waldheim. Lo digo porque, de nuevo, recuerdo esa frase de Abba Eban sobre la lateralidad de Naciones Unidas: “Si Argelia presentara una resolución según la cual la Tierra es plana y que Israel la ha aplanado, se aprobaría por 164 votos contra 13 y 26 abstenciones.”

En esa línea, Pedro Sánchez también pide la solución de los dos estados, solución ya planteada varias veces desde 1936, una de ellas (1947) incluso con una resolución de la ONU (181) y todas rechazadas porque los palestinos no quieren una partición: quieren toda la tierra. Pero para forzarla o, al menos, presionar, va a reconocer desde el Consejo de Ministros el Estado Palestino, lo que puede generarle muchos conflictos internos en España porque hay partidos independentistas que esperan, exactamente lo mismo y cuya retórica no se separa mucho de la de la Autoridad Palestina… por no dar más nombres.

Por último, Cuelgamuros ayer y la preocupada visita al laboratorio de identificación de víctimas, visita que ni los familiares habían podido hacer aún. No quiero ser ligero con el drama que supondrá siempre la Guerra Civil, porque, si una guerra es un crimen en masa, una guerra civil lo es el doble y de estos conflictos sabemos mucho en España.

Pero, si se fijan, para Pedro Sánchez esta semana todo ha sido visitar escenarios sobrevenidos. Hacer actos presenciales justificados en situaciones sin implicación ni solucionadas. Riesgo cero y cierta rentabilidad. Ponerse a la puerta de la piscifactoría para echar la caña antes de que salgan los salmones. ¿Se entiende ahora mejor la frase de Harpo?

Dado que todo ha sido para evitar que se hable de la trama de corrupción que se inició con Koldo y que hoy rodea y penetra en Moncloa, puede que ahora mismo allí se esté pasando un papel en el que se contabilicen las meciones y penetración en medios y redes sociales sobre la corrupción, Palestina y Cuelgamuros. De salir mejor paradas una de las dos últimas, habrá sido una semana provechosa.