El presidente cadavérico se presentó ante el partido cadavérico y allí se echaron todos por la cabeza flores con gusano. El Comité Federal del PSOE, con ministros como Bolaños o Isabel Rodríguez que parecían estar entre el tanatorio y la colitis, o con colitis en el tanatorio, y Sánchez como Skeletor en su trono, descarnado, malvado, pueril, contumaz y ridículo, me recordó a esas representaciones de la Muerte como danza macabra. Con retórica desenterrada como un violín desenterrado, Sánchez, o Skeletor, o la Muerte misma con manos monstruosas de baloncestista, invitaba a su baile a todas las clases del socialismo: miembros de la Ejecutiva, secretarios de organización, barones, carguitos, arrimados y soplasopas. Y ellos respondían bailando y aplaudiendo hacia la tumba, con mucha percusión de articulaciones y mandíbulas. Ante este espectáculo, yo sólo veo dos posibilidades: o en el sanchismo están todos muertos y no lo saben, o es el resto del país el que está muerto y tampoco lo sabe.
Estamos presenciando la danza macabra del Sánchez travoltín, que se va a llevar a todo el PSOE o se va a llevar a todos los demás, no sabemos todavía. La danza atrae hacia la muerte o hacia la locura como esas melodías inquietantes de las cajas de música, y algunos no es que lleguen a la cita desahuciados o en camisón, sino que llegan ya muertos, anticipándose al convite; llegan con la muerte reciente y fresquísima, en su coche de difunto como el carrito del desayuno. Paco Salazar, por ejemplo, ha sido el siguiente hombre de confianza de Sánchez en decepcionarlo profundamente o en morir por la causa. Y lo ha hecho en lo que va de la noche a la mañana, como si en vez de un fontanero de la Moncloa se hubiera muerto un pianista tísico, justo antes de rematar la sonata o de probar el huevito pasado por agua. Resulta que, según los testimonios, las hechuras batracias de Salazar correspondían también a ciertos comportamientos batracios con las mujeres que, por cierto, parece que conocían todos o casi todos. Menos Sánchez, claro, a quien siempre sorprende la traición como el amanecer a los vampiros guapos y despreocupados.
Salazar cayó incluso antes de que lo pusieran a bailar alrededor del mausoleo de Sánchez como alrededor de una tarta. Como suele ocurrir, Salazar pasó de ser alguien “integro” (Pilar Alegría) a no tener nada que ver con el PSOE, como diría María Jesús Montero (si no pertenece a la vida no puede pertenecer al partido). La gente cae alrededor de Sánchez, que se mantiene frágil pero intacto, como una fuente de champán. De todas formas, Sánchez ya había exorcizado el machismo, el babosismo y el puterismo socialista en una ceremonia como mormona con mujeres. A Sánchez lo habían llevado ante muchas mujeres, que el feminismo a lo mejor es recibir a un hombre en el serrallo, con almohadones y aceites; lo habían llevado no entre fans, como a Jesulín, sino entre mujeres amortajadoras, bíblicas, purificadoras. Sánchez ha exorcizado el machismo socialista, como ha exorcizado también la corrupción socialista, en un sacrificio de carne y sangre, por eso aparece exangüe ante nosotros. Sánchez no parece cadavérico por enfermo, sino por salvador. Todo está perdonado ya gracias a su sacrificio, que no sé si es algo cristiano, herético, pagano, ridículo o todo eso a la vez, como la propia danza macabra.
O en el sanchismo están todos muertos y no lo saben, o es el resto del país el que está muerto y tampoco lo sabe
El PSOE es una danza macabra o, como decía yo el otro día, un barco fantasma. El propio Sánchez se rindió a la evidencia usando símiles marineros, que son siempre símiles de gafe, que atraen la tormenta y el naufragio. Es muy de gafe estar ahí, en el Comité Federal, con la gente entre el rezo y el flotador de tonel, con Bolaños como un cura de secano en una barquita, con todo crujiendo como la arboladura de un barco que se va a pique, con jirones de velas en la cara como sudarios, y proclamarse capitán del desastre. Hasta dijo “mala mar”, con retórica como de Federico Trillo cuando lo del Perejil. En ese momento, con Sánchez entre Ulises, Corto Maltés y Chanquete, yo creí que lo iba a fulminar un rayo o un remolino de los propios dioses marineros o borrascosos. Quizá Sánchez ha hecho otra ceremonia de expiación sacándose un litro de sangre o una libra de carne ante marineras de cuplé. Pero los socialistas aplaudían como focas o como sirenas, y me di cuenta de que ese Comité Federal no es que fuera una burbuja o un batiscafo, sino esa catedral sumergida que parecen los naufragios.
Sánchez, cadavérico, se acompaña de cadáveres, se alimenta de cadáveres y sigue con la vida justa para seguir llevando a la gente a la tumba como si los llevara en el vals, ese muñeco de tarta que te lleva en el vals, con algo de tieso conductor de coche fúnebre. Sánchez incluso se defiende, más que con los galones de capitán fantasma, con galones de mártir. A que los suyos acaben pringados o imputados lo llama “amenaza” (creo que lo decía por Aznar, que no amenazaba a nadie sino que era como esa pitonisa con / sin bigote que ha visto el futuro en el sentido común más que en patas de gallina). Acosado por la corrupción, en el punto de mira por prácticas mafiosas y, antes que eso incluso, por la perversión de la democracia, Sánchez aún se comparaba con los socialistas en el exilio, en el talego o en el paredón. Le faltaron los socialistas asesinados por ETA, pero su memoria democrática ha borrado ese desliz de la historia.
El presidente cadavérico se presentó ante el partido cadavérico y allí se echaron todos por la cabeza puñados de tierra mojada. Al final, lo único noble de este PSOE sanchista va a ser esa resolución estúpida de morir junto al jefe, agitando la bandera progresista, el negocio socialista, la teta feminista y el orgullo putero, todo a la vez, locos quizá ya como los condenados. Están todos ciegos, o se han sacado los ojos, como en aquello de Boris Vian. O están todos muertos y no lo saben. De momento bailan ante la tumba, aunque todavía no sabemos si por ellos o por los demás.
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3 Comentarios
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hace 10 horas
¡Cuánta razón, Don Luis! Aunque si hablamos de fiestas cadavéricas, yo me quedo con El baile de los vampiros, la obra maestra de Roman Polanski. Porque ahí, al menos, los chupasangres tenían clase, capeaban con capa y pedigrí. En cambio, nuestros vampiros sociatas, que llevan más tiempo muertos que vivos —políticamente hablando, claro—, siguen bailando alrededor del erario público como si nada.
Eso sí, no se mueven por sangre fresca, no: lo suyo son los impuestos del ciudadano medio, bien calentitos y recién exprimidos. Y lo mejor de todo es que saben que están podridos, lo huelen, lo palpan… pero ahí siguen, bien agarrados a la yugular del sistema, repartiéndose cargos, sueldazos y ministerios fantasma, como si la función aún no hubiese acabado.
Comparados con nuestro gobierno, Drácula parece un funcionario honrado y con ética.
hace 12 horas
jajajajajaj
el psoe como una gran skull….
muy duro esto por cierto que da pena y merece nuestro desprecio: Le faltaron los socialistas asesinados por ETA, pero su memoria democrática ha borrado ese desliz de la historia.