El Congreso contraprograma al Senado como Broncano a Pablo Motos y cada uno va planeando sus comisiones con calderos hirviendo y polígrafos entre mamachichos para que pasen las estrellas o frikis del momento, como en la tele de los 90. Podría haber llamado igual a Bertín Osborne, pero el PSOE ha llamado a Ayuso, que es como la Pantoja para la izquierda, el cebo carnal y folclórico que nunca falla. Ayuso, toda dientes y bata de cola, ya dijo que sí, que la llamaran, que “iba a cantar lo más grande”, o sea que ella ya asume su papel pantojil o chipionero. Ayuso se va a plantar allí para hacerles el taconeo con revolera de muslos, o se va a plantar allí con esa fantasía de la novia monja finlandesa que nos dejó ayer (una novia monja para una lozana andaluza, digna del Decamerón, le faltó a la Pantoja), y me parece que la presidenta madrileña se va a hacer con el show y con el público. La verdad, yo creo que llamar a Ayuso para contraprogramar la comisión del Senado es como si TVE la contratara para competir con El hormiguero.

A Ayuso no se le puede dar un escenario, como a una folclórica no se le puede dar un micrófono o como a Bertín Osborne no se le puede dar un sofá

Que cante lo más grande la más grande parece el título de una gala de homenaje a la Jurado, que a lo mejor es lo que resulta esta comparecencia de Ayuso, una gala homenaje para que la presidenta que está entre artista y tanqueta, como la chipionera, se luzca al lado de un piano larguísimo, blanco y flotante como el Juan Sebastián de Elcano (a bordo del Juan Sebastián de Elcano, por cierto, vi yo actuar a Felipe Campuzano, que creo que le había
dedicado un disco al buque escuela, y aquello fue como una matrioshka de velas blancas, teclas blancas, solapas blancas y olas blancas que me dio una crónica blanca, empachante y mareante como un nudo marinero). A Ayuso no se le puede dar un escenario, como a una folclórica no se le puede dar un micrófono o como a Bertín Osborne no se le puede dar un sofá, sea con monja finlandesa, o zorrillesca, o sin monja. Ayuso, cantando o seduciendo cuesta abajo por las calles como el otro seduce cuesta abajo por los sofás, no suele tener malos días, salvo aquél en que le dio por defender a su maromo en vez de obviarlo. Así que el PSOE se lo está jugando todo como a un gallo de la
artista, igual que se la juega una meritoria envidiosa.

El PSOE le está dando a Ayuso carrete, prime time, titulares, popurrí y flores para llenar un piano o una goleta, y creo que hasta le está regalando el pianista, que puede ser Salvador Illa. Veo a Illa como ese pianista segundón y pálido, con oficio cansado y luto eterno de charol y gladiolos por él mismo, que parece que está al piano como en un ataúd (los pianos son los ataúdes de la música) con forro de chorreras; ese pianista cochero, un poco transparente o insignificante, que sólo está allí para llevar en coche de caballos musical o voluptuoso a la estrella. Fíjense en el papelón de Illa, que también está llamado
a esa comisión y, claro, al lado de Ayuso va a parecer que ha venido a tocar una cosa de Manuel Alejandro para que la presidenta se coma un clavel, o nos tire un clavel, o se plante un clavel en el canalillo, o se tumbe en el piano, sustituto del lecho del amor (esas canciones de Manuel Alejandro que parece que quieren llevarte al colchón duro del piano). O sea que de Ayuso quedarán los desplantes, el clavel palpitando y las embestidas con la pechera, como la Rocío Jurado que hacían Los Morancos, mientras que de Illa sólo quedará su sombra de paraguas mojado sobre la banqueta, y así es imposible competir, claro.

Nadie va a ir a esa comisión a ver a Illa desvarillado como un paraguas o un piano desvarillados. Ni siquiera, creo yo, a ver a Francina Armengol atragantarse con las palabras y las institucionalidades como con la pesada llave ceremonial de un ayuntamiento. Y si queda algo de ellos, será ese desvarillamiento y ese atragantamiento. Pero Ayuso, que está entre hembra torera y hembra cigarrera, promete espectáculo, sangre, carne y dientes, que es lo que además quedará en los telediarios y en las redes. Ayuso podrá estar más o menos afortunada ese día, pero su intención no será leer folios como si leyera a un Chopin fúnebre o una factura de pompas fúnebres, que así me imagino a Illa, o tartamudear entre la dignidad y la marquetería institucionales que así me imagino a Armengol. Ayuso irá con la intención de cornear al diputado espontáneo, o de masticar el corazón de tal señoría como un clavel de tonadillera en la boca, y será así no porque sea invencible sino porque le gusta el enfrentamiento como al que le gustan las mollejas y porque son más sonoras y tremendas sus chulaperías que sus traspiés.

El PSOE, quiero decir Sánchez, está obsesionado con Ayuso, pero quizá debería medir mejor los escenarios que le ofrece y las ventajas que le regala, que ya digo que le está poniendo pianista, cochero, florero, pimpampún y don José. Ayuso quizá sea la única que puede tener tantas muescas en la navaja de su liga como las que tiene Sánchez en el cabecero del colchón de la Moncloa, que imagino arañado y polvoriento como una diligencia. O sea, que tener un novio prenda, un novio pájaro, que le gustan a ella por lo visto los prendas y los pájaros, puede ser una debilidad pero no sé si da para soltarla embravecida entre los koldos, millonadas y mariscadas del PSOE y esperar que la presidenta madrileña y madrileñí salga perdiendo. Ayuso puede llegar y arrasarlo todo, como una ola. Imaginen si además le da por traer a la novia monja, finlandesa y sáfica, inocente y rosada, dulce y enharinada, como si las monjas en vez de torrijas hicieran anuncios de Anaïs Anaïs. Sí, a ver quién compite con eso. Ni Illa ni Koldo ni Broncano ni las mamachicho.