No sabemos el efecto que tendrá la negativa de Pello Otxandiano (cabeza de lista de EH Bildu) a calificar a ETA como una organización terrorista en las elecciones de este domingo, pero me temo que no va a alterar mucho la previsión que apuntan los sondeos.

Empate o gane, la evolución de EH Bildu y el desgaste del PNV no es cosa de ahora, sino el resultado de un proceso que comenzó a partir de 2011, justo cuando ETA dejó de matar.

Ya en las elecciones vascas celebradas en 2012, Bildu obtuvo el 25% de los votos (21 escaños), quedando como segunda fuerza política, muy por delante del PSE (16 escaños). Es decir, que cuando los últimos asesinatos estaban todavía frescos en la memoria de la mayoría de los vascos, un cuarto de la población votó por una coalición que era el brazo político de ETA.

En las últimas elecciones, las de 2020, EH Bildu volvió a repetir resultados, logrando 21 asientos en el Parlamento. Pero hace cuatro años Podemos todavía arrancó 6 escaños, cuando ahora las encuestas no le dan ninguno, y a Sumar uno como mucho. Es evidente que la inmensa mayoría de los que en 2020 votaron al partido de Pablo Iglesias ahora votarán por el de Otxandiano. Si a eso le sumamos el desgaste de un PNV que lleva gobernando desde 1980 (con un pequeño paréntesis), que ahora la coalición liderada por Arnaldo Otegi logre el 34,2% de los votos y unos 28 o 29 escaños no debería sorprender a nadie.

¿Cómo van a condenar Otegi y Otxandiano el terrorismo si reclamar la historia de ETA les ha dado tan buen resultado?

El blanqueo de EH Bildu, al que de forma tan decidida como amoral ha colaborado Pedro Sánchez, no tiene su origen en el gobierno de coalición, al que los abertzales apoyan sin fisuras, sino que ya se practicaba cuando ETA mataba a decenas de personas cada año. Algunas zonas del País Vasco, dominadas por la entonces llamada Herri Batasuna, eran el vivero de ETA. En las fiestas de sus pueblos se gritaba ETA herria zurekin (ETA el pueblo está contigo) y no pasaba nada. El padre del nacionalismo moderno Xabier Arzalluz se refería a los militantes de Jarrai (organización juvenil de Batasuna) como "los chicos de la gasolina". Un mal menor que había que aceptar.

Ya entonces, los asesinatos se justificaban como respuesta a la represión y a las torturas de la Policía y Guardia Civil. Los GAL se convirtieron en la gran excusa para seguir asesinando años después de la muerte de Franco. El cuartel de Intxaurrondo era la imagen del fortín desde el que se ejercía la represión sobre el pueblo vasco.

Para una parte de los vascos, votantes de EH Bildu, pero también del PNV, ETA defendió los intereses de Euskadi frente al Estado español

No sólo Batasuna, sino el partido mayoritario y supuestamente de orden, el PNV, disculpó todo lo que ocurría a su alrededor... hasta que les tocó sufrir a sus afiliados.

El PNV, sí el PNV, ha defendido durante décadas la idea de que la violencia "se ejerció por los dos lados", y dio argumentos a los que sostenían que ETA era una organización armada que luchaba por la independencia del País Vasco, mientras que el Estado (español) reprimía al pueblo vasco.

La hipocresía de Pedro Sánchez al pedirle a EH Bildu que llame a las cosas por su nombre, es decir que diga que ETA fue una banda de asesinos, cuando él nunca ha trazado una línea roja para desmarcarse de ese partido, como sí hace con Vox, y pactar sin ningún rubor con él la ley de Memoria o entregarle la alcaldía de Pamplona, no es más que la continuación de lo que ha venido haciendo el PNV durante décadas.

Escribía el viernes Mikel Segovia en estas páginas que nos vamos a encontrar a partir del lunes con el parlamento vasco más abrumadoramente nacionalista mientras que el independentismo se encuentra en mínimos en la sociedad vasca. En efecto, según el último Sociómetro, sólo el 22% de los vascos estarían dispuestos hoy a apoyar la independencia.

¿Qué ha pasado en Euskadi para que la demanda de separarse de España haya caído drásticamente en los últimos veinte años? Recordemos que fue en 2004 cuando se llevó al Congreso el llamado 'Plan Ibarretxe', que contaba con el apoyo del PNV, Eusko Alkartasuna (ahora integrada en EH Bildu), Ezker Batua (Izquierda Unida), y la parte de lo que entonces se llamaba Socialista Abertzaleak, capitaneada por Otegi. Aquel plan, que apoyó la mayoría del Parlamento vasco, suponía dar el primer paso para la independencia. Lograr la separación de España era vista por el bloque abertzale como la mejor forma de frenar a ETA. Es decir, dándole un triunfo que hiciera justificables los asesinatos ya cometidos, pero innecesarios los atentados futuros.

La independencia, el sueño de los nacionalistas, se habría logrado, de haber salido adelante el 'Plan Ibarretxe', planteándole al Estado el chantaje de que era el medio más eficaz para frenar la violencia de ETA: los partidos democráticos habrían construido una vía política para hacerla realidad, quitándole su principal argumento a los terroristas. Era una forma maquiavélica de actuar.

Pero una vez que ETA dejó de matar, porque fue derrotada policialmente, no lo olvidemos, la independencia dejó de ser una prioridad para los propios nacionalistas. Un ejemplo claro: en 2017, en pleno auge de la ofensiva independentista en Cataluña, el entonces lehendakari, Íñigo Urkullu, para no quedarse a la zaga de sus colegas catalanes, lanzó una ponencia de autogobierno para encontrar un nuevo "encaje territorial" de Euskadi en España. Pero, una vez que se desinfló la arremetida independentista catalana, gracias a la aplicación del artículo 155 de la Constitución, Urkullu metió su plan en un cajón y nunca más se ha sabido de él.

Por eso tampoco debería llamarnos la atención esa aparente contradicción entre la apabullante mayoría nacionalista y un entorno muy poco proclive a reclamar la independencia.

El País Vasco, que goza desde la aprobación del Estatuto de Gernika de su propia hacienda y que tiene transferidas las principales competencias (con este Gobierno ha logrado la cesión de prisiones), funciona con una autonomía muy elevada. Poco más lograrían los nacionalistas con una independencia total que, hoy por hoy, es implanteable en la Unión Europea. Seguirán manteniéndolo como bandera, pero a sabiendas de que la separación total es algo casi imposible.

Otra cosa es la historia de ETA. Eso es algo a lo que EH no va a renunciar, ni tampoco el PNV condenará abiertamente.

El hecho de que EH Bildu pueda ganar las elecciones por primera vez en Euzkadi no es la consecuencia de que haya una generación que no ha vivido el terrorismo, sino la constatación de que una parte de los vascos, votantes de ese partido pero también del PNV, cree que ETA de alguna manera, para unos acertada, para otros equivocadamente, defendió los intereses de los vascos frente al Estado español.