En el remoto pueblo de Umzarzor, en el corazón de Kordofán del Sur, en Sudán, la vida del pequeño Haroun, de apenas 15 meses de edad, pendía de un hilo: se encontraba débil y desnutrido. Con un índice de masa corporal alarmantemente bajo, Haroun fue derivado a un centro sanitario, a dos horas de distancia a pie de su casa. Su familia, nómada, contaba con pocos recursos.
Gracias a los voluntarios y voluntarias de salud comunitarios formados por Acción contra el Hambre, el pequeño Haroun recibió la atención nutricional y médica que necesitaba. Con el tratamiento de RUTF (alimentos listos para su uso terapéutico), medicamentos rutinarios y asesoramiento nutricional para su madre, poco a poco comenzó a mejorar. Tras ocho semanas de cuidados intensivos, el pequeño ganó peso y su vitalidad regresó.

Personificamos en la historia de Haroun la realidad que padecen miles de niños y niñas en Sudán. La infancia, como siempre, es la que sufre en mayor medida las consecuencias de la guerra. Se calcula que 2,9 millones de niños y niñas se encuentran en situación de desnutrición aguda. Más de 700.000 menores de cinco años padecen desnutrición aguda grave, la forma más peligrosa y mortal de hambre extrema. Si la situación no mejora y se proporciona ayuda y financiación urgente, más de 200.000 niños, niñas, mujeres embarazadas y madres primerizas podrían morir de hambre en los próximos meses.

Casi 18 millones de personas, o uno de cada tres individuos, se enfrentan a una grave inseguridad alimentaria en Sudán

El hambre y la desnutrición ya alcanzaban niveles récord antes de los combates. Ahora, se calcula que casi 18 millones de personas, o uno de cada tres individuos, se enfrentan a una grave inseguridad alimentaria. De ellos, 6,3 millones se encuentran en situación de emergencia, a un paso de la hambruna, particularmente en regiones especialmente afectadas por la violencia como Darfur y Jartum.


Este conflicto tan violento está teniendo además un importante impacto de género. Las mujeres y las niñas se enfrentan a un mayor riesgo de violencia de género, incluida la violencia sexual, al sufrir violencia o acoso cuando intentan acceder a mercados, campos, oportunidades de subsistencia y lugares de distribución de ayuda humanitaria. La creciente crisis de hambre y desplazamiento hace que las mujeres recurran al sexo de supervivencia para conseguir alimentos y que aumenten las tasas de matrimonios precoces y forzados.

El panorama en su conjunto es desolador: más de 14.000 vidas perdidas, 33.000 personas heridas. 24 millones de personas tienen necesidad de asistencia humanitaria. Tras estas cifras también se oculta la mayor crisis de desplazamiento del mundo, con más de 8 millones de personas desplazadas internamente en Sudán o que buscan refugio en países vecinos desde el fatídico 15 de abril del año pasado. Regiones como Darfur del Sur, el Nilo Blanco y Darfur del Norte enfrentan una situación particularmente grave, con índices de desplazamiento que preocupan profundamente. El conflicto en Sudán, a la sombra de otras crisis actuales en el mundo, conmemora un triste aniversario de violencia con unos datos extremadamente preocupantes.

El acceso a servicios esenciales, como la atención médica y el agua potable, está severamente comprometido. Más de 18 millones de personas carecen de acceso a un saneamiento mejorado y unos 8 millones practican la defecación al aire libre. La falta de agua potable segura ha aumentado el riesgo de brotes de enfermedades como el cólera. El sistema de salud, ya de por sí frágil, se encuentra sobrecargado, con 43 instalaciones de salud no funcionales y otras 40 operando parcialmente.

Los desafíos a los que nos enfrentamos son múltiples, desde la intensificación de las hostilidades, que dificulta la entrega de ayuda, hasta la escasez de combustible, que incrementa los costes de transporte. La inseguridad, los obstáculos burocráticos y los ataques contra personal humanitario también dificultan todos los esfuerzos de asistencia a la población.

A pesar de estos grandes retos, organizaciones como Acción contra el Hambre están marcando la diferencia. A través de nuestra respuesta humanitaria, hemos ayudado a casi 500 000 personas, ofreciendo servicios de salud, apoyo nutricional, asistencia para medios de vida, intervenciones de agua, saneamiento e higiene y servicios de protección y género.

No podemos permitirnos ignorar el sufrimiento de millones de personas

La situación es crítica y requiere una acción urgente. Instamos a todas las partes a priorizar la protección de la población civil, preservar el espacio humanitario y facilitar el acceso sin trabas para las organizaciones de ayuda humanitaria. La crisis en Sudán exige una respuesta colectiva y concertada. Al navegar por las complejidades de la crisis en Sudán, urge apelar a la comunidad internacional para que redoble sus esfuerzos para abordar esta crisis, asegurando que la asistencia llegue de manera oportuna y adecuada a quienes más la necesitan.

No podemos permitirnos ignorar el sufrimiento de millones de personas. Al conmemorar este triste aniversario, renovamos nuestro compromiso de aliviar la difícil situación del pueblo sudanés para construir un futuro de paz y prosperidad para toda la población.


Samy Guessabi es director de Acción contra el Hambre en Sudán.