“Desconfíen de los que dicen que esto va de renovables o nucleares porque no es así”, recomendaba Sánchez para luego hacer justo eso, o sea ponerse a hablar de renovables o nucleares. Así, claro, es imposible que funcione nada, ni un discurso ni un tren de soldados o toreros ni mucho menos un país entero; ni con placas solares ni con reactores atómicos, ni a cuerda ni a motor, ni con ciencia ni con política. Así sólo funciona Sánchez, que a lo mejor es lo que importa, que funcione el muelle de reloj de cuco que le permite entrar y salir de la Moncloa saludando, abrocharse y desabrocharse la chaqueta o ir de la carcajada macarrilla al luto nacional igual que en los relojes tiroleses el muñeco va de la vaca al aserradero. Nos advertía Sánchez también contra los “ultrarricos” dueños de las centrales nucleares, como si los dueños de las centrales eólicas y solares no fueran los mismos ultrarricos u otros tan ultrarricos como los primeros. Así es imposible que funcione nada, salvo Sánchez, que toma toda su energía de sus contradicciones e incongruencias como del meneo mareomotriz de sus andares.
Sánchez comparecía, pero no venía a explicar nada, porque nadie sale a explicar su incompetencia o su apatía
Sánchez comparecía en el Congreso de los Diputados, lugar al que los últimos apagones y naufragios de ciudades y trenes le habían colocado, metafórica o lumínicamente, una cúpula humeante o una gran lámpara de araña de velas, entre el bombardeo, el incendio y la ópera. Tiene el Congreso ahora, como toda España, algo de refugio antiaéreo y de galeón zozobrante, esa condición o permeabilidad de fragilidad y vulnerabilidad que nos inquieta a todos salvo al Gobierno, que sólo ve a la ultraderecha robando cobre y a los ultrarricos desenchufándonos la tostadora o haciéndola radiactiva. Sánchez comparecía, pero no venía a explicar nada, porque nadie sale a explicar su incompetencia o su apatía. Sánchez sólo venía a jugar con las palabras o con el viento, así que la incapacidad de nuestra política energética para mantenernos en este siglo y la incapacidad de nuestros trenes para llegar antes que las diligencias se convertían en un debate sobre monstruos atómicos y ricos con batín y hueverita.
Nos aconsejaba Sánchez, con razón, que desconfiáramos de los que dicen que esto va de renovables o nucleares, que parece una guerra en el cielo de superhéroes en pijama, con solecito sonriente o calavera radiante en el pecho. Efectivamente, no va de eso, sino de que la cosa simplemente funcione, de que no se nos apague el país entero como un gusiluz, ni se nos pare el país entero como una noria de burro, ni se nos queme el país entero como la tostada de cada mañana, que se nos quema como advertencia de que los accidentes ocurren y son incluso más probables que no que todo funcione perfectamente. Lo de las renovables y las nucleares es algo que en realidad sólo le interesa a Sánchez, uno lo que quiere es salir de casa sin cuchillo de Rambo ni cepo para osos ni capacho de Caperucita. Hasta las empresas eléctricas lo que quieren son ferias, motores y decibelios, que es con lo que ganan dinero, no con que las ciudades sean cuevas con luciérnagas y carámbanos.
Sin duda, nos daría igual que todo funcionara con sol, o con esos molinillos de viento que son casi musicales, como copas musicales, o con hidrógeno quemado o fusionado (ojalá), mientras funcionara. El problema es cuando te están advirtiendo desde todas partes de que el sistema no funciona, de que es sumamente inestable, de que cualquier día todo va a saltar, y aun así nuestras autoridades no hacen nada. Ni siquiera cuando, efectivamente, ocurre y todo salta, se plantean hacer nada, salvo sacar los espantajos del baúl, como muñecos de ventrílocuo con personalidad de chiste de ventrílocuo, o sea el rico, el rancio, el hippie leoncio y en ese plan. El problema no son las renovables o las nucleares, sino que los que tienen que resolver los problemas los evitan y los que tienen que presentar soluciones prefieren presentar enemigos, excusas, relato y un chorrafuerismo de aspersor.
Nuestras placas solares, ya españolísimas como pueblos blancos, y nuestros aerogeneradores, casi flamencos (de Tío Pepe o de marisma), son en realidad un poco fieras salvajes sin cerca, un poco parque jurásico monumental y peligroso. Los mecanismos para mantenerlos seguros, mecanismos de inercia y sincronía, ya existen, por eso el problema no son las renovables. El problema es nuestro Gobierno, que no se ha preocupado por poner, por imponer ni mucho menos por pagar esos mecanismos. Han preferido la fastuosidad ideológica e inmediata de lo verde, ir tirando y confiar en la suerte, rezándole al sol como unos mayas o rezándole a la tostadora como un currito. Eso, más el apoyo de las energías más estables, como la nuclear. Miren si no se trata de las renovables que la orden en Red Eléctrica estos días ha sido disminuir su volumen en el mix energético, que una cosa es el relato y otra hacer el tonto.
El problema no son las renovables, o no lo serían con la infraestructura adecuada. El problema es Sánchez, que no atiende a la realidad sino a la propaganda, incluida la propaganda contra la energía nuclear, que es una superstición (las nucleares podrían darnos una oportunidad contra el cambio climático, pero los estribillos hippies aún venden más que la supervivencia planetaria). Nos pedía Sánchez, ya ven, que desconfiáramos de los que dicen que esto va de renovables o nucleares, justo para ponerse a hablar de renovables o nucleares. Él siempre nos avisa antes de hacernos el truco o tomarnos el pelo, es lo que le hace sentirse invencible. Y esta cuestión psicológica está incluso por encima de la cuestión técnica. Así, claro, no puede funcionar nada, salvo Sánchez. Sólo al postureo de Sánchez le interesaba hablar de renovables o nucleares, de ricos fotovoltaicos o ricos fisionables. A los demás nos interesa que los enchufes vuelvan a ser enchufes, no altares ni cenefas, que los trenes vuelvan a ser trenes, no la balsa de la Medusa, y, sobre todo, que haya un Gobierno que vuelva a gobernar.
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hace 10 segundos
Esto es como dar vueltas a una noria. La mayoría de los ciudadanos ya conocen que Sánchez es un incompetente y que la oscura sombra de la corrupción le rodea. Y también saben que el problema es él. Pero de qué sirve eso ? Ahí está, y estará hasta el 2027, o más.
Los socios que le mantienen saben de sobra, que nunca van a estar mejor que como están ahora. Su Gobierno, entre ministr@s hooligans, sumisos y desaparecidos, es un cero a la izquierda. Y a sus seguidores y votantes, les ha puesto unas orejeras para que no pierdan de vista el único objetivo que deben de perseguir: que la derecha no llegue al poder que ahora ostenta él.
Así que lo de ayer, otro día más en la oficina.