Después de las elecciones presidenciales rumanas, que tuvieron que repetirse debido a la presunta interferencia directa de Rusia en la primera vuelta, y donde en la segunda vuelta ganó el candidato europeísta y alcalde de Bucarest, Nicușor Dan, por 900.000 votos al candidato ultraderechista George Simion, la Unión Europea respiró tranquila. Lo hizo hasta la primera vuelta de las elecciones presidenciales polacas, donde el resultado extremadamente ajustado entre el candidato oficialista y alcalde de Varsovia Rafał Trzaskowski, y el candidato de Ley y Justicia, Karol Nawrocki. Y es que a pesar de que, a diferencia de las elecciones rumanas no está en juego la pertenencia de Polonia en la UE y en la OTAN, sí que puede significar un problema para la integración europea y las reformas políticas polacas.

A algunos periodistas y columnistas les interesa situar a Polonia como país dentro de la órbita de Moscú por su pasado en el Pacto de Varsovia, o en un Estado ruinoso porque no dejan de ser exsocialistas, o en un marco ultraconservador porque no dejan de ser 90% católicos. Pero lo cierto es que las políticas impulsadas por Trzaskowski como alcalde de Varsovia no dejan de ser iguales a las que se impulsan en Barcelona, París o Berlín. Y las políticas impulsadas por Donald Tusk como primer ministro de Polonia no dejan de ser a la par de las que se impulsan desde Francia, Alemania, Italia o España.

Debemos ser conscientes que la política polaca no es presidencialista, ni el poder del presidente de la República es grande, como sucede en Italia o en Francia. El poder político polaco recae en el Sejm (Parlamento) y el Senado, y es el primer ministro quien dirige la política polaca. Entonces, ¿por qué decimos que son unas elecciones trascendentales para el porvenir de la Unión Europea si solo son presidenciales?

Es importante que el presidente de Polonia no sea un ariete para las políticas que impulsa el Gobierno polaco. Ni tampoco sus declaraciones sean un altavoz para condicionar la legitimidad política de las instituciones polacas. A pesar de que actualmente Polonia es un país de Europa Central más, con unas instituciones democráticas fuertes, pese a que algunos les incomode, hasta ahora ha sido un baluarte contra la política populista.

El hundimiento del PiS en las elecciones de 2023 fue un castigo a la deriva populista que el partido histórico de la derecha polaca había tomado, y sigue tomando. Y es que, frente a ello, la liberal Coalición Cívica consiguió sumar un acuerdo tripartito con la coalición centrista Tercera Vía y la coalición izquierdista Lewica. Y el triunfo electoral de Trzaskowski en las elecciones locales de Varsovia, y el de otros candidatos librales en gran parte del país, demostró la tendencia europeísta, y de pasar página, de la sociedad polaca. La serie de escándalos que han rodeado al PiS estos últimos años, como también el bloqueo judicial constante que no permite un correcto funcionamiento institucional, han sido las maneras que ha tenido el presidente Andzej Duda (PiS) de sabotear la acción del gobierno.

Una victoria de Karol Nawrocki significaría, más allá de una cohabitación, una guerra constante entre instituciones, judicial y retórica, para preparar el terreno para las elecciones de 2027. Si no se adelantan las elecciones, en 2027 el país acudiría de nuevo a las urnas. Además, los continuos escándalos en torno al candidato del PiS durante la campaña pueden malmeter la legitimidad de las instituciones polacas. Rusia puede aprovecharlo para difundir su retórica y sus noticias falsas, como sucedió en Francia, Rumania, Alemania, Suecia, o incluso Estados Unidos.

Polonia es, además, una de los principales potencias europeos hoy debido a su papel en la guerra de Ucrania, lo que le convierte en un doble actor relevante, primero para la integridad europea en el centro del continente, y segundo por su papel aprovisionador y humanitario con los ucranianos.

El Gobierno de Tusk necesita que el presidente esté alineado con su agenda para poder desarrollar reformas sin una trinchera institucional"

La victoria del candidato del PiS, Karol Nawrocki puede levantar una niebla de incertidumbre institucional a escala doméstica, lo que afectaría a nivel internacional el rol de Polonia los próximos años, o como mínimo hasta las próximas elecciones. Puede parecer que no es grave, pero la función del Gobierno de Tusk de revertir muchas de las políticas del gobierno anterior necesita que el presidente esté alineado con su agenda para poder desarrollar reformas, sobre todo sin una trinchera institucional que promueva la duda entre la crítica legítima y la antipolítica. Solo hace falta ver una sesión del Sejm, o la propia campaña presidencial, para darse cuenta de que la derecha populista polaca ha entrado en una deriva extraña, más aún al tener el apoyo de Orbán, o de Simion.

Europa no puede permitirse que Polonia esté cinco años de travesía por el desierto, otra vez.


Guillem Pursals es doctorando en Derecho (UAB), máster en Seguridad (UNED) y politólogo (UPF), especialista en conflictos, seguridad pública y Teoría del Estado.