Los lunes por la mañana y los sábados por la noche necesitamos algún mensaje de esperanza, así que, cuando las voces que deberían sujetarnos desaparecen, comenzamos a escuchar a los falsos mesías.

No es de extrañar el éxito de Amadeo Llados. Es un coach -terrible plaga- que ha conseguido convencer a unos cuantos miles de chavales descarriados de que si siguen sus consejos se harán ricos y no desarrollarán dependencias por nada ni por nadie, así que serán felices sin que su autoestima esté supeditada a los otros.

El tipo vive en una mansión de Miami y conduce un 'Lambo' (Lamborghini). No le va mal, por lo que podemos deducir que hay muchos palurdos entre los veinteañeros.

Fracasados prematuros que consideran que el modelo de vida a seguir es el de los influencers que amasan billetes con el mínimo esfuerzo. Son post-adolescentes desencantados que perdieron la esperanza demasiado pronto en un futuro mejor, dado que, desde sus pantallas, todo el rato, a cada hora y a cada minuto, les bombardearon con mensajes sobre las dificultades para comprar una casa, formar una familia o aspirar a un trabajo que no se retribuya en cuencos de arroz.

Su nuevo ídolo espiritual -hortera, tatuado, megalómano- les transmite un mensaje profundamente manipulador, y es el que dice que todo el mundo, con esfuerzo, puede triunfar. Craso error. La mayoría de las vidas de las personas son grises y rutinarias. Otoñales y llenas de dificultades. Por cada 'Lambo' hay cientos de Dacia en las carreteras. Por cada cigala que sale de cocina, decenas de raciones de pollo. Autoconvencerse de que al madrugar a diario para hacer burpees -flexiones con salto- y meditar se va a emprender el camino hacia el éxito es erróneo. La existencia es por lo general un coñazo. Trabajar duro para conseguir poco.

Los hombres normales son como los empleados de las minas de metales preciosos: pican, pican y pican durante horas para lograr muy poca cantidad de material valioso. La mayoría de los individuos son mediocres y tienden a conformar masas amorfas, que toman muy malas decisiones.

No sirven de nada todos esos mensajes falaces que dicen que cada persona tiene un valor especial, por sí misma, y que sólo por su mala estrategia no han sido capaces hasta el momento de llegar a lo más alto. Hay muchos coach, políticos y chamanes que viven de eso en este entorno decadente. Desde Paulo Coelho hasta Llados... o la política populista. Sus mensajes son simples, tramposos... y efectivos entre los más fácilmente impresionables, que siempre han sido los menos espabilados.

Por eso estos últimos pagan a Llados. A él y a otros tantos imitadores que han surgido en TikTok y derivados. Compran cursillos hacia el éxito... y lo hacen, entre otras cosas, porque nadie más les ha transmitido esos mensajes de esperanza.

Bildu y el Estado opresor y fascista

¿Y qué tiene que ver esto con Bildu? En ambos casos, encontramos la misma estrategia, pero en un escenario diferente. Ambos se dirigen a una audiencia necesitada de oxígeno, ambos despotrican contra un enemigo -uno, España; el otro, la pereza propia- y ambos aspiran a vivir muy bien a costa de los primos que los apoyan.

Se publicaba este lunes un titular que afirmaba: 'Bildu absorbe el voto joven y progresista y provoca la debacle de Podemos'. En el texto de la noticia -publicada por Telecinco- se decía que sus apoyos se han visto persuadidos por “el ecologismo, la vivienda o las políticas de juventud” Ante las crecientes dificultades para prosperar y ante el absoluto fracaso de la meritocracia en un sistema con cada vez mayor corrupción intelectual e institucional, Bildu. La izquierda revolucionaria de siempre; la que promete políticas colectivas y colectivistas para resolver los problemas individuales.

En otras palabras: frente a los padecimientos terrenales, el cielo. Frente al trabajo duro y los fracasos mundanos, el método Llados. Frente a las dificultades propias de la existencia, el patriotismo y el independentismo, que son lo más parecido a un amor platónico que existe en la política.

Los jóvenes que apoyan a Bildu han recibido en las aulas del Estado autonómico y en la televisión regional -en Cataluña y País Vasco siempre han controlado las cadenas los partidos nacionalistas conservadores y sus redacciones, los sindicatos y partidos a la izquierda- una ingente dosis de propaganda que ha transmitido que lo suyo es lo relevante. Lo legítimo y lo que solucionará los problemas asociados al 'Estado español' opresor, que son múltiples.

Les han ocultado que nacer en tal o cual lugar es una mera casualidad; y que, en realidad, sus problemas serían similares en uno u otro sitio. Un joven de Madrid o de Zamora tiene exactamente los mismos problemas que ellos.

Así que los más crédulos -y los menos lúcidos- se entregan a Bildu, a las CUP o a ERC, con sus promesas de que 'la lucha' o la independencia les dirigirán hacia una vida mejor. Hacia la tierra prometida. Todo el mundo necesita una causa en la que creer y unas palabras de apoyo el lunes por la mañana. Burpees y arrogancia como herramientas para triunfar; o un partido que rompa con lo establecido o que defienda lo suyo y a los suyos -a las ovejas en dificultad- y les transporte a una existencia mejor.

No les dirán, por supuesto, que los revolucionarios quieren su apoyo para vivir mejor, como Llados, pero, en el caso abertzale, también para cambiar las tornas y convertirse en la clase dominante. Lo de Bildu es, además, especialmente sangrante. Son corderos con piel de lobo que no dudaron en presentar a asesinos en sus listas electorales de 2023. Provocadores sin muchos escrúpulos. No buscan el 'Lambo'. Persiguen la legitimación de su sectarismo y su conversión en la corriente hegemónica. Por eso, en cuatro años, a lo mejor presentan a Otegi. Y ganará, claro. Los estúpidos siempre confían en los mismos y el declive es imparable.

Y habrá quien celebrará a Otegui porque, en realidad, somos capaces de creernos cualquier milonga cuando estamos deprimidos y necesitamos esperanza. Quien haya visto la fantástica Fallen Leaves, de Kaurismaki, lo habrá podido deducir. Una mujer fracasada y solitaria conoce a un borracho, se enamora (porque lo busca a toda costa) y le mete en su casa. Y ya se sabe lo que ocurre cuando te rodeas de gente problemática: al final, acabarás siendo el culpable de sus padecimientos. De que vuelvan a beber, por ejemplo. Eso nadie lo reflexiona cuando el cuerpo le pide un cambio o una revolución para abandonar la apatía generalizada.

¿Qué ocurrirá entonces con Bildu? Que quienes lo respaldaron tarde o temprano lo sufrirán. Es ley de vida.